No lea libros de economía
Rubén
Darío envidiaba la imposibilidad que tienen las piedras de
pensar y sentir. Somos, al fin y
al cabo, hijos de Eva, sabemos que es peligroso acercarse al
árbol de la sabiduría y que una visión demasiado clara puede
dejarnos ciegos.
Aconsejo últimamente a mis amigos que no lean libros de
economía. No lean, por ejemplo, el estudio titulado La
crisis (Attac), que acaba de publicar Juan Torres,
catedrático de Economía de la Universidad de Sevilla. El
desconocimiento ayuda a vivir con tranquilidad.
Siempre he considerado a los economistas como una especie de
sacerdotes contemporáneos, celadores de un saber casi divino
del que está excluido el común de los mortales. Me había
acostumbrado a acatar sus consejos y profecías como el
testimonio de una verdad que nos condenaba casi siempre a la
prudencia. Pero la crisis es un asunto demasiado insistente,
y yo he cometido el error de atreverme a leer estudios
económicos para entender algo del proceso que estamos
soportando.
La verdad es que he perdido el sosiego, estoy malhumorado y
con ganas de volver a la militancia activa. Juan Torres
publicó hace unos años el libro Toma el dinero y corre.
La globalización neoliberal del dinero y las finanzas,
en el que profetizaba todo lo que ahora analiza como una
realidad cumplida.
Cuesta trabajo asumir la frialdad criminal con la que los
reyes del dinero han cambiado la economía productiva por la
economía especulativa.
Asombra la ingeniería mercantil que ha prescindido con
alevosía de la creación de riqueza para forzar unos negocios
avarientos, preocupados sólo por aumentar las ganancias de
los que más tienen.
Sobrecogen las malas artes de los bancos para hacer dinero
con nuestras hipotecas, multiplicando sus negocios gracias a
inventos de opacidad fiscal.
Y llena de cólera comprender cómo los gobiernos europeos,
conservadores y socialistas, han confundido la modernidad
con la toma de decisiones encaminadas a favorecer la
avaricia de los bancos y de sus especuladores. ¡Vaya Europa
hemos creado!
Mejor no saber, les digo a mis amigos. Porque resulta duro
seguir una campaña electoral cuando se comprende que no sólo
nuestra crisis, nuestro paro, sino también los 31.000 niños
que mueren al día de hambre y sed, están íntimamente
relacionados con las sonrisas de los respetables banqueros
que celebran sus beneficios.
No, mejor no leer, porque la sabiduría te convierte en un
individuo colérico, o en alguien condenado a perder su
comodidad, alguien que debe buscar soluciones.
Los bancos han conseguido poner en muy pocas manos el dinero
del mundo, 1.400 manos en España, y cuando la velocidad de
la especulación se hizo insostenible han conseguido también
que el dinero público, el de los pobres, pague sus pérdidas.
Los libros de economía te enseñan que no estamos viviendo
una crisis económica, sino política, una crisis de derechos
humanos, una crisis sentimental. Hace falta haber perdido la
compasión ante los que sufren para someter de esta forma la
política a los bancos.
El estado actual de la economía, un casino tramposo, nos
obliga a ponernos a trabajar, a recuperar la fraternidad, a
abandonar las viejas formas que han hecho posible el imperio
de los avaros. Habrá que inventarse algo.
¿Complicarse otra vez la vida? Mejor no leer, hacerse el
tonto, no sentir junto a los que sienten, vivir como las
piedras que envidiaba Rubén Darío.
Luis
García Montero
Comité de Apoyo de Attac
El País