No es inteligente ni justa
la huida hacia adelante
“Lo
que hace dos siglos parecía una senda indudable de progreso
se ha transformado en una inútil carrera enloquecida por
escapar de las consecuencias de nuestros propios actos.
Las pirámides financieras se derrumban, las burbujas
inmobiliarias pinchan: pero aun no vemos con suficiente
claridad cómo mucho de lo que hemos llamado “crecimiento” y
“desarrollo” responde a un esquema de esa clase. Ya hemos
sido dos generaciones (tres en algunos países como EEUU)
viviendo como si fuéramos la última generación sobre la
Tierra: esto tiene que acabar”.
Así
expresa Jorge Riechmann la realidad de la situación actual,
en su libro Entre la cantera y el jardín
(Edición ALDEA).
Una realidad que muchos de los que componen nuestra sociedad
se niegan a ver o a reconocer por egoísmo puro y duro,
empezando por los gobernantes políticos.
Continúa Riechmann:
“Lo
olvidamos siempre y por eso hay que repetirlo una y otra
vez: no hay almuerzo gratis”.
Pero
los mensajes publicitarios nos bombardean con frases como: “Vive
como si los recursos naturales fuesen infinitos y como si no
hubiera mañana”, cuando los recursos son finitos
y a mayor rapidez de explotación, más temprano nos
quedaremos sin ellos.
“Los
problemas más intratables de la sostenibilidad no son
problemas técnicos o económicos: son ético-políticos.
[…]
Actualmente, la descomunal potencia de la tecnociencia
occidental y el carácter expansivo del capitalismo aseguran
que en muchos casos los efectos de nuestras acciones —y
omisiones— llegarán hasta incalculables lejanías en el
tiempo y en el espacio (como es sabido la vida media de los
residuos radiactivos, o los plazos para el reequilibrio del
clima del planeta, se miden en decenas de miles de años).
[…]
Deberíamos estar preguntándonos con frecuencia: ¿qué
nivel de daño —directo, indirecto y diferido— estoy
dispuesto a infligir al otro para tratar de mantener un
nivel de confort material que ya es más que suficiente y que
en cualquier caso excede el que disfrutaron los más ricos y
poderosos de épocas pasadas; una idea inadecuada de
progreso; y un tipo de economía insostenible que socava sus
propias bases ecológicas, y es por tanto autodestructiva?”.
A
algunos les cuesta creer que estas cuestiones son más
importantes que las preguntas “fundamentales” a las que se
enfrentan a diario: “¿qué modelo me voy a poner hoy?”,
¿dónde voy a ir de vacaciones?, o ¿cuál es el último
cotilleo de la prensa rosa? Pero lo terrorífico del asunto
es descubrir que estas mismas personas tienen hijos y
olvidan reflexionar sobre ¿qué nivel de daño estoy
dispuesto a infligir al futuro de mis hijos?, ¿puedo
vivir como si fuéramos la última generación sobre la Tierra
cuando estoy criando a mis vástagos (o tengo expectativas de
tenerlos)?
Y ¿qué
hay de los gobernantes? En su libro Riechmann cita a George
Monbiot:
“Todos
los que están en el poder hoy saben que su supervivencia
política depende de cómo se roba el futuro para
entregarlo al presente”.
Y
Claes Andersson escribió:
“Envenenadnos
y llamadlo conservación del medio ambiente”.
Pero
en nuestra pregunta ¿qué nivel de daño estoy dispuesto a
infligir al otro? también debemos incluir en ese
“otro” a los animales que habitan con nosotros el
planeta. Millones de criaturas torturadas y aniquiladas por
nuestra codicia sin límites, víctimas inocentes de nuestro
supuesto “desarrollo”, súbditos involuntarios de la
dictadura humana.
Pero
“no es un callejón sin salida aquel en el que se puede
dar marcha atrás” dijo Stanislaw Jerzy Lec. Si queremos
que las generaciones futuras tengan acceso a lo que hoy
disfrutamos nosotros, hay que dar marcha atrás en nuestro
actual derrotero de destrucción.
“Volver
no implica retroceder/ … retroceder también puede ser
avanzar” nos enseñaba Benedetti en su poema Desde
los afectos. Se puede avanzar en sentido contrario al
que estamos llevando, reconociendo los fallos cometidos y
aprendiendo de ellos.
No
podemos continuar negándonos a ver el ecocidio actual,
siendo guiados por guías ciegos porque “si un ciego guía a
otro ciego, ambos caerán al hoyo”.
Yolanda
Plaza Ruiz
Rebelión
http://noestamalserhumildeporlasdudas.blogspot.com/2010/08/no-es-inteligente-ni-justa-la-huida.html