ORACIONES para la EUCARISTÍA    

                             
 

 

                               cristianos siglo veintiuno
ÍndicePágina Principal

 

 

 

Oraciones para la eucaristía

 

Domingo 21 tiempo ordinario

 

ANÁFORA 

 

Nos atrevemos, Señor, a dirigirte esta oración 

con la humildad a la que nos obliga reconocer quiénes somos,

y con la confianza que nos da saber que eres nuestro Padre.

Un día más, también hoy, queremos invocar y bendecir tu nombre

y agradecerte tu presencia en nosotros.

Gracias, Padre Dios, por la vida, por la nuestra y la de todos los demás.

Nos duele darnos cuenta del poco caso que habitualmente te hacemos.

Querríamos que fueras centro constante de nuestra atención,

y responder con nuestro frágil cariño a tu infinito amor.

Queremos proclamar ahora ante el mundo entero que eres bueno,

para que todos sepan que eres santo y nuestro Dios,

que eres santo y Señor de la tierra,

que nos acompañas siempre y estás presente, Padre santo,  

en nuestras luchas y afanes por la implantación de tu Reino. 

 

Santo, santo…

 

Te damos las gracias porque te has revelado como Padre en Jesús,

tu hijo más querido, nuestro mejor guía para llegar hasta ti.

Hemos optado por Jesús, porque tiene palabras de vida eterna,

porque nos convence y entusiasma el mensaje del evangelio,

la buena noticia de que es posible otro mundo más humano,

la noticia liberadora que pone al hombre por encima del sábado.

Queremos seguir a Jesús y junto a él, y con el apoyo de toda la comunidad,

nos proponemos ganar la batalla

de hacer que todos vivan dignamente y libres de toda opresión.

Reunidos en torno a esta mesa nos disponemos a recibir pan y vino,

y el compromiso de hacerlos extensivos a los excluidos de este mundo.

 

El mismo Jesús, la noche en que iban a entregarlo, cogió un pan,

te dio gracias, lo partió y dijo:

«Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros;

haced lo mismo en memoria mía».

 

Después de cenar, hizo igual con la copa, diciendo:

«Esta copa es la nueva alianza sellada con mi sangre;

cada vez que bebáis, haced lo mismo en memoria mía».

 

Sabemos y proclamamos, Padre Dios,

que tu hijo Jesús vivió hasta sus últimas consecuencias

el espíritu de esa oración del padrenuestro que nos enseñó a rezar.

Por eso, queremos decirte hoy, más conscientemente, Padre nuestro.

Y que este “nuestro” no sea excluyente ni elitista,

sino que integre también a quienes viven sumidos en total abandono,

mientras que nos comprometemos a cuidar de ellos como hermanos.

Deseamos que en todas las lenguas del mundo sea respetado tu nombre.

Queremos hacer juntos una tierra que no explote a nadie y a todos alimente

y que de esta forma se haga realidad tu reino soñado

y se cumpla entre nosotros tu voluntad.

Revoluciona nuestra manera de ser y hacer

y que aprendamos de una vez a compartir nuestra casa y nuestro pan

con quien está a nuestro alcance y sufre necesidad y pasa hambre.

Como tú de antemano nos perdonas,

no queremos tampoco sentirnos ofendidos por ningún hermano.

Encauza nuestras energías por el camino del bien,

y líbranos, Padre, a nosotros y a todos, de todo mal, de toda injusticia.

Por Jesús, y en su compañía, queremos bendecirte por siempre.

AMÉN.

 

Rafael Calvo Beca

 

 

PRINCIPIO

 

Hacemos ahora un momento de silencio, para sentir a Dios dentro de nosotros, en medio de nosotros.

 

Padre, que nos comprendes y invitas, gracias por llamarnos a tu mesa.

Prepara tú nuestra tierra para que recibamos con alegría tu palabra.

Por Jesús, tu hijo, nuestro Señor.

 

 

OFERTORIO

 

En la mesa de su última cena,

el pan y el vino significaron para Jesús su entrega total a ti.

Ahora ponemos en esta mesa nuestro pan y nuestro vino:

queremos que los recibas

como signo de nuestro deseo de entregarnos más a tu reino.

Por Jesús, tu hijo, nuestro Señor.

 

 

DESPEDIDA

 

Gracias, Padre, por la Eucaristía.

Gracias por la palabra, gracias por el pan,

y sobre todo gracias por tu mejor regalo.

Por Jesús, tu Hijo, nuestro Señor.

 

José Enrique Galarreta