Coltán, el futuro insostenible
Aún no hay solución a la dependencia de un material escaso
que es fuente de explotación infantil y graves conflictos
"Se trata
del futuro. Muy pronto quien no tenga coltán no tendrá nada
que hacer en la industria de las telecomunicaciones [...]
Quien controle el Congo, controlará el mercado". Así
describe el protagonista de
Coltán, la
novela de Alberto Vázquez-Figueroa, la importancia de este
material al que se atribuye el origen de las guerras étnicas
de África Central, que ya han causado más de cinco millones
de muertos.
En
realidad no se trata de un mineral, sino de una mezcla
formada por columbita y tantalita (el nombre es una
contracción de ambos,
col-tan); precisamente este último, el tantalio,
una vez separado, es el que le otorga tan extraordinario
valor.
La
catedrática de Yacimientos Minerales de la Facultad de
Ciencias Geológicas de la Universidad Complutense de Madrid,
Rosario Lunar, y su colega, Jesús Martínez Frías, son dos de
los mayores expertos en coltán de España. Sus estudios
reflejan cómo las propiedades del tantalio han
contribuido al progreso de la industria electrónica.
La
superconductividad, su carácter ultrarrefractario (capaz de
soportar temperaturas muy elevadas; se funde a los 2.996°
C), su capacidad para almacenar carga eléctrica temporal y
liberarla cuando se necesita, y su alta resistencia a la
corrosión, lo han convertido en un material
imprescindible para la fabricación y miniaturización
de condensadores para teléfonos móviles, ordenadores,
pantallas, sistemas GPS, satélites o armas teledirigidas.
El tantalio es un superconductor que facilita la
miniaturización
La
dependencia de este compuesto es tal, que Vázquez-Figueroa
asegura que "hemos construido el futuro destruyendo los
puentes del pasado; porque, si se agotan las reservas, ¿cómo
regresaremos a los teléfonos móviles de maleta o a los
enormes monitores, y cómo volarán los aviones sin sistemas
de navegación?".
Los
principales yacimientos de coltán se encuentran en la
República Democrática del Congo, que acumula el 80% de las
reservas mundiales, seguida de Australia con un 10% y de
Tailandia y Brasil, con un 5% cada uno.
Aunque
los yacimientos también se encuentran asociados a granitos
alcalinos y minerales relacionados con cuarzo o feldespatos,
la mayor parte de la explotación se practica en los
depósitos aluviales puesto que su recuperación es mucho más
sencilla, pudiéndose emplear para ello utensilios de madera.
Esta ha
sido, precisamente, la causa de la explotación infantil en
el Congo en condiciones de trabajo infrahumanas: se
estima que por cada kilo de coltán han muerto entre dos y
tres niños.
El kilo
de coltán se pagaba al minero en 2000 y 2001, los años del
boom, a 4
o 5 dólares, alrededor de 3 euros. Hoy se paga a 2 dólares,
menos de un euro y medio. El precio en el mercado
internacional en 2000 era de hasta 600 dólares el kilo (421
euros), pero ha caído hasta los 400 dólares (280 euros).
Según los
últimos datos ofrecidos por el Gobierno congoleño, en 2007
se exportaron cerca de 428 toneladas de coltán de la región
de Kivu, y sólo en la primera mitad de 2008, casi 271
toneladas. Con las 428 toneladas de 2007 pudieron extraerse
cerca de 116 toneladas de tantalio.
El reciclaje es caro y contaminante;
la alternativa, el paladio, es peor
La
profesora Lunar indica que aún hay mucho por avanzar en la
investigación del coltán: sólo hay un estudio específico
sobre este compuesto, fechado en 2002, si bien existen 183
referencias de estudios sobre tantalita y 474 sobre
columbita.
La
importancia de estos estudios es básica, puesto que servirán
para identificar los afloramientos geológicos de
procedencia, ayudando de este modo a controlar su tráfico
ilegal. Se estima que Ruanda obtiene alrededor de 14
millones de euros al mes con el tráfico ilegal de coltán.
Aunque la
explotación infantil y el genocidio son lo más acuciante en
el conflicto del coltán, no hay que olvidar el impacto
ambiental. El Congo alberga, después del Amazonas, el
segundo pulmón más grande del mundo, con 100 millones de
hectáreas de selva y el 70% del agua dulce de África.
La
comunidad internacional no es ajena a los problemas, pero
los intereses comerciales son tan fuertes que hasta la fecha
todas las medidas han quedado en papel mojado.
Las
últimas propuestas quieren introducir sistemas de
trazabilidad y certificación. El año pasado, el ministro de
Minas del Congo, Victor Kasongo, aseguró que para 2009 el
Gobierno dispondría de un mapa de la producción de coltán en
el país. La idea que subyace es marcar la trazabilidad del
coltán para incidir en la ética de fabricantes y
consumidores; estos "podrán ver muchos de sus dispositivos,
muchos iPod, con la certificación que prueba el comercio
justo", señaló el ministro.
En
esencia, se trata de establecer un sistema similar al
Kimberley Process que se aplicó a los
diamantes de sangre,
causa también de conflictos. El objetivo es contar, según
Kasongo, con "licencias, control centralizado,
certificación, más beneficios, paz y estabilidad para el
Congo".
Por el
momento, algunos fabricantes de electrónica, dentro de sus
políticas de responsabilidad social corporativa, ya exigen a
sus proveedores que el coltán no proceda del Congo, tal y
como solicitó en 2001 la ONU. Es el caso de Nokia o Apple,
que niegan que su coltán y otros minerales como el cobalto
procedan de conflictos ilegales.
Pero
siempre hay resquicios: como denuncia Vázquez-Figueroa,
existen casos de partidas extraídas en el Congo y
comercializadas desde Brasil.
Reciclar o buscar otros materiales
La industria de la electrónica busca alternativas al
coltán. Pero, tal y como señala Vázquez-Figueroa, "lo más
aproximado es el paladio, aunque no sea sustitutivo, ni
mucho menos".
Entre Rusia y Sudáfrica acaparan el 80% de las reservas
mundiales de paladio. Al hecho de que está lejos de reunir
las mismas propiedades que el coltán, se suma que también es
muy escaso. Hace tres años la producción mundial apenas
alcanzaba las 200 toneladas.
En cuanto al reciclaje, Vázquez-Figueroa asegura que
"únicamente se puede aprovechar un 12% del coltán
utilizado". El escritor sostiene que la mayor parte de los
móviles reciclados se llevan a Canadá, donde se realiza una
primera separación de componentes, "siendo después en países
como India o Pakistán donde terminan el proceso".
Otro problema es la contaminación producida por el
reciclaje; por eso el coltán va a parar a países pobres,
donde no hay un control medioambiental.
David Bollero
Público, 16/08/2009
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