Hablar de pobreza
recubierto de oro
He asistido esta mañana a la Misa Papal en el Vaticano. La
retransmitía TVE, para que luego digan que el gobierno
tiene cristofobia. Pero mejor hubiera sido que nadie no
fanático viera el espectáculo. Porque era espeluznante
el choque entre las palabras del papa hablando de
pobreza –la de Jesús que hay que imitar y la de los
pobres de verdad que hay que socorrer– y el oro que
abarrotaba cada imagen.
No quiero comentar ahora el texto de la homilía, ni creo
que represente novedad en ningún sentido. Sólo digo que
mientras la escuchaba me preguntaba: ¿Puede haber más
falta de sentido de realidad y de la comunicación que
éste? ¿No tiene ninguna vergüenza de hablar de pobreza
rodeado y revestido todo de oro hasta la coronilla? Todo
oro o dorado: la mitra, los candelabros, todos los
adornos de la basílica incluida la gloria de Bernini,
hasta el angelito que sujeta el libro de la Palabra de
Dios y los pañales del Niño Jesús… Sólo hacia el final
pude ver que no llevaba zapatillas racamadas de oro,
como otros papas, sino unos “simples” mocasines rojos,
seguramente de Prada.
La verdad es que, inocente de mí, al oír argumentar cómo
está tan claro desde San Pablo a Santo Tomás (y eso que
no ha citado a Juan Crisóstomo), que el que posee bienes
no necesarios tiene que repartirlos con quien no tiene
lo que necesita, creí que estaba preparando el camino
para anunciar urbi et orbi, en este año en que la crisis
económica mundial va a agravar las hambrunas en el
mundo, un donativo concreto de envergadura del Estado
del Vaticano a favor de los pobres. Un gesto pequeño
hubiera sido suficiente para dar credibilidad a su
homilía. Pero finalmente me he convencido de que aquella
noticia que nos había llegado en septiembre de que este
papa iba a subastar una gran obra de arte para apoyar
los programas de la ONU contra la pobreza en el mundo,
no era sino un buen deseo o incluso una sugerencia que
circuló en algún ambiente romano.
No hay que olvidar que la Comisión Justicia y Paz, que
preside mi condiscípulo el Cardenal Martino, tiene una
perspectiva respecto a los temas de las causas de la
pobreza y de la guerra que no comparte plenamente el
papa actual, más propenso a ver las raíces cristianas
del liberalismo y, consecuentemente, del capitalismo.
Esa puede una de las claves para explicarse por qué no
sale la prometida encíclica social. Y si es así, mejor
que no salga.
El papa ha hecho una referencia en su homilía a los
bombardeos de Gaza, pero limitándose a pedir buena
voluntad de los gobernantes y oraciones de todos para
que se resuelva este “conflicto penosísimo” pero que es
consecuencia de otros actos de violencia anteriores. No
puedo hoy citar textualmente, pero me parece que se ha
reducido a eso su recuerdo… ¿Satisfechos? A mi me ha
sonado a que se adhería a la tesis de quienes echan las
culpas a Hamás como si fuera el único responsable de la
situación…
¿Cree el Papa que con actos como el de la Plaza de Colón y
como la Misa que comento del Vaticano se está haciendo
más presente a Jesús de Nazaret en el mundo de hoy, sólo
porque se ocupan los espacios civiles de las ciudades y
de los medios? Para eso, más le valiera a la Iglesia
ocultarse y callarse.
Antonio Duato