Mc 9, 38-41
38
Le dijo Juan:
-
Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios invocando
tu nombre y hemos intentado impedírselo, porque no nos
seguía a nosotros.
39
Pero Jesús le replicó:
- No
se lo impidáis, pues nadie que actúa con fuerza como si
fuera yo mismo puede al momento maldecir de mí.
40
O sea, que quien no está contra nosotros está a favor
nuestro.
41
Así pues, quien os dé a beber un vaso de agua por razón de
que sois del Mesías, no quedará sin recompensa, os lo
aseguro.
Lc
9, 49-50
49
Intervino Juan y dijo:
-
Jefe, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre y
hemos intentado impedírselo, porque no te sigue junto con
nosotros.
50
Jesús le repuso:
- Nada
de impedir, pues el que no está contra vosotros está a favor
vuestro.
Soy
consciente de que lo que voy a escribir hoy no va a servir
de mucho. Todos seguiremos actuando igual. Sin embargo, lo
importante es no perder de vista la Utopía. Nos ayudará a
madurar en la fe.
En el
tema se ha invertido mucha tinta. Y el tema es: ¿el
cristianismo es una religión? ¿Fundó Jesús una religión?
¿Qué diferencia hay entre una fe en Jesús y una religión
cristiana? Añadan un sinfín de preguntas similares y
ampliatorias.
Vaya
por delante una comparación. La religión católica es a la fe
en Jesús algo similar a lo que fue la Torá para el creyente
israelita.
La
Torá es un nombre hebreo que significa, en primer término
ley. Después pasa a significar todas las leyes recogidas en
el Pentateuco. Más tarde, Torá es todo el Pentateuco. Y
finalmente se convierte en un sinónimo del Antiguo
Testamento judío.
Es
decir la fe en Yahvé se convierte, poco a poco, en la
religión israelita que encuentra su piedra angular en “la
palabra” de Yahvé. La palabra de Yahvé escrita en las
tablas.
En
principio eran diez las palabras de Yahvé. Y aunque se
resumían en dos, se multiplicaron con el tiempo, creando una
complicada y muy estructurada religión.
Las
diez palabras fueron inicialmente como las fronteras que no
podían ser traspasadas si no querían volver a la animalidad
irracional. Para ser un pueblo desarrollado Israel no podía
mentir, ni matar, ni robarle la mujer al vecino; tenía que
respetar a sus padres. Y para ser racional y pertenecer al
pueblo de Israel tenía que respetar y amar como único Dios a
Yahvé, y al prójimo como si fuera uno mismo.
Con
esas palabras de Yahvé, el paso hacia adelante que daba el
hombre era impresionante.
Los
teólogos y juristas de Israel cogieron “las palabras” de
Yahvé y fueron interpretando y añadiendo hasta formular 613
leyes, que una vez estudiadas, interpretadas, acopladas a
las circunstancias fueron creciendo y multiplicándose en
escuelas según las tendencias de los diferentes maestros,
hasta ahogar la fe en Yahvé y convertirla en religión
insoportable, ridícula, hipócrita, esclavizante.
Habían
elevado la ley a categoría divina de “salvadora”. Incluso
esa Ley se identificó al mismo Dios.
Así
llegó la Ley judía a ser una parálisis. Esa ley, que sacó al
pueblo de la animalidad asilvestrada y de la esclavitud, se
convirtió en muerte. La religión judía, la Torá, hundía cada
vez más al pueblo. Hizo del pueblo de Israel un pueblo
ciego, cojo, estéril, hipócrita, paralítico, materialista y
soberbio.
“Antes de que llegara la fe, es decir, la adhesión a Jesús,
estábamos custodiados por la ley, encerrados”
“Así la Ley era nuestra niñera, hasta que llegase el Mesías
y fuésemos rehabilitados por la fe”.
“En
cambio una vez llegada la fe, ya no estamos sometidos a la
niñera, pues por la adhesión al Mesías Jesús sois todos
hijos de Dios”.
“Mientras el heredero es menor de edad, en nada se
diferencia del esclavo, aunque es dueño de todo, lo tienen
bajo tutores y curadores”.
“Igual nosotros, cuando éramos menores estábamos
esclavizados por lo elemental del mundo (la Ley).”
Todo
de Pablo en la carta a los Gálatas
Es
gran cosa conseguir la libertad, la paz y la madurez para
adherirse a Jesús sin necesitar niñeras. Sin niñera puedes
cometer muchas tonterías, pero con niñera siempre serás un
niño, sin madurez ni libertad.
Según
los historiadores y estudiosos, la Palabra de Jesús florecía
en grupos seguidores de Jesús, reunidos a modo de
comunidades de base. Con dificultades, con errores, con
mártires, con persecuciones, acusados incluso de ser ateos
por no tener templos ni casas para sacerdotes. Creían en
aquello de la levadura y de la sal.
Duró
unos trescientos años. Tres siglos. Pero entonces dijo un
tal Constantino: “Todo esto os daré si colaboráis conmigo”
Y de
pronto, los obispos se convirtieron en señores, recibieron
palacios, poder para influir en la marcha del Imperio. Se
les concedió un Derecho eclesiástico. Crearon un
funcionariado que no pagaba impuestos y gozaba de multitud
de privilegios. Nació la nueva raza o clase social del
clero.
Había
nacido la religión cristiana y con ella la gloriosa
Cristiandad, nacida del evangelio de Jesús, pero
transformada en Derecho Canónico, y fuente de poder.
La
religión se encargó de proteger, encauzar, controlar. La
religión suplantó la adhesión personal y libre. Se puso en
lugar de Jesús. Era la religión la que salvaba. Fuera de la
religión no había salvación. Exactamente como hacen hoy los
partidos políticos: actúan como una religión.
No
luchemos contra la religión, pero escojamos seguir a Jesús.
La religión hizo y hace el bien a la sociedad. Pero nunca
podrá ponerse en el lugar de Jesús. Jesús está por encima de
todas las religiones.
¿Viene
a pelo esta anécdota?
Poco
antes de que se lo llevaran de Córdoba a Málaga para morir,
una amistad común a Juan Mateos y mía, lo sacó en coche por
la sierra de Córdoba para dar un paseo. Mientras
contemplaban el bello paisaje, esa amistad común le preguntó
a Juan Mateos:
-
Juan, si tú te hubieras secularizado, como han hecho tantos
sacerdotes, y te quisieras casar ¿lo habrías hecho con el
rito de la Iglesia?
Respondió Juan Mateos:
-
¡Líbreme Dios!
Confío
en que todos los lectores conozcan la gigantesca figura de
Juan Mateos, número uno en conocimientos del Nuevo
Testamento en lengua hispana, de vida personal intachable.
Luís Alemán