El movimiento cristiano de liberación
Recuerdo de Jesús: Jesús tuvo un proyecto pacífico de
fraternidad y solidaridad para su pueblo israelita, que
había de expandirse por todas las naciones de la humanidad;
ese ideal fue el Reino de Dios.
Reino de paz, de vida y de amor; de justicia, de igualdad y
de libertad. Reino que disolvería el dominio de los varones
sobre las mujeres, la marginación de unas razas sobre otras,
la explotación de las clases dominantes sobre las clases
trabajadoras, la colonización de los Estados poderosos sobre
las naciones débiles.
El proyecto humanitario del Reino, ni fue puramente
espiritual, ni solamente social. Para Jesús, si Dios era
Padre de todos los hombres y mujeres, nosotros debiéramos de
ser hermanos; comportarnos fielmente con Dios y
fraternamente con los seres humanos.
Jesús realizó su misión de forma itinerante entre el
campesinado empobrecido de las aldeas de Galilea y evitando
a los explotadores de las ciudades, priorizando la justicia
frente a la liturgia, la emancipación de los oprimidos y las
mujeres frente a la sumisión al Templo y al Sanedrín, la
misericordia con los enfermos y necesitados frente al
puritanismo legal, la acogida de humildes y de niños frente
al colaboracionismo sacerdotal con el Imperio opresor.
Para ello, Jesús fundó, no una religión ni una Iglesia,
sino el ‘movimiento por el Reino’, (sin sacerdotes ni
obispos, sin papa ni jefes, sin maestros ni señores), basado
en el amor de: solidaridad a los pobres marginados para
liberarlos, apertura a los pequeños propietarios para
concienciarlos, perdón a los enemigos enriquecidos y
poderosos para frenar sus afanes explotadores.
Memoria del movimiento de Jesús
- El cristianismo en
sus orígenes.
Se esforzó en vivir el seguimiento al Resucitado al mismo
tiempo que practicaba la comunión con los hermanos, mediante
la comunicación: de bienes económicos, de experiencias
creyentes, de oraciones comunitarias, de enseñanzas
evangélicas y de celebraciones de la Cena del Señor. Trató
de evitar que hubiera pobres y clases sociales entre ellos.
- Expansión del
Movimiento Cristiano.
El cristianismo, nacido de entre los judíos, fue penetrando
en los pueblos gentiles y se hizo grande Para atender las
demandas de los innumerables nuevos cristianos, hubo que
organizarlo. Por ello, de acuerdo con la cultura de la
época, se crearon, entre otras, las figuras de diáconos
(servidores), presbíteros (juiciosos) y obispos
(vigilantes), no como jefes sino como servidores.
- Desviación del
cristianismo.
La
Iglesia, desde Constantino en el siglo IV hasta el siglo XXI
actual, se ha dejado seducir por el poder, la riqueza y el
prestigio. En un proceso centralizador, se han ido
transformado los servicios de obispos y sacerdotes en ‘casta
clerical’ de varones que se imponen sobre el pueblo. La
Iglesia, de perseguida pasó a ser perseguidora.
-
Renovaciones constantes.
Fueron surgiendo desde la base a lo largo de los siglos,
aunque hicieron mucho bien, no lograron modificar la
estructura de poder y riqueza de la Iglesia.
UNA NUEVA IGLESIA ES POSIBLE
Por ello, el movimiento renovador surgido a finales del
siglo XX en el interior de la Iglesia, llamado por algunos
la ‘Iglesia de los pobres’ –según el Concilio Vaticano II y
las Conferencias de Medellín y de Puebla–, al estar basado
en una teología abierta, progresista, justiciera y
liberadora, ve necesario una revolución estructural,
esencial y fundamental de la Iglesia:
1. Teniendo en cuenta la religiosidad de los profetas
bíblicos, asumir el espíritu profético y salvífico de Jesús
en nuestras relaciones con Dios y con los seres humanos.
2. Favorecer la separación de Iglesia y Estado, así como la
laicidad del Estado y la pluralidad de la sociedad, evitando
acuerdos, concordatos y demás tratados internacionales de
los poderes eclesiales con los gobiernos nacionales que
supongan privilegios para la Iglesia. Hay que abolir el
modelo eclesial de Cristiandad y de Nacional-catolicismo.
3. La Iglesia ha de admitir la pluralidad democratizando
todas sus estructuras, con cargos temporales y elecciones
libres y, si fuese necesario, con revocaciones de los
responsables, tanto de los organismos de base como de las
congregaciones, parroquias, diócesis, y pontificado.
4. Realizando una firme opción, compromiso, anuncio y
acción por la liberación integral de los pobres y de las
clases oprimidas, denunciando a los injustos y explotadores.
5. Reformando las estructuras sociales y religiosas
opresoras; y, actualizando la liturgia en el marco de la
diversidad, la inculturación, la pluralidad de ritos y la
participación popular.
