Oraciones
para la
eucaristía
Domingo
20 tiempo ordinario
ANÁFORA
Señor Dios nuestro, nos hemos reunido hoy,
un domingo más,
en tu nombre, en comunidad de fe, porque
creemos en Ti,
aunque sea pobremente, aunque apenas podamos
vislumbrarte,
aunque te busquemos fuera y en realidad
estés en nuestro interior.
Para empezar esta oración queremos darte las
gracias por la Vida,
por el milagro de nuestra propia existencia,
por la maravilla de la creación.
Te llamamos Padre y Madre, con razón, porque
eres un Dios bueno.
Gracias por ser como eres.
Te agradecemos también que haya tanta buena
gente que te imita,
que continúan tu obra de amor en el mundo,
haciéndolo más humano,
que dan consuelo a los que sufren
y dedican su vida a ayudar a los demás.
Que el canto que ahora vamos a entonar
sea un himno de acción de gracias por tu
bondad infinita
y por la que vemos reflejada en muchos de
nuestros hermanos.
Santo, santo…
De modo muy especial, queremos darte las
gracias, por tu hijo Jesús,
prototipo de humanidad, paradigma del ser
humano,
pero que al mismo tiempo nos descubre cómo
eres, Padre Dios,
con su manera de ser y en su buen hacer de
cada día
Creer en él, creer en su mensaje, apostar
por su liderazgo y seguirle,
nos genera vida, nos moviliza, nos impulsa a
salir de nosotros.
Por eso Jesús es nuestro pan, porque
alimenta nuestro espíritu.
Querríamos ser conscientes del auténtico
sentido de la eucaristía:
que Jesús, en vida y hasta su muerte, se nos
dio por entero,
de la misma forma que partió el pan y lo
repartió entre todos.
Jesús nos entregó su vida, en un gesto de
amor,
pero sin alardes,
con la misma sencillez
con que les dio a beber de su propia copa de
vino.
El mismo Jesús, la noche en que iban a
entregarlo, cogió un pan,
te dio gracias, lo partió y dijo:
«Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros;
haced lo mismo en memoria mía».
Después de cenar, hizo igual con la copa,
diciendo:
«Esta copa es la nueva alianza sellada con mi
sangre;
cada vez que bebáis, haced lo mismo en memoria
mía».
Esto es lo que significa este sacramento del
pan y el vino:
que Jesús nos entregó toda su vida y Tú,
Padre Dios,
le tienes contigo.
No podemos permitirnos que nuestra
eucaristía se quede en puro rito.
Queremos ser mínimamente consecuentes con
nuestra fe y cumplir
con nuestros compromisos más elementales de
seres humanos. .
Si te llamamos Padre nuestro,
debemos ser capaces de querer y de ayudar
no sólo al hermano que está a nuestro lado,
también a quienes malviven al otro lado de
la calle y pasan hambre.
Debemos tener el coraje de abrirles la
puerta de nuestra casa
y compartir con ellos el pan que sobra en
nuestra mesa.
Seremos pobres de espíritu si no somos
generosos y desprendidos,
seremos infelices si no sabemos disfrutar de
las cosas en compañía.
Necesitamos, Señor, tu pan, el pan de vida,
el que nos alimenta por dentro,
necesitamos tu espíritu,
para comprender nuestro papel en este mundo,
necesitamos tu fuerza
para llevar adelante nuestros mejores
proyectos.
Bendito seas, Padre, y bendito sea tu hijo Jesús.
Por él y con él queremos vivir para siempre
bendiciendo tu nombre.
AMÉN.
Rafael Calvo Beca
Colecta
Dios, esperanza nuestra,
que invitas a todos los seres humanos a tu
banquete,
te pedimos que durante esta celebración
sepamos ofrecerte de corazón alabanzas y
acción de gracias.
Ofertorio
Dios, rico en dones y gracias,
haz que quienes recibimos este pan de vida
eterna
vivamos para siempre en el amor de Cristo.
Postcomunión
Dios, dador de la vida,
fortalecidos por Cristo que está siempre con
nosotros,
te pedimos que la vida de cada uno sea un
canto de alabanza a ti.
Mari Patxi Ayerra
Las tres oraciones (Colecta,
Ofertorio y Postcomunión)
se redactaron en Japón,
siguiendo la reforma litúrgica del Vaticano
II
y han
sido traducidas al español por José Lerga
http://www.telefonica.net/web2/vidaensintonia/tonosorientales.html