Mi querido Chema.
Dicen que los
mejores, no son siempre los más famosos, pero la
regla se cumple con tu excepción, todo el mundo te
conocía y te quería.
No nos has
dejado, simplemente te has mudado, te has ido a tu
nuevo destino; en plenitud de conocimientos,
reconocimientos y sentimientos, como solo se van los
mejores, para que sigas trabajando, enseñando y,
haciéndote querer. Enhorabuena por donde estás
ahora.
Para mí, eres el
mejor, y tengo que darle gracias a la vida por haber
permitido que te cruzaras en mi camino. He tenido
mucha suerte. Sé que nos volveremos a encontrar, no
importa que tú ya no seas Chema y que yo, ya no sea
Reyes, lo que importa es que tú seguirás siendo un
Maestro y yo volveré a sentirme afortunada.
No olvidaré lo
que me dijiste después de nuestra última cena,
camino de tu casa, cuando estuvimos dando vueltas
con el coche, perdidos por la Dehesa de la Villa a
causa de las obras:
“no te preocupes
porque nos hallamos perdido, solamente cuando nos
perdemos somos conscientes de lo importante que es
el verdadero camino, y debemos hacer lo posible para
volver a él cuanto antes. De vez en cuando hay que
perderse para ser conscientes de que no podemos ir
por ahí sin prestar la atención necesaria a lo que
de verdad importa”…
En aquel momento,
como siempre que tú decías algo, me pareció acertado
y oportuno, pero no fue hasta dos días después, “al
mudarte a tu nueva morada”, cuando recordé tus
palabras de una manera mucho más especial.
Cuando te bajaste
del coche, te despediste de mí diciendo: “gracias
niña, me has traído muy bien, hasta siempre”…
que así sea Chema, hasta siempre.
Un beso muy
fuerte,
Reyes.