6. Dando participación a las mujeres y a los laicos en
todos los cargos eclesiales, incluidos los de párrocos,
obispos y papa. De esta forma, acabaremos con las
estructuras del patriarcado.
7. Actualizándose conforme a la cultura ilustrada,
democrática, humanista, igualitaria y moderna, que evitaría
la errónea defensa a ultranza de criterios anticientíficos y
trasnochados. En esta línea de inculturación y renovación,
hay que revisar y reformular críticamente el credo, los
dogmas y la doctrina de la Iglesia; promover la nueva
enseñanza teológica conforme a la exégesis crítica.
8. Renovación del clero, para que el papa, los obispos, los
párrocos y todos los presbíteros conviertan el poder del
cargo en servicio. Asimismo, puedan acceder libremente al
sacerdocio todos los cristianos y cristianas, casados o
célibes. Hay que reformular el concepto de sacerdote, que ha
de ser menos sacral y más laical, encarnado en el pueblo y
optando por los pobres.
9. En la evangelización, ha de evitarse el proselitismo; la
Iglesia ha de ser más profética y liberadora, que litúrgica
y dominante; debe abandonar la teología del pecado y la
condenación y asumir la teología de la misericordia y la
salvación. Dios es Padre bondadoso que ama a buenos y malos,
no juez dominante que castiga a los pecadores y premia a los
puros.
10. Todo el estamento clerical, ha de renunciar al poder y
la alianza con los Estados, a la riqueza y los donativos de
los ricos, al prestigio y las reverencias de los honorables.
La Iglesia, si quiere promover un sincero discipulado de
Cristo, ha de vivir en la humildad, la sencillez y la
sinceridad en comunión con los marginados, conforme a Jesús
histórico.
11. La Iglesia debe constantemente desprenderse de sus
inmensas propiedades; asimismo, ha de renunciar a la figura
del papa como Jefe del Estado Vaticano, al mismo tiempo que
suprime el propio Estado Vaticano y la Curia romana, pues
son estructuras incapaces de mostrar la verdadera bondad de
Jesucristo.
12. La Iglesia pueblo de Dios y cuerpo místico de Cristo,
debe organizarse como comunidad de comunidades, asumir la
diversidad en la unidad, y aceptar la pluralidad de
concepciones religiosas y teológicas con fe, esperanza y
caridad.
13. Ha de
renovarse el Catecismo de la Iglesia y el Código de Derecho
Canónico, conforme al espíritu profético de Jesús, el
Concilio Vaticano II y los signos de los tiempos. Ha de
transformar su servilismo a la ley (que esclaviza), en
aceptación de la gracia (que libera).
14. Los responsables de la Iglesia, deben denunciar el
capitalismo por ser ‘intrínsecamente perverso’ y un sistema
escandaloso de empobrecimiento de los pueblos, al mismo
tiempo que colabora desde su autonomía –críticamente y sin
privilegios–, con los movimientos de liberación
socio-política, principalmente con los de base, para hacer
un mundo más justo.
15. Aunque de menor importancia, la Iglesia ha de
desprenderse de la tradición en sus vestiduras de ministros,
príncipes y reyes de la antigüedad; los responsables
eclesiales han de vestirse, incluso en las ceremonias
litúrgicas, con humildad y de acuerdo con la usanza social
de los pueblos. Ha de renunciar, asimismo, a los
tratamientos de pontífice, santo padre, monseñor,
excelentísimo, ilustrísimo, reverendo, padre, doctor y
otros.
16. La Iglesia ha de reconocer que la Revelación de Dios
(misterio insondable), se da, con mayor o menor medida, en
todas las religiones según sus propias culturas, y no
solamente en la Católica. Ha de estar abierta a un
ecumenismo y a una interreligiosidad en igualdad de
condiciones y al servicio de los pueblos, especialmente de
los más oprimidos. La Iglesia, con sencillez pero con
seguridad, ha de ofrecer el Evangelio de Jesús a la
humanidad y a las religiones evitando imposiciones,
comunicando los testimonios de sus profetas y mártires, al
mismo tiempo que asume las buenas aportaciones de las
diversas religiones.
17. Entre el clero conservador (y progresista), hay
innumerables religiosos fieles a Dios. Pero no es
justificable mantener un modelo de Iglesia totalitaria,
verticalista y sin separación de poderes que, además de
privilegiar a movimientos espiritualistas y silenciar
corporativa-mente delitos como el de la pederastia y la
corrupción, margina a creyentes aperturistas, comunidades de
base, presbíteros reformadores y teólogos de la liberación.
Por una Iglesia renovada que, desde una nueva cosmovisión y
un actualizado paradigma, haga felices a los pobres porque
de ellos es el Reino de Dios.
Pedro Serrano
Redes Cristianas