homenaje a JOSE Mª MARDONES   

                             

 

                              

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Homenaje a José María Mardones

 

En el segundo aniversario

 

 

El paso del tiempo va menguando, paulatinamente, el enorme impacto que su fallecimiento produjo en cuantos le conocimos. Pero su persona sigue viva en todos nosotros, y el legado que nos dejó en sus escritos, hace revivir en cada uno su figura gigante.

 

Me dicen que su libro póstumo “Matar a nuestros dioses” anda ya en la sexta edición, clara señal del aprecio y valoración por parte de sus lectores. En las navidades pasadas, en Oñati, vino a encontrarme un hombre, teniendo el libro de José María en su mano, para decirme: “Estamos comentando este libro en el grupo de reflexión. El que ha escrito esta maravilla tenía que ser, forzosamente, un hombre de Dios extraordinario”.

 

Algo parecido me dijo una señora de la iglesia de S. Ignacio de los vascos, cuyo grupo está  también profundizando en la fe con la ayuda de este libro, con gran provecho para los participantes. De otros grupos conozco también que lo han tomado como base para la profundización en su fe.

 

El próximo 23 de junio, celebraremos en la Iglesia de Santa Mª la Mayor de Madrid, a las 20,00 horas,  una misa de acción de gracias, en la que nos sentiremos todos muy unidos a José Mª en su Creador y Padre Dios. Quisiera que fuera una celebración envuelta en un respetuoso silencio, porque las palabras son incapaces de expresar el misterio de su desaparición de este mundo y su tránsito a Dios. Por eso, más que hablar nosotros, le podemos hacer hablar a él, que nos sigue comunicando, hablando, desde su nueva sede en Dios.

 

¿Qué nos quiere decir José María a todos nosotros, que estuvimos vinculados a él en vida? Intuyo que algo así como esto:

 

1-                   Yo ya he arribado al estadio definitivo, que es Dios, Fuente Originaria y Meta de todos los humanos. En Él nos sentimos hermanados todos, los que traspasamos el umbral de la muerte y los que continuáis caminando en la tierra. Como yo estoy en Dios, cada vez que vivís unidos a Él, nos encontramos en su Amor de Padre. Mi muerte no fue una desgracia, fue un tránsito. Mi vida no ha acabado, se ha plenificado. Y nos volveremos a ver, pero no ahora, más tarde.

 

2-                   Podéis hacer luto por mí, pero que en vosotros tenga más fuerza la idea de que estoy vivo y soy feliz que el llanto amargo por mi ausencia. Como lloró Jesús ante la tumba de su amigo Lázaro, podéis llorar por mí, pero que vuestro llanto no sea desesperanzado, sino envuelto en una gran fe, con la certeza de que he alcanzado los “nuevos cielos y la nueva tierra” en la casa de Dios.

 

3-                   Desde aquí, la vida se ve como una realidad completamente diferente: cosas que tanto valoramos, como los bienes materiales, el prestigio y la buena vida, aquí se ven como realidades intrascendentes. La muerte es vista, desde aquí, como el golpe del cincel de Dios para darnos  la última forma. Es su beso amoroso que nos despierta a una nueva vida. Por eso, la muerte, después del nacimiento, es el suceso más importante de nuestra existencia.

 

4-                   Le preguntamos a José María qué cambiaría si regresara otra vez a la tierra. Nos contesta: Me centraría en combatir, con todas mis fuerzas, el egoísmo destructor, que es la carcoma del crecimiento personal y de la fraternidad humana. Tomaría como máximo objetivo el crecer en el amor gratuito a Dios y a los hermanos. Cada noche, vería cómo he ido progresando en estos dos aspectos.

 

5-                   Luego, José María insiste: Despojaos del hombre viejo. Haced lo que hacen los barcos mercantes, que están en peligro de hundirse en alta mar y se ven forzados a soltar lastre, a desprenderse de la pesada carga que les impide llegar a buen puerto. El montañero que quiera escalar la cima con cinco mochilas, se verá impedido y no podrá dar ni un solo paso. O renunciar a subir o renunciar a la carga. En el gran juego que es la vida, el desprendimiento forma parte de él. El que acumula es un mal jugador.  Pone obstáculos al juego e impide su propio crecimiento.

 

6-                   En resumen, considerad que la muerte no es el enemigo del hombre, sino su “hermana muerte”, un ser familiar, digno de ser amado como una persona querida. Esta muerte marca un antes y un después; de ahí, su gran importancia. Así pues, dejad de lado todo temor y aprended a celebrar la muerte como una fiesta, la fiesta del regreso a vuestro Origen. Os invito a celebrar la Vida en la muerte de cada ser humano, porque en ella lo que prevalece es la vida, la vida plena en Dios. Desde esta orilla del inmenso Océano, recibid mi aliento vital más profundo.

 

7-                   Finalmente, José María nos dice hasta luego, con estas palabras finales:

 

El cartero siempre llama tres veces,

pero, hoy, sólo lo ha hecho una vez.

 

Ha depositado en mi buzón una carta

con un escueto mensaje: Volveré.

 

Pasaron meses sin que apareciera de nuevo,

pero un atardecer, le vi entrar en mi portal.

 

Me dejó un recado y al leerlo, todo mi ser

se estremeció, porque decía: Vete preparándote.

 

Absorto en mis afanes y agobios diarios,

no volví a acordarme del misterioso cartero.

 

Pero él, que lleva cuenta de los días de cada uno,

regresó para introducir en mi buzón otra misiva.

 

Al abrirla, leí: Se te han acabado los días.

Prepara tu equipaje. Saldremos mañana.

 

Vino al amanecer y caminamos hasta llegar

a una isla paradisíaca gobernada por un Príncipe.

 

Éste me mostró la isla y me invitó a vivir en su compañía.

Desde entonces, soy completamente feliz. No lloréis.

 

 

Pedro Olalde

23-VI-2008