Oraciones
para la
eucaristía
SAL Y LUZ
ANÁFORA
Hoy, al igual que todos los días de nuestra
vida, debemos darte las gracias,
Padre Dios, por nuestra propia existencia
y por el inmenso milagro de vida que has
derramado a nuestro alrededor.
Nuestra oración no puede consistir en seguir
pidiéndote gracias y dádivas,
nuestra plegaria ha de ser una pura acción de
gracias
por todo lo que nos has dado y por el misterio
de tu presencia en nosotros.
Gracias, Padre santo, por inspirar tu Espíritu a
tantas buenas personas,
que
son sal y luz de la humanidad,
las que cuidan de los hermanos enfermos,
minusválidos, moribundos,
las que han alterado su vida, para servir lejos
de su hogar a sus prójimos,
Bendito seas, Padre, por tantos hombres y
mujeres,
que sin
darle importancia a lo que hacen,
dan cada día
su cariño a los demás
y saben compartir lo que son y lo poco o mucho
que tienen.
Por todos ellos te damos gracias y proclamamos
tu gloria
cantando este himno a tu santidad.
Santo, santo…
Padre de bondad, gracias una vez más por
habernos dado a tu hijo Jesús,
de quien estamos orgullosos por ser uno de los
nuestros, hombre cabal,
en el que te has dignado darte a conocer y
revelarte a la humanidad.
Por él hemos conocido, aunque después lo hayamos
olvidado,
que no eres Dios que te guste morar en grandes
templos y catedrales,
sino que quieres ser venerado en espíritu y en
verdad
y prefieres la oración íntima y personal al
culto más solemne.
Sabemos por Jesús, porque fue siempre fiel
reflejo de tu pensamiento,
que no te agradan quienes se muestran ansiosos
por los primeros puestos
y, envolviéndose en ropajes lujosos, buscan las
reverencias de los demás.
Sabemos por Jesús, que aprecias no a quien sólo
da lo que le sobra,
sino a quien es capaz de compartir generosamente
su vida y sus bienes.
Sabemos que Jesús nos dio ejemplo continuo de
perfecta solidaridad,
que culminó con su entrega aceptando una
durísima muerte en cruz.
El mismo Jesús, la noche en que iban a
entregarlo, cogió un pan,
te dio gracias, lo partió y dijo:
«Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros;
haced lo mismo en memoria mía».
Después de cenar, hizo igual con la copa,
diciendo:
«Esta copa es la nueva alianza sellada con mi
sangre;
cada vez que bebáis, haced lo mismo en memoria
mía».
Aquí estamos, Padre Dios, cargados de recuerdos
por la dolorosa pasión y muerte de nuestro
hermano Jesús,
que no debería empañar la memoria de quien vivió
en plenitud su vida.
Nos alegra creer que está ya en tus manos
amorosas de Padre.
Gracias, Señor. Infúndenos tu Espíritu de amor,
el espíritu de Jesús.
Reconocemos que estamos lejos de mirar con los
ojos de Jesús,
dentro de la persona, su actitud ante los que le
necesitan,
y valorar ante todo su capacidad de compasión y
generosidad.
Porque seguimos en cambio valorando más a quien
más tiene,
al que posee más riqueza, más cultura, o más
poder e influencia.
No permitas que quienes nos llamamos cristianos
y seguidores de Jesús,
desvirtuemos por más tiempo con ritos y
formalismos su auténtico mensaje.
Tenemos que demostrar que le seguimos por
nuestras obras de misericordia,
siendo la sal que hace buena y sabrosa la vida
de nuestros hermanos
siendo la luz que ilumina sus caminos hacia Ti.
Hemos de
decirles a todos que el proyecto de tu Reino
no es exclusiva cristiana,
que el mensaje que nos dio Jesús de tu parte es
para toda la humanidad,
para todos los seres humanos sin excepción de
raza, cultura o religión.
Hemos de ver tu rostro en cada uno de los
hermanos, porque ahí estás Tú.
Queremos
sentirnos verdaderamente hermanos de
todos, ricos y pobres,
cristianos, judíos, musulmanes, budistas,
creyentes y no creyentes,
y todos juntos elevar hasta ti nuestras
plegarias de agradecimiento y bendición.
AMÉN.
Rafael Calvo
Beca
PRINCIPIO
Reunidos alrededor de tu mesa te damos gracias,
Padre,
por la fe que hemos recibido
y por los que
fueron luz y sal para nosotros.
Por el mismo Jesús, tu hijo, nuestro Señor.
OFRENDA
Jesús es nuestra luz y nuestra sal,
se gastó en ser luz, se fundió en nosotros para
ser sal.
Así queremos ser nosotros.
Haz que nuestra vida sea realmente sal y luz
para todos.
Por Jesús, tu hijo, nuestro Señor.
DESPEDIDA
Gracias,
Padre:
Jesús, tu Palabra y Pan, pone luz y sal en
nuestra vida.
Cada vez que comulgamos con Él
nuestra vida se hace más sabrosa, más llena de
claridad.
Gracias, Padre, por Jesús, nuestro Señor.
José Enrique Galarreta
SI FUÉRAMOS CAPACES...
Si fuéramos capaces
de juntar hombro con hombro,
brazos con brazos
y llevar el mismo ritmo en este tiempo
aciago...
Si fuéramos capaces
de compartir tantos sueños,
fatigas, lágrimas y fracasos
que nos acompañan en el camino diario...
Si nos hiciéramos uno,
unos con otros respetándonos,
unos junto a otros solidarizándonos,
sin dejar de ser proyecto evangélico...
Si nos hiciéramos grito,
rostro y buena noticia
dentro y fuera de la Iglesia
para todos los que buscan a tientas...
Si nos abrazáramos
más allá de las conveniencias,
de leyes, credos y mandatos
psicológicos, sociales y religiosos...
Si al abrazarnos
nos transmitiéramos luz,
calor, vida y sabor
para gustar toda la creación...
Si construyéramos un bloque
de rojos y enamorados corazones
sensibles a todo lo que surge
en los cuatro puntos cardinales...
Si construyéramos una casa,
tu casa solariega en esta tierra,
con puertas y ventanas abiertas
y sala de encuentros bien acogedora...
Si fuéramos luz humilde
que no quiere ocultarse
y no teme manifestarse
en las plazas y sendas de la historia....
Si fuéramos sal no devaluada
que no teme mezclarse
ni perderse entre la gente
para darles sabor y gracia...
Si creyéramos que es posible
encontrarte y gozarte
en nuestro lodo de siempre
cubierto ya con tantos disfraces.
Si creyéramos, si fuéramos,
si hiciéramos, si nos abrazáramos...
¡Qué hermosa arquitectura se alzaría
para que todos viviéramos a gusto,
en este tiempo y en esta tierra,
más allá de nuestras ideologías!
Florentino Ulibarri