Discreta fecundidad
Lc 5, 1-11
la pesca
milagrosa
He vivido varios años con el mar cerca. He podido
disfrutar su belleza, cambiante cada día, y las
posibilidades de su horizonte. También el dolor que
alberga para aquellos que se hicieron un día “mar
adentro” buscando una vida más digna.
Me impresiona que el mar en la Biblia tenga un signo
negativo. En él se sitúan las fuerzas del mal y los
monstruos marinos. Vista desde esta perspectiva, la
invitación de Jesús apasiona todavía más: “os
haré pescadores de hombres”, os ayudaré a
darles la mano y a liberarles de las trampas del
mal.
La invitación de Jesús, a Pedro y a nosotros, es a
no quedarnos al margen y en la orilla de los
acontecimientos, del fragor y la densidad de nuestro
mundo, sino a aventurarnos y a sumergirnos en él.
A
pesar de la impotencia, los cansancios y las noches
infructuosas del viaje de la vida, Jesús nos anima a
intentarlo de nuevo, una vez más, cada día.
Entonces acontece una fecundidad nueva, que no es la
del éxito, tampoco la de la eficacia, ni la de los
resultados logrados… Es la fecundidad que emerge
silenciosa y que se vive con otros, junto a otros.
Es sencilla y muy discreta, con los ojos de la
rutina se nos escapa. Pero nos pone en nuestro
verdadero lugar: no provocamos nosotros este aumento
de vida y de sentido- el asombro y la alegría del
corazón- pero sí necesitamos consentirlo y volver a
echar las redes cada vez.
Esta llamada a vivir con anchura y a colaborar para
que esa abundancia de vida (salud, educación,
trabajo, afecto…) pueda llegar a muchos se ve
amenazada por los miedos que nos van a acompañar
hasta el final. Por eso necesitamos escuchar cada
vez: “No temas, yo estoy contigo”.
Es sólo esa Presencia, la certeza de su compañía, la
que nos hace capaces de gustar con otros lo profunda
y lo buena que es la vida; y a desear seguirla
allí donde nos lleve sorpresivamente el amor.
Mariola López
Villanueva