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"¿Estamos apegados a las cosas de la tierra, que pasan rápidamente, o a las palabras del Señor, que permanecen y nos guían hacia la eternidad? Por favor, hagámonos esta pregunta", exhortó este mediodía el Papa, en sus palabras previas al rezo del ángelus desde el balcón del Palacio Apostólico.

En línea con su homilía de la misa con motivo de la Jornada Mundial de los Pobres, celebrada instantes antes en la basílica de San Pedro, y donde nos prevenía frente a la tentación de dejarse llevar en estos tiempos por la angustia, Francisco insistió este mediodía en que "incluso en las tribulaciones, en las crisis, en los fracasos, el Evangelio nos invita a mirar la vida y la historia sin tener miedo de perder lo que acaba, sino con alegría por lo que queda: Dios nos prepara un futuro de vida y alegría".

En este sentido, abundó el Pontífice, "las crisis y los fracasos, aunque dolorosos, son importantes, porque nos enseñan a dar a cada cosa su justo peso, a no atar nuestro corazón a las realidades de este mundo, porque pasarán: están destinadas a pasar".

Frente a ello, Francisco recordó que "Jesús nos habla de lo que permanece. Todo pasa, pero sus palabras no pasarán: permanecen por siempre. Así nos invita a confiar en el Evangelio, que contiene una promesa de salvación y eternidad, y a dejar de vivir bajo la angustia de la muerte"

"A la luz de esta promesa de resurrección, toda realidad adquiere un significado nuevo: todo muere y también nosotros moriremos un día, pero no perderemos nada de lo que hemos construido y amado, porque la muerte será el comienzo de una nueva vida", concluyó sus palabras previas al rezo de la oración del ángelus.

A la hora de los saludos, el Papa se refirió a varios mártires de la persecución religiosa del siglo XX recientemente beatificados y pidió un aplauso para ellos, además de recordar los actos celebrados con motivo de la Jornada Mundial de los Pobres de este domingo, y, al igual que hizo en la eucaristía que presidió, instó a hacernos "una pregunta: ¿me privo de algo para darle a los pobres? ¿Cuándo doy limosna toco la mano del pobre y lo miro a los ojos?... No olvidemos que los pobres no pueden esperar".

Igualmente, el Papa dijo que se unía a la Iglesia en Italia que mañana vuelve a proponer la Jornada de oración por las víctimas y sobrevientes de los abusos, recordando que "cada abuso es una traición a la confianza".

Finalmente, Francisco, reiteró su petición de rezar "por la paz en la martirizada Ucrania, en Palestina, Líbano,, Myanmar, en Sudán... La guerra nos hace inhumanos e induce a tolerar crímenes inaceptables. Que los gobernante escuchen el clamor de los pueblos que piden la paz".

Las palabras del Papa en la oración del ángelus

Queridos hermanos y hermanas, ¡Feliz domingo!
En el Evangelio de la liturgia de hoy, Jesús describe una gran tribulación: «el sol se oscurecerá, la luna ya no dará su resplandor» (Mc 13,24). Ante este sufrimiento, muchos podrían pensar en el fin del mundo, pero el Señor aprovecha la ocasión para ofrecernos una interpretación diferente, diciendo: «el cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán» (Mc 13,31).

Detengámonos pues en esto: lo que pasa y lo que permanece.

En primer lugar, lo que pasa. En algunas circunstancias de nuestra vida, cuando atravesamos una crisis o experimentamos algún fracaso, así como cuando vemos a nuestro alrededor el dolor causado por las guerras, las violencias, las catástrofes naturales, tenemos la sensación de que todo llega a su fin, y sentimos que incluso las cosas más bellas pasan. Sin embargo, las crisis y los fracasos, aunque dolorosos, son importantes, porque nos enseñan a dar a cada cosa su justo peso, a no atar nuestro corazón a las realidades de este mundo, porque pasarán: están destinadas a pasar.

Al mismo tiempo, Jesús nos habla de lo que permanece. Todo pasa, pero sus palabras no pasarán: permanecen por siempre. Así nos invita a confiar en el Evangelio, que contiene una promesa de salvación y eternidad, y a dejar de vivir bajo la angustia de la muerte. Porque mientras todo pasa, Cristo permanece. En Él volveremos a encontrar un día las cosas y las personas que han pasado y que nos han acompañado en nuestra existencia terrenal. A la luz de esta promesa de resurrección, toda realidad adquiere un significado nuevo: todo muere y también nosotros moriremos un día, pero no perderemos nada de lo que hemos construido y amado, porque la muerte será el comienzo de una nueva vida.

Hermanos y hermanas, incluso en las tribulaciones, en las crisis, en los fracasos, el Evangelio nos invita a mirar la vida y la historia sin tener miedo de perder lo que acaba, sino con alegría por lo que queda: Dios nos prepara un futuro de vida y alegría.

Así pues, preguntémonos: ¿estamos apegados a las cosas de la tierra, que pasan rápidamente, o a las palabras del Señor, que permanecen y nos guían hacia la eternidad? Por favor, hagámonos esta pregunta.

Oremos a la Santísima Virgen: que María, que se ha confiado totalmente a la Palabra de Dios, interceda por nosotros.

 

José Lorenzo

Religión Digital