Nos alegra y satisface, Dios de todos, darte
gracias ahora y siempre.
Llenos de gratitud por tu bondad infinita,
bendecimos tu nombre, Padre santo, y
humildemente te alabamos.
El rencor, la venganza y el castigo son
creaciones nuestras.
Tuyos son el perdón y la espera y la compasión
sin límites.
Formamos parte de un mundo en el que no se
perdona fácilmente
y en el que se alimentan divisiones y rencores.
Nos cuesta pensar y actuar como Tú.
Nos guiamos por otras jerarquías de valores,
egoístas y pobres,
aunque siempre estemos tratando de hacerlas
compatibles con las tuyas.
Haznos transparentes, auténticos, consecuentes
con nuestra fe cristiana.
No pretendemos acallar nuestra conciencia con la
oración,
pero es hora y momento de ensalzar tu amor y tu
misericordia
cantando con alegría este himno de alabanza.
Santo, santo…
Gracias, Señor y Padre nuestro, por tu hijo
Jesús, nuestro guía y maestro.
El se mantuvo en continuo contacto contigo y de
Ti lo aprendió todo.
De su humanismo hemos aprendido
que el ser humano no sería imagen tuya
si suprimiera el perdón y la
paciencia, la compasión y la
ternura,
pues sólo el que perdona las ofensas al hermano
puede invocar el perdón de sus pecados
y experimentar la reconciliación dentro de sí.
Jesús nos ha enseñado que no buscas esplendores
de culto,
que sólo te contenta el corazón de las personas
y las buenas obras que les salgan de dentro.
Nos predicó con una vida entregada, puesta al
servicio de los demás,
que simbolizó en unos sencillos gestos de una
comida en familia.
El mismo Jesús, la noche en que iban a
entregarlo, cogió un pan,
te dio gracias, lo partió y dijo:
«Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros;
haced lo mismo en memoria mía».
Después de cenar, hizo igual con la copa,
diciendo:
«Esta copa es la nueva alianza sellada con mi
sangre;
cada vez que bebáis, haced lo mismo en memoria
mía».
Que el recuerdo de la vida de Jesús, tu hijo
amado,
que le arrastró a una muerte dolorosa en cruz,
nos mueva a entregarnos para hacer realidad
entre nosotros
tus designios de reconciliación y paz, de perdón
y amor.
Padre bueno, queremos hacer de nuestra vida un
canto en tu honor.
Nuestra vida no se guía por la compasión y la
misericordia con el débil.
Pero Tú nos perdonas, sin esperar siquiera a que
te pidamos misericordia.
Haznos comprensivos y justos, instrumentos de
reconciliación.
Danos un corazón grande para amar a los hermanos
sin condiciones,
danos un corazón fuerte para defenderlos contra
las injusticias.
Que te hagamos visible en nosotros en el amor y
en la debilidad,
en la debilidad del que no sabe enojarse con su
prójimo
y en la debilidad del que se compadece de sí
mismo con ternura.
Que tu Iglesia sea modelo de amor y comprensión,
Que brille ante el mundo por su compasión y
generosidad.
Acoge, Señor, con especial cariño a las víctimas
del odio y del terror,
a las víctimas del dinero y de la ambición.
Bendito seas, Dios, Padre de Jesús y Padre
nuestro.
Por Jesús, el justo y compasivo, y en su
presencia y compañía,
queremos brindarte honor y gloria por los siglos
de los siglos.
Amén.
Rafael Calvo Beca
PRINCIPIO
Gracias, Padre,
porque nos tienes preparada la mesa de la
palabra y el pan.
Que esta Eucaristía nos acerque más a Ti,
que te conozcamos mejor, que nos haga pensar
como Tú.
Por Jesús, tu Hijo, Señor nuestro.
OFRENDA
Nuestro pan y nuestro vino, poca cosa,
pero es nuestra vida entera, entregada
plenamente.
Haz que nuestra entrega sea cada vez más una
realidad completa.
Por Jesús, tu Hijo, Señor nuestro.
DESPEDIDA
Nos despedimos, Padre, unos de otros, pero nos
vamos contigo.
Que la fuerza del pan y la palabra
nos haga mensajeros de buenas noticias para
todos.
Por Jesús, tu Hijo, Señor nuestro.
S A L M O 4 0
Elevamos a Dios esta oración en nombre de la
iglesia entera, presentándole nuestros temores y
pidiéndole que nos libre, a nosotros la iglesia,
de nuestras oscuridades.
En Dios pongo toda mi esperanza.
Inclina tu oído hacia mí y escucha mi oración.
Salva mi vida de la oscuridad,
afirma mis pies sobre roca
y asegura mis pasos.
Mi boca entona un cántico nuevo
de alabanza al Señor.
Dichoso el que pone en Dios su confianza.
No quieres sacrificios ni oblaciones
pero me has abierto los ojos,
no exiges cultos ni holocaustos,
y yo te digo: aquí me tienes,
para hacer, Señor, tu voluntad.
Tú, Señor, hazme sentir tu cariño,
que tu amor y tu verdad me guarden siempre.
Porque mi errores recaen sobre mí
y no me dejan ver.
¡Socórreme, Señor, ven en mi ayuda!
Que sientan tu alegría los que te buscan.
Tú, mi Dios, mi Salvador, no tardes.
José Enrique Galarreta