ORACIONES para la EUCARISTÍA    

                             
 

 

                               cristianos siglo veintiuno
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Oraciones para la eucaristía

 

Domingo 24 tiempo ordinario

 

ANÁFORA 

 

Nos alegra y satisface, Dios de todos, darte gracias ahora y siempre.

Llenos de gratitud por tu bondad infinita,

bendecimos tu nombre, Padre santo, y humildemente te alabamos.

El rencor, la venganza y el castigo son creaciones nuestras.

Tuyos son el perdón y la espera y la compasión sin límites.

Formamos parte de un mundo en el que no se perdona fácilmente

y en el que se alimentan divisiones y rencores.

Nos cuesta pensar y actuar como Tú.

Nos guiamos por otras jerarquías de valores, egoístas y pobres,

aunque siempre estemos tratando de hacerlas compatibles con las tuyas.

Haznos transparentes, auténticos, consecuentes con nuestra fe cristiana.

No pretendemos acallar nuestra conciencia con la oración,

pero es hora y momento de ensalzar tu amor y tu misericordia

cantando con alegría este himno de alabanza.

 

                   Santo, santo…

 

Gracias, Señor y Padre nuestro, por tu hijo Jesús, nuestro guía y maestro.

El se mantuvo en continuo contacto contigo y de Ti lo aprendió todo.

De su humanismo hemos aprendido

que el ser humano no sería imagen tuya

si suprimiera el perdón y la paciencia, la compasión y la ternura,

pues sólo el que perdona las ofensas al hermano

puede invocar el perdón de sus pecados

y experimentar la reconciliación dentro de sí.

Jesús nos ha enseñado que no buscas esplendores de culto,

que sólo te contenta el corazón de las personas

y las buenas obras que les salgan de dentro.

Nos predicó con una vida entregada, puesta al servicio de los demás,

que simbolizó en unos sencillos gestos de una comida en familia.

 

El mismo Jesús, la noche en que iban a entregarlo, cogió un pan,

te dio gracias, lo partió y dijo:

«Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros;

haced lo mismo en memoria mía».

 

Después de cenar, hizo igual con la copa, diciendo:

«Esta copa es la nueva alianza sellada con mi sangre;

cada vez que bebáis, haced lo mismo en memoria mía».

 

Que el recuerdo de la vida de Jesús, tu hijo amado,

que le arrastró a una muerte dolorosa en cruz,

nos mueva a entregarnos para hacer realidad entre nosotros

tus designios de reconciliación y paz, de perdón y amor.

Padre bueno, queremos hacer de nuestra vida un canto en tu honor.

Nuestra vida no se guía por la compasión y la misericordia con el débil.

Pero Tú nos perdonas, sin esperar siquiera a que te pidamos misericordia.

Haznos comprensivos y justos, instrumentos de reconciliación.

Danos un corazón grande para amar a los hermanos sin condiciones,

danos un corazón fuerte para defenderlos contra las injusticias.

Que te hagamos visible en nosotros en el amor y en la debilidad,

en la debilidad del que no sabe enojarse con su prójimo

y en la debilidad del que se compadece de sí mismo con ternura.

Que tu Iglesia sea modelo de amor y comprensión,

Que brille ante el mundo por su compasión y generosidad.

Acoge, Señor, con especial cariño a las víctimas del odio y del terror,

a las víctimas del dinero y de la ambición.

Bendito seas, Dios, Padre de Jesús y Padre nuestro.

Por Jesús, el justo y compasivo, y en su presencia y compañía,

queremos brindarte honor y gloria por los siglos de los siglos.

Amén.

Rafael Calvo Beca

 

 

PRINCIPIO

 

Gracias, Padre,  

porque nos tienes preparada la mesa de la palabra y el pan.

Que esta Eucaristía nos acerque más a Ti,

que te conozcamos mejor, que nos haga pensar como Tú.

Por Jesús, tu Hijo, Señor nuestro.

 

 

OFRENDA

  

Nuestro pan y nuestro vino, poca cosa,

pero es nuestra vida entera, entregada plenamente.

Haz que nuestra entrega sea cada vez más una realidad completa.

Por Jesús, tu Hijo, Señor nuestro.

 

 

DESPEDIDA

 

Nos despedimos, Padre, unos de otros, pero nos vamos contigo.

Que la fuerza del pan y la palabra

nos haga mensajeros de buenas noticias para todos.

Por Jesús, tu Hijo, Señor nuestro.

 

 

 

S A L M O   4 0

 

 

Elevamos a Dios esta oración en nombre de la iglesia entera, presentándole nuestros temores y pidiéndole que nos libre, a nosotros la iglesia, de nuestras oscuridades.

 

 

En Dios pongo toda mi esperanza.

Inclina tu oído hacia mí y escucha mi oración.

Salva mi vida de la oscuridad,

afirma mis pies sobre roca

y asegura mis pasos.

 

Mi boca entona un cántico nuevo

de alabanza al Señor.

Dichoso el que pone en Dios su confianza.

 

No quieres sacrificios ni oblaciones

pero me has abierto los ojos,

no exiges cultos ni holocaustos,

y yo te digo: aquí me tienes,

para hacer, Señor, tu voluntad.

 

Tú, Señor, hazme sentir tu cariño,

que tu amor y tu verdad me guarden siempre.

Porque mi errores recaen sobre mí

y no me dejan ver.

 

¡Socórreme, Señor, ven en mi ayuda!

Que sientan tu alegría los que te buscan.

Tú, mi Dios, mi Salvador, no tardes.

 

José Enrique Galarreta