Oraciones
para la
eucaristía
DOMINGO
2º DE PASCUA
ANÁFORA
Es éste el momento de elevar a ti, Padre
amantísimo, esta oración
para expresarte nuestro agradecimiento más
sincero
por cuanto has hecho por todos nosotros,
y, en justa correspondencia, para dirigirte
estas preces de alabanza.
Queremos unirnos a todas las personas de buena
voluntad, a quienes amas,
y colaborar con ellas en la construcción de un
mundo en paz.
Sabemos que esa será tu mayor gloria.
Con todo cariño, te alabamos, te adoramos, te
damos gracias
y bendecimos tu nombre, Dios y Padre de
misericordia.
Sólo tú eres santo, sólo tú te mereces el nombre
de Padre y Madre,
es lo que siempre queremos decirte cuando te
cantamos este himno.
Santo, santo…
Tenemos aún muy reciente la imagen de tu hijo
Jesús, el crucificado.
Y no sabemos cómo agradecerle todo lo que hizo y
sufrió por nosotros.
Creemos que vive en ti, Dios Padre, y sentimos
que vive con nosotros.
Su compañía nos alegra la vida y nos ilumina el
camino a seguir.
Por eso estamos contentos y celebramos estas
fiestas de pascua.
No queremos olvidar el testamento que nos dejó
Jesús, en aquella cena, cuando nos dio ejemplo
vivo arrodillándose para servir a los demás
y nos transmitió ese mismo mensaje de entrega
en unos gestos muy sencillos que nos inducen a
repartir y a compartir.
Jesús, la noche en que iban a entregarlo, cogió
un pan,
dio gracias, lo partió y dijo:
«Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros;
haced lo mismo en memoria mía».
Después de cenar, hizo igual con la copa,
diciendo:
«Esta copa es la nueva alianza sellada con mi
sangre;
cada vez que bebáis, haced lo mismo en memoria
mía».
Padre y Madre nuestros, siguiendo los deseos de
tu hijo Jesús,
nos comprometemos no ya a repetir los signos
eucarísticos
sino a plasmar en nuestras vidas la entrega que
significan.
Sabemos, aunque parezca un atrevimiento,
que debemos ser tus manos y suplirte cada día,
Dios todo-amor y nada-poderoso,
atendiendo las súplicas de nuestros hermanos,
teniendo piedad de los que más sufren
y eliminando de nuestro mundo el pecado, la
opresión y las injusticias.
Necesitamos que derrames tu espíritu sobre
nosotros,
porque queremos transformar nuestros criterios
rastreros e interesados
y adoptar las maneras revolucionarias de ser y
actuar de Jesús,
que nos consta son como las tuyas.
Ayúdanos a llevar adelante
esta inmensa tarea de reconstrucción del Reino,
no sólo a cuantos formamos parte de tu Iglesia
sino a todos los seres humanos que se mueven en
esta misma dirección.
Terminamos ya esta plegaria dándote gracias por
el amor
con que has acogido en tu seno a Jesús y a todos
nuestros amigos difuntos.
Por todo ello bendecimos tu nombre, Dios y Señor
nuestro,
y nos comprometemos a buscar sólo y siempre tu
mayor gloria.
AMÉN.
No disponemos de las oraciones japonesas
en
estas fechas.