Oraciones
para la
eucaristía
EL ESPÍRITU
DE DIOS
(Pentecostés)
ANÁFORA
Es de verdad justo que te dirijamos esta acción de
gracias, Padre Dios,
porque has creado y mantienes el maravilloso
universo que nos rodea.
Hoy queremos agradecerte de manera muy especial
que nos estés enviando permanentemente tu Espíritu,
bueno y santo,
que vemos reflejado en el amor que sentimos hacia
los demás,
en el impulso a tender nuestras manos al que nos
suplica ayuda,
en la fuerza interior que nos mueve a hacer siempre
el bien,
en la aspiración a elevarnos sobre las cosas
materiales
y encontrarnos contigo en la oración.
Queremos que todos los seres humanos reconozcan tu
amor y bondad,
y te den gracias porque has derramado tu Espíritu a
toda la humanidad.
En tu honor entonamos este himno de agradecimiento y
alabanza.
Santo, santo…
Te bendecimos y te agradecemos, Padre,
que en la persona de tu hijo Jesús, lo mejor de
nuestro mundo,
hayamos podido contemplar con total claridad la
acción de tu Espíritu.
Tu Espíritu le llevó al desierto, a orar y a
prepararse para la misión,
Tu Espíritu le condujo a evangelizar a los pobres, a
predicar tu reino,
a servir y ayudar a todos, hasta exhalar el espíritu
en la cruz.
Él nos comunicó tu Espíritu, a todos sin excepción,
nos hizo testigos tuyos, y nos pidió que lo
recordáramos
repitiendo estos sencillos gestos y palabras…
El mismo Jesús, la noche en que iban a entregarlo,
cogió un pan,
te dio gracias, lo partió y dijo:
«Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros;
haced lo mismo en memoria mía».
Después de cenar, hizo igual con la copa, diciendo:
«Esta copa es la nueva alianza sellada con mi
sangre;
cada vez que bebáis, haced lo mismo en memoria mía».
Creemos, Padre, que estás volcando cada día sobre
nosotros
el mismo Espíritu que admiramos en tu hijo Jesús.
No permitas que sigamos desperdiciando todo ese
tesoro.
Que tu santo Espíritu, Señor,
nos dé luz, empatía, para comprender a los demás
y un amor auténtico, generoso, sin altibajos,
universal,
para que todos, creyentes y no creyentes, seamos
realmente uno.
Haznos sensibles a la acción de tu Espíritu,
que nos
mueva
a luchar con eficacia por un mundo más humano
y reaccionemos con firmeza ante las injusticias que
vemos.
Queremos vivir en tu Espíritu, vivir en
tu
amor,
para honra y gloria tuya, Padre Dios, por Cristo y
con él, ahora y siempre.
AMÉN.
Rafael Calvo Beca
PRINCIPIO
Venimos a tu mesa, Padre,
porque necesitamos tu Viento para nuestra
vida,
necesitamos sentirlo y disfrutarlo.
Te pedimos que lo sintamos en esta
Eucaristía,
que sintamos renovada nuestra fe.
Por Jesús, tu hijo, nuestro Señor.
OFRENDA
Tu Viento, Padre, llevó a Jesús a entregarse
por entero,
como pan y como vino.
Llena de ese Viento nuestra vida,
para que sea plenamente pan y vino para la
vida de todos.
Por Jesús, tu hijo, nuestro Señor.
DESPEDIDA
Te damos gracias, a Ti que eres Padre,
Palabra y Viento.
Te damos gracias porque te sentimos, te
escuchamos, te queremos.
Te damos gracias por Jesús,
porque todo esto lo sabemos y lo sentimos
por Él.
Gracias, Padre, por Jesús, tu hijo, nuestro
Señor.
PROPUESTA DE UN CREDO ALTERNATIVO
PARA PENTECOSTÉS Y LA TRINIDAD
Yo creo
sólo en un Dios,
en Abbá,
como creía Jesús.
Yo creo
que el todopoderoso
Creador
del cielo y de la tierra
es como mi
madre y puedo fiarme de Él.
Lo creo
porque así lo he visto en Jesús, que se sentía hijo.
Yo creo
que Abbá no está lejos sino cerca, al lado, dentro
de mí,
creo
sentir su aliento como un brisa suave que me anima
y me hace
más fácil caminar.
Creo que
Jesús, más aún que un hombre
es
enviado, mensajero.
Creo que
sus palabras son palabras de Abbá
Creo que
sus acciones son mensajes de Abbá.
Creo que
puedo llamar a Jesús
la palabra
presente entre nosotros.
Yo solo
creo en un Dios,
que es
padre, palabra y viento
porque
creo en Jesús, el hijo,
el hombre
lleno del espíritu de Abbá.
José Enrique Galarreta
AL VIENTO DE TU ESPÍRITU
Al viento de tu Espíritu,
que animó y ordenó, desde el inicio, la
creación toda
e infundió aliento de vida en todas las
criaturas
salidas de tu querer y manos,
nos colocamos, Señor.
Al viento de tu Espíritu,
que guió a tus profetas y mensajeros,
y a todo tu pueblo -hombres, mujeres y
niños-,
por los ambiguos caminos de la historia,
nos aventuramos, Señor.
Al viento de tu Espíritu,
que penetró y remansó en el corazón
y vientre de María de Nazaret,
haciéndola portadora de vida y esperanza,
vivimos, Señor.
Al viento de tu Espíritu,
que se apoderó de Jesús Nazareno
y lo llenó de fuerza y ternura
para anunciar la Buena Nueva a los pobres,
nos apostamos, Señor.
Al viento de tu Espíritu,
que se llevó en Pentecostés los prejuicios y
miedos,
y abrió de par en par las puertas del
Cenáculo,
para que toda comunidad cristiana
fuera siempre sensible al mundo,
libre en su palabra,
coherente en su testimonio
e invencible en su esperanza,
nos abrimos, Señor.
Al viento de tu Espíritu,
que se lleva, hoy, los nuevos miedos de la
Iglesia,
critica en ella todo poder que no sea
servicio
y la purifica con la pobreza y el martirio,
nos reunimos, Señor.
Al viento de tu Espíritu,
que sopla donde quiere, libre y liberador,
vencedor de la ley, del pecado, de la
muerte,
y alma y aliento de tu reino,
obedecemos, Señor.
Florentino Ulibarri