Bendito sea tu santo nombre, Dios, Padre
nuestro.
Bendito y alabado seas por toda la humanidad,
como Tú mereces.
Tú sabes, Señor, cómo deseamos de todo corazón
que todos los seres humanos te alaben, te
respeten y te quieran.
Nuestro sueño es que se haga realidad tu Reino,
tu proyecto de humanidad,
que nadie de nosotros se erija en superior ni en
opresor de nadie,
que nos comportemos unos con otros como
verdaderos hermanos
y que todos los seres humanos seamos íntimamente
felices.
Pero cuando despertamos de nuestro sueño, vemos
un mundo muy distinto
y se nos antoja tarea casi imposible
reconducirlo al patrón que hemos soñado.
Tenemos esperanza porque vamos contigo en la
lucha por este mundo mejor,
Tú haces posible la utopía. Gracias, Padre.
Hacer tu voluntad es simplemente querernos entre
nosotros.
Permítenos que te digamos que eres un Dios
bueno, próximo, entrañable,
que es nuestro mayor orgullo tener un Dios como
Tú.
En nombre de todos tus hijos, nuestros hermanos
repartidos por el mundo,
entonamos en tu honor, este canto de alabanza y
agradecimiento.
Santo, santo…
Gracias, Padre, por haberte revelado a nosotros
por medio de tu hijo Jesús.
Él ha sido nuestro guía para descubrirte y para
conocer la verdad.
La palabra de Jesús es tu verdad encarnada, tu
verdad en lenguaje humano.
Jesús ha dicho siempre verdad
Nos
ha desvelado
que
no hay más verdad que la fraternidad sentida y
efectiva,
extensiva además a toda la creación, de la que
somos responsables.
Jesús ha sido siempre fiel a tu verdad.
No quiso ser servido como rey y se puso al
servicio de los más pobres,
No quiso ser primero ni poderoso, no buscó las
honras de este mundo,
le bastó con sentirse querido por unos pocos,
porque dándose a los demás,
te encontró a Ti y se encontró a si mismo
plenamente realizado como hombre.
Gracias de nuevo, Padre, por el testimonio de tu
hijo Jesús,
que luchó durante toda su vida y hasta su muerte
por hacer verdad tu reino.
El Señor Jesús, la noche en que iban a
entregarlo, cogió un pan,
dio gracias, lo partió y dijo:
«Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros;
haced lo mismo en memoria mía».
Después de cenar, hizo igual con la copa,
diciendo:
«Esta copa es la nueva alianza sellada con mi
sangre;
cada vez que bebáis, haced lo mismo en memoria
mía».
Queremos, Padre santo, proclamar ante el mundo
la verdad de Jesús,
su vida y muerte terrenal, su vida eterna y
enteramente feliz en Ti.
Le costó la vida su lucha contra la injusticia y
la mentira.
Jesús
fue
rey crucificado, rey por ser el servidor de
todos, paradoja de Dios.
Jesús no se nos impone ni con promesas ni con
amenazas,
a Jesús, tu hijo, lo queremos seguir
voluntariamente, como
nuestro
líder,
porque nos convencen él y su palabra, porque su
verdad nos hace libres.
Y queremos ser portavoces de su evangelio, sin
paliativos ni recortes.
El mensaje de Jesús es la verdad, luz del mundo
que no podemos ocultar.
Envía tu Espíritu sobre esta comunidad que se
confiesa necesitada de Ti.
Nos falta amor y generosidad, parece a veces que
hasta nos cuesta sonreír,
todavía huimos del hambriento, el enfermo, el
inmigrante, el encarcelado,
No nos sentimos hermanos cabales de todos
nuestros hermanos
y
hemos de bajar del pedestal de rey al dinero y
el poder.
Pero Tú estás dispuesto a hacer el milagro de
nuestra conversión
con sólo un poco que pongamos de nuestra parte.
Haznos creer que podemos hacer del género humano
una auténtica familia.
Danos seguridad, fe en nosotros mismos, para que
no desfallezcamos
y tratemos de plasmar en nuestras vidas las
consignas de tu Reino.
Con Jesús, tu hijo, heraldo de la verdad, a Ti,
Dios, Padre querido,
todo honor y gloria por siempre.
AMÉN.
Rafael Calvo Beca
PRINCIPIO
En la fiesta de Cristo/Rey te damos gracias,
Padre,
porque eres tú quien nos lo ha regalado,
porque podemos conocerle y seguirle.
Haz tú que sea verdaderamente él quIeN reine en
nuestro corazón.
Por Jesús, tu hijo, nuestro Señor.
OFRENDA
Nuestro pan y nuestro vino en tu mesa;
acéptanos, Padre:
que nuestra vida entera esté entregada
completamente a tu Reino.
Por Jesús, tu hijo, nuestro Señor.
DESPEDIDA
Gracias, Padre, por esta eucaristía que nos has
regalado.
Gracias por la palabra y por el pan.
Y gracias sobre todo por tu mejor regalo,
por Jesús, tu hijo, nuestro Señor.
ORACIÓN
Hoy sí que no podemos orar juntos más que
recitando la oración de Jesús, la oración de los
hijos, la oración del Reino.
Que todos le conozcan y le alaben, que el reino
se realice, que se cumpla el sueño de Dios, que
haya pan y perdón y libertad.
Por encima de todas nuestras pequeñas peticiones
de cada día, ahora expresamos el más íntimo
deseo del que sigue a Jesús, los mismos deseos
del mismo corazón de Jesús.
Padre nuestro que estás en el cielo:
santificado sea tu nombre,
venga a nosotros tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el
cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día.
Perdona nuestras ofensas
como también nosotros
perdonamos a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en la tentación
y líbranos del mal.
José Enrique Galarreta