EL
FIN DE UNA AGONÍA
«La han
asesinado», repitieron varios dirigentes de la derecha
italiana y el diario de la conferencia episcopal, 'Avvenire'
(Porvenir), que además llamó al padre de Eluana «juez y
verdugo». El primer ministro, Silvio Berlusconi, reiteró que
había sido «condenada a muerte». «Ha sido un homicidio»,
zanjó el cardenal Saraiva Martins.
Cosas así
de duras repitieron la Iglesia italiana, el Vaticano y el
Gobierno tras la muerte de Eluana Englaro, la mujer de 38
años que llevaba 17 en estado vegetativo irreversible y
falleció tras serle retirada la alimentación artificial, con
el aval de una sentencia del Tribunal Supremo.
Sobre
este caso se han dicho estos días tales barbaridades, que
hasta me cuesta escribir debido al embotellamiento de ideas
que tengo en mente. Me pregunto: los que no hemos pasado
por esto, ¿sabemos del sufrimiento tan indecible que debe
ser, contemplar a tu hija en un estado vegetativo
irreversible durante diecisiete años? ¿Puede, ni siquiera,
imaginar el Vaticano lo que es padecer, día tras día,
semejante calvario con un hijo?
¿Por qué
nadie del Gobierno ni del Vaticano, antes de pronunciarse en
contra, no acudió a la llamada que hizo el padre de Eluana
para que vieran el estado en el que se encontraba su hija?
¿Quizás por miedo a enfrentarse a una realidad demasiado
evidente?
Lo que
está claro es que esta cruzada en torno a Eluana ha sacado a
la luz la incapacidad de la Jerarquía Católica para actuar
piadosamente y dar testimonio cristiano, y la incapacidad de
una clase política intolerante y un Berlusconi, que una vez
más demuestra, como es habitual en él, su poco talento al
declarar: "La amargura es grande porque la acción de
gobierno no haya podido salvar una vida", cuando en realidad
lo que hubiera hecho sería, alargar aún más la agonía.
Los
avances médicos han supuesto una gran mejora para la salud,
por supuesto, pero esos avances pueden servir también para
alargar el proceso de la muerte. Por lo tanto, si a Eluana,
a través de una alimentación artificial se le ha mantenido
con vida durante diecisiete años, ¿se le puede llamar
asesinato al hecho legítimo de permitir que por fin descanse
en paz?
Espero
que todas esas personas que, creyéndose en posesión de la
verdad, han pisoteado la dignidad de ese padre, no se vean
nunca en la misma circunstancia que él.
Maite García Romero
http://maitegarciaromero.blogspot.es