OBITUARIO
José María Mardones Martínez
Filósofo de la religión
de pensamiento libérrimo
El Mundo, sábado 1 de
julio de 2006
Por José Manuel Vidal
Formaba, junto a Eugenio Trías, el tándem de filósofos de la
religión más prestigioso. Tanto en España como en el
extranjero.
José María Mardones murió la semana pasada de un
ataque al corazón, a los 62 años de edad.
«Se fue sin despedirse, sin
decir nada, cosa bien rara en él, que era de comentar y
razonar mucho las cosas», cuenta su compañero de
comunidad
Pedro Olalde. Ambos estaban viendo el
partido de la selección española. Comenzó a sentirse mal
y, cuando llegó el Samur, ya era cadáver.
José María Mardones nació el
14 de noviembre de 1943 en Zalla (Vizcaya). Pronto
sintió la vocación religiosa y se hizo hermano marista.
Fue a estudiar a Alemania, donde trabajó con los más
grandes: J.
Moltmann y W. Kasper. Aunque quien más
le influyó fue el filósofo José Manzana, muerto
prematuramente. Se interesó mucho por la Escuela de
Fráncfort, sobre la que escribió dos libros
especializados que siguen siendo referencia obligada
para los estudiosos del tema.
Dedicó su vida a la Filosofía
y a la Sociología de la Religión, tanto en la
Universidad del País Vasco, donde impartía clases, como
en el Consejo
Superior de Investigaciones Científicas,
donde trabajó con total intensidad. Como dice su amigo,
el teólogo
Xavier Pikaza, «su vida estuvo centrada
en tres frentes: la investigación y la docencia, las
publicaciones y el trabajo pastoral directo en diversos
grupos y comunidades».
Porque Mardones fue siempre un
teórico con raíces práxicas. De hecho, cuando volvió de
Alemania, fundó junto a otros maristas vascos, como
Patxi Loidi y
Pedro Olalde, la sociedad de vida
apostólica Fe y Justicia. Era, por lo tanto, un
religioso de votos privados de derecho diocesano, que
dependía del obispado de Bilbao.
Como pensador es
una referencia
constante en las últimas décadas de la Iglesia española.
Un filósofo serio, profundo, pero libre. Analizaba el
fenómeno religioso con total valentía. Y era uno de los
pocos que se atrevía a decirle a los obispos lo que
pensaba cara a cara. Con autoridad, porque fue el que
mejor estudió el fenómeno de la religión en la sociedad
actual. Con libros tan importantes como Postmodernidad y
cristianismo, Capitalismo y religión o Fe y política.
Pero quizás su obra más
fecunda haya sido su propia vida, basada en una
profunda espiritualidad, que sabía transmitir con una
enorme cercanía. Era un gran conferenciante, siempre muy
solicitado, pero ejercía sobre todo el ministerio de la
palabra con mucha dedicación y mucho carisma en
diferentes grupos de fe de Madrid y de México. Solía
impartir conferencias y dirigía convivencias, retiros y
ejercicios espirituales en todo el país.
Deja inacabado un libro, que
ya había titulado
Las nuevas imágenes de
Dios. Porque una de las cosas que más le
preocupaban, como cuenta su compañero Pedro Olalde, era
esa idea de un Dios terrible. «Dios es un Padre con
entrañas de misericordia. No hay cosa más nefasta que
una mala imagen de Dios», solía decir. Y añadía: «Detrás
de muchos conflictos humanos y psicológicos subyace un
problema religioso».
Se fue un
profeta inteligente,
lúcido, abierto y crítico.