¿LUZ?
El 4 de enero del 2011, un joven tunecino, Mohamed
Bouazizi, se prende fuego y desencadena el gran incendio
de la “Primavera árabe”.
En las iglesias se habla mucho de luz, luz por aquí, luz
por allá, velas por todas partes. Ninguna fiesta
importante se celebra sin derroches de luz. Pero, en
todo el año, no se dedica un solo pobre domingo a la
justicia o a la liberación, como si la luz, la justicia
y la liberación fueran enemigas.
En todos los tonos se
canta que Jesús es la Luz y que nosotros somos luz
también. Esto es hermoso y muy cierto; sale derechito
del evangelio
(Juan 8, 12; 12, 46; Mateo 5, 14-16).
Pero, como es sabido, “ser luz” significa algo más que
servir de lamparita para el santísimo o de antorchas
para la procesión. Es más que un adorno para ceremonias
de lujo.
Para Juan, es luz el que ama a su hermano (1Juan 2,10);
el amor que nos tenemos unos a otros, esto es lo que
alumbra al mundo.
Pero… a la insaciable máquina financiera que le está
devorando el alma a la humanidad y la vida al planeta
¿qué es lo que le va a parar el carro: la llamita de
nuestro amor fraterno?
Paradojalmente, a nuestro amor fraterno a menudo le
falta “lucidez”… No brilla por su realismo, su robustez,
su pujanza, su audacia, porque le falta fuego.
Y ¿qué mejor fuego que una férvida pasión por la
justicia y la liberación?
“Tu LUZ surgirá como la aurora”
si rompes las cadenas de la injusticia, si liberas a
los oprimidos y acabas con todo yugo, si compartes
el pan, el techo y la ropa con el pobre y no vuelves la
espalda al hermano.
“Tu LUZ brillará en las tinieblas y tu oscuridad se
volverá como la claridad del mediodía”
si no tienes más gente explotada en tu casa,
si das de comer al
hambriento y si sacias al oprimido
(Isaías 58, 6-10).
Para Isaías, el gran profeta de la Luz, el amor al
hermano implica romper las cadenas de todas las formas
de esclavitud. Fraternidad, justicia y liberación son
inseparables y forman juntas la luz para la humanidad.
Para una teología que
soñara con cosas muy místicas, aquello podría oler más a
azufre que a incienso, pero no importa. Nosotros siempre
hemos pensado que la mejor teología es la que hace más
felices a los pobres. Pues ésa fue la teología de Jesús
(Lucas 6, 21).
Los pobres, “los nadie”, son los que
entienden ciertas cosas que Dios oculta a los entendidos
(Lucas 10, 21).
Jesús lo sabía porque él mismo era pobre.
Por cierto, en el evangelio, la luz siempre viene de
abajo: nace en un establo, muere en una cruz y vuelve a
surgir con mil fuegos de una tumba vacía.
“He venido a traer fuego a la tierra…”
(Lucas 12, 49).
Eloy Roy
LOS NADIE
Los nadie: los hijos de nadie, los dueños de nada.
Los nadie: los ningunos, los ninguneados, corriendo la
liebre,
muriendo la vida, jodidos, rejodidos.
Que no son, aunque sean.
Que no hablan idiomas, sino dialectos.
Que no profesan religiones, sino supersticiones.
Que no hacen arte, sino artesanía.
Que no practican cultura, sino folklore.
Que no son seres humanos, sino recursos humanos.
Que no tienen cara, sino brazos.
Que no tienen nombre, sino número.
Que no figuran en la historia universal,
sino en la crónica roja de la prensa local.
Los nadie, que cuestan menos que la bala que los mata.
Eduardo Galeano