ORACIONES para la EUCARISTÍA    

                             
 

 

                               cristianos siglo veintiuno
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Oraciones para la eucaristía

 

EL PERDÓN

(DOMINGO 4º CUARESMA)

 

ANÁFORA

 

Gracias, Padre santo, Dios misericordioso,

porque nos amas sin descanso, como nunca comprenderemos,

y porque no tomas en cuenta nuestros numerosos fallos y debilidades.

No nos cansaremos de repetir tu nombre, Padre bueno, Dios de bondad,

porque siempre podemos encontrar en ti comprensión y perdón.

Gracias, Señor, porque tienes misericordia de nosotros,

eres nuestro refugio y consuelo

y nos haces partícipes de tu mismo ser, de tu vida, la vida eterna.

Nuestra alegría es saber que eres nuestro Padre y Madre entrañable.

Y llenos de esa felicidad nos sentimos hijos tuyos

y te bendecimos entonando este himno de alabanza.

 

Santo, santo…

 

Sabemos, Padre Dios,

porque así te retrató tu hijo Jesús en su parábola del padre bueno,

que estás siempre al borde del camino,

esperando con los brazos abiertos nuestro regreso a casa.

Y que al igual que Tú, hemos de sembrar tu amor y tu continuo perdón,

amando y perdonando a todos los hermanos con generosidad.

Nos enseñó Jesús con sus palabras y hechos

a querer lo mejor para todos y ayudar a quien más nos necesite.  

Insistió en el perdón entre nosotros,

porque eso era imprescindible y previo a la oración,

y nos dio ejemplo al buscar excusas y perdonar a los que le crucificaban.

Al despedirse, nos pidió que le recordáramos en torno a una mesa,

el lugar más entrañable para el encuentro de una familia,  

y nos invitó a compartir un pan y una copa de vino,

para recordar su entrega total a los hombres.

 

Jesús, la noche en que iban a entregarlo, cogió un pan,

dio gracias, lo partió y dijo:

«Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros;

haced lo mismo en memoria mía».

 

Después de cenar, hizo igual con la copa, diciendo:

«Esta copa es la nueva alianza sellada con mi sangre;

cada vez que bebáis, haced lo mismo en memoria mía».

  

Sabemos, Dios Amor, que nuestros egoísmos no despiertan tu ira,

pero sí causan desgracia y tristeza en nuestros hermanos.

Somos ruines y tacaños al regatear el perdón a nuestros prójimos.    

Por eso te rogamos, Padre de la generosidad,

que nos comuniques tu Espíritu, hasta que nos rebose,

y así manifestar con nuestras obras tu amor y tu bondad.

Queremos parecernos a ti, Padre de todos, perdonar, sin resentimientos

y repartir entre los que nos rodean el amor que nos has dado.

Te rogamos por las iglesias cristianas,

para que sean modelos de convivencia fraterna.

Y te agradecemos una vez más que hayas acogido en tu compañía

a los amigos y familiares que se nos han adelantado en el camino hacia ti.

Unidos todos nosotros y con tu Hijo Jesús

en esta comida de hermandad,

queremos brindar en tu honor ahora y todos los días de nuestra vida.

AMÉN.

  

Rafael Calvo Beca

 

 

SALUDO

 

Amigos y hermanos, buenas tardes, que la paz de Jesús esté con vosotros. Cuarto domingo de Cuaresma, en menos de veinte días, Semana Santa. Y nos preparamos para celebrarla bien, con este tiempo de Cuaresma.

 

Venimos a la Eucaristía como acudían a Jesús todos los pecadores, llenos de esperanza. Porque es el Padre el que nos llama, nos acoge, nos perdona. Nos presentamos ante Él tal como somos, nos reconocemos pecadores delante de nuestro Padre.

 

 

PRINCIPIO

 

Padre nuestro que siempre nos acoges, nos perdonas y nos invitas,

te damos gracias.

Prepara tú nuestro corazón para que sea buena tierra

que reciba con generosidad tu Palabra.

Por Jesús, tu hijo, nuestro Señor.

 

 

OFRENDA

 

Ponemos en tu mesa nuestro pan y nuestro vino,

nuestra carne y sangre, toda nuestra vida.

Queremos que sea como la de Jesús, una ofrenda, entregada a nuestros hermanos.

Por Jesús, tu hijo, nuestro Señor.

 

 

DESPEDIDA

 

Gracias, Padre, por la Palabra y por el Pan.

Gracias porque nos alientas y nos renuevas,

gracias porque siempre nos acompañas.

Gracias, sobre todo,  por Jesús, tu hijo, nuestro Señor.

 

 

A Propósito del SALMO 42-43

 

Un sacerdote desterrado añora su servicio en el Templo, suspira por la Casa del Señor. Como nosotros, que entendemos la belleza del Reino y suspiramos por él.

 

Como suspira una cierva por las aguas vivas

así suspira mi alma

por Ti, mi Dios.

Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo

¿cuándo iré a contemplar el Rostro del Señor?

No tengo otro pan que las lágrimas, de día y de noche

yo que escucho decir cada día

"¿dónde está tu Dios?"

 

"¿Dónde está tu Dios?". Tirados en el desierto de la vida, acosados por tanta oscuridad, por tanta sed, nuestro espíritu se levanta hacia La Fuente, añoramos La Vida, en que contemplaremos el Rostro del Señor.

 

¿Qué tienes tú, alma mía, por qué sufres,

por qué gimes en el fondo de mi ser?

Espera en Dios: voy a cantar su nombre,

"Salvador de mi vida, Tú, Dios mío"

Porque Tú eres mi Dios,

Refugio mío, no te olvides de mí,

¿por qué he de vivir en la tristeza

acosado por mis enemigos?

Envíame tu luz y tu verdad, y ellas sean mi guía,

ellas me llevarán a tu montaña, a tu Morada Santa.

 

 

Acosado por mis enemigos, por mi envidia y mi pereza, por mi lujuria y mi avaricia, por mi soberbia, por el pecado que está en las raíces de mi árbol. Pero sé que camino, hacia la Montaña Santa, de donde brota el arroyo del que bebo mientras atravieso el desierto.

 

Envíame tu luz y tu verdad, y ellas sean mi guía,

ellas me llevarán a tu montaña, a tu Morada Santa.

Y subiré hasta el altar del Señor,

del Dios de mi alegría,

y cantaré, y haré sonar mi arpa, Señor, Dios mío.

                                                           

Cantando por el camino del desierto, camino de la Casa del Señor. Alma mía, que sufres añoranza de la Fuente, de la Casa; camina, alma mía por el desierto, y bebe de la Fuente de Jesús, y canta, porque no faltará el Agua en el desierto

 

¿Qué tienes tú, alma mía, por qué sufres,

por qué gimes en el fondo de mi ser?

Espera en Dios: voy a cantar su nombre,

"Salvador de mi vida, Tú, Dios mío"

 

 

José Enrique Galarreta