ORACIONES para la EUCARISTÍA    

                             
 

 

                               cristianos siglo veintiuno
ÍndicePágina Principal

 

 

 

Oraciones para la eucaristía

 

Domingo 13 tiempo ordinario

 

 

ANÁFORA 

Te reconocemos, Señor, como el creador de todo el universo.

Tú eres el Dios de la vida, el Dios de toda la humanidad,

pero eres sobre todo un Padre bueno para nosotros,

que nos amas a todos, sin distinciones, sin esperar nada a cambio.

Gracias, Padre santo.

Apenas llegamos a comprender tu infinita generosidad, 

porque nuestros patrones de actuación son siempre interesados.

Pero querríamos aumentar nuestra fe en Ti,

convencernos íntimamente de tu amor, confiar en Ti sin reservas.

Sabemos que no quieres nada para ti,

que nuestra mejor forma de agradecerte tanto cariño

es amando a todos tus hijos como a hermanos.

Y eso queremos hacer.

Permítenos, Señor, que entonemos ahora en tu honor

este sencillo canto de alabanza.

 

             Santo, santo…

 

Debemos agradecerte muy especialmente, Padre Dios,

el paso por nuestra historia de tu hijo Jesús de Nazaret,

que nos ha acercado a Ti y nos ha dado ejemplo concreto de vida.

Tenemos presentes su actitud de ayudar, de consolar, de liberar.

Y recordamos como dichas para nosotros sus palabras de aliento:

“Tu fe te salva”, “ten fe y basta”, “levántate”, “vete en paz”. 

Queremos ser como Jesús, libres de espíritu,

pero buenos y generosos con todos.

Este es el momento de rememorar su entrega total,

este es el momento de comprometernos a imitarle,

es el momento de cerebrarlo repitiendo estos gestos y palabras.

 

El mismo Jesús, la noche en que iban a entregarlo, cogió un pan,

te dio gracias, lo partió y dijo:

«Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros;

haced lo mismo en memoria mía».

 

Después de cenar, hizo igual con la copa, diciendo:

«Esta copa es la nueva alianza sellada con mi sangre;

cada vez que bebáis, haced lo mismo en memoria mía».

 

Queremos, Padre santo y bueno, continuar la misión de Jesús,

liberar a este mundo de sus egoísmos, de toda opresión e injusticia,

promover mejores sentimientos en el corazón de todos los humanos,

para que todos nos sintamos hermanos, compañeros y amigos,

y marchemos juntos, con un mismo espíritu y en la misma dirección, 

para hacer realidad la utopía de tu reino universal.

Queremos decirte con toda verdad la oración del padrenuestro.

Padre nuestro que estás en el cielo, en la tierra y en todos nosotros,

bendito sea tu nombre,

nos proponemos implantar tu reinado en el mundo,

procurar que todos cumplamos tu voluntad,

repartir nuestro pan entre todos,

perdonar a cuantos nos ofendan,

superar nuestras tentaciones

y hacer siempre el bien.

Por Jesús, tu hijo, nuestro hermano y amigo.

AMÉN.

 

 

Colecta

 

Dios, creador de todas las cosas,

cuya gloria resplandece en todo cuanto vive,

haz que, mediante la palabra de Cristo que hoy se proclama,

descubramos el sentido de la vida,

y experimentemos nuevamente la alegría de vivir.
 

 

Ofertorio

 

Dios, bondadoso y compasivo, que destruyes la fuerza de la muerte,

te pedimos que quienes conmemoramos la Pascua del Señor

vivamos una vida nueva.
 

 

Postcomunión

 

Dios, que haces subsistir a cuanto existe,

con la alegría de haber sentido en nosotros la vida de Cristo

te pedimos que sepamos apoyarnos mutuamente

y ser, cada uno para el otro,

fuerza y consuelo en las penas y sufrimientos.

 

 

Estas tres oraciones se redactaron en Japón,

siguiendo la reforma litúrgica del Vaticano II

y han sido traducidas al español por José Lerga

http://www.telefonica.net/web2/vidaensintonia/tonosorientales.html

 

 

 

CREO, SEÑOR, PERO AUMENTA MI FE

 

Sabes, Señor, que soy uno de los tuyos,

que creo en ti y formas parte de mi vida,

pero muchas veces vivo como si no existieras,

porque no termino de fiarme en ti del todo.

 

Quiero tener la fe de la mujer que tocó tu manto,

convencida de que Tú podías sanarle.

Me invitas a levantarme, a no sestear en la mediocridad,

a vivir una vida apasionante,

a trabajar con la misma hermandad que Tú

y a confiar en ti mientras transcurre mi historia.

 

Tú me impulsas a levantar todo lo que está en mí dormido.

Tú me enseñas que puedo llegar a mucho más.

Tú me haces creer en el ser humano,

con todo lo que tiene de grandeza y fragilidad.

 

La fe en ti, Señor, me aparta de fatalismos y desesperanzas,

porque me haces confiar en las personas.

Hay mucho dolor en nuestro mundo,

a algunos les ha tocado una vida muy dura...

Hoy te pido que susurres al oído de cada hermano:

“Tu fe te ha salvado, vete en paz”...

 
Mari Patxi Ayerra