YO
NO PUEDO CALLAR
El
miércoles día 20 de octubre se produjeron dos noticias:
El cambio ministerial del Gobierno del Sr. Rodríguez y
la publicación del dato de que más el 20 % de los
españoles están por debajo del hogar de la pobreza.
Han
pasado cinco días desde entonces y no puedo por menos
que mostrar mi sorpresa e indignación: resulta que
más de ocho millones de españoles, personas con nombre y
apellido, con sentimientos, emociones, necesidades
vitales, etc., tienen dificultades para sobrevivir y tan
espantosa noticia no ha merecido hasta ahora reacción
alguna (al menos mediática) por parte de nadie.
Ni
del Gobierno de la Nación de esos ocho millones, ni del
Congreso de los Diputados (con todos los portavoces de
los partidos), ni del partido de la oposición, ni de los
que se dicen de izquierdas, ni de los gobiernos
autonómicos, ni de los Sindicatos mayoritarios, ni de
las Asociaciones empresariales, ni de la Conferencia
Episcopal, ni de los Obispos, ni de los Ayuntamientos
(corresponsables del bienestar de los ciudadanos).
Sí
tenemos amplias noticias, comentarios, valoraciones,
sobre la crisis de Gobierno, siempre en clave “politica”
(en el sentido más innoble de la palabra, que es el
utilizado habitualmente en estos tiempos).
Se
debaten estupideces como las encuestas sobre los
resultados de las elecciones a celebrar (cuestión que
importan a los interesados, en cuanto se juegan sus
poltronas, capacidad de colocar a los amiguetes,
aprovecharse de situaciones privilegiadas, etc.).
Se
miden los tiempos para que tal obra se inaugure de forma
que se le pueda sacar rendimiento político.
Pero,
¿qué
hacemos con esos ocho millones de pobres?
Es necesario que todos nos pongamos en pie de
guerra contra esa insultante pobreza.
Yo no
sé cómo hacerlo, pero sí sé que es obligación estricta
del Gobierno, de la oposición, de todos los que he
nombrado, ponerse a trabajar de inmediato, y de forma
conjunta, considerando esta cuestión como una
emergencia nacional de prioridad absoluta, porque
está en juego la honorabilidad de todos, porque estamos
incurriendo en un grave delito de denegación de auxilio,
porque por muy dura que tengamos la cara, esta tremenda
pobreza clama al cielo.
No es
posible que con ocho millones de españoles
hambrientos, un solo político pueda excusar un
despilfarro con la frase de que “es el chocolate del
loro”.
No es
admisible que con ocho millones de españoles
hambrientos no se hayan puesto en marcha de
inmediato mecanismos para paliarlo y que el nuevo
Gobierno no haya sido constituido pensando en esa
emergencia nacional. No es admisible que la oposición se
dedique a su juego de desgaste del contrario, aunque
ello incluya el mayor empobrecimiento de la nación.
Y,
sobre todo, no es admisible que los medios de
comunicación no insistan, machaquen, exijan, controlen,
informen, pongan en marcha sus muchas habilidades y
capacidades para forzar a todos a implicarnos en esta
necesidad gravísima.
Y
aquí no valen partidismos: el mensaje tiene que ser
exactamente igual en “Público” que en “La Gaceta”, en
“El Pais” que en “ABC”, en “La Vanguardia” o en “Heraldo
de Aragón”: ocho millones de españoles hambrientos
es una noticia insoportable y ha de arreglarse de
inmediato.
Y
este deber gravísimo es de todos: de los políticos
porque es su obligación buscar el bien común, y el bien
común comienza por atender las necesidades mínimas.
Es de
los ciudadanos porque es nuestro deber aceptar
sacrificios para lograr esa mínima solidaridad.
Es de
los obispos de mi Iglesia porque esos ocho millones son
Cristo, tan Cristo como el de la Eucaristía, mucho más
templos de Dios que los de la Sagrada Familia, La
Almudena o El Pilar.
No
pueden los políticos españoles, los sindicatos
españoles, los empresarios españoles, los obispos
españoles, los medios de comunicación y, en una medida
mucho más limitada los ciudadanos españoles ser tan
deleznables, tan infames que ante esta situación
callemos y no hagamos nada.
Yo no
puedo callar.
Joaquín Solá
Martínez
NIF:
17081745J
c/
Jerónimo Zurita, 12, 4º C
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Zaragoza