¿Estaba también flirteando con una periodista rubia, se lio con su último "smartphone" y no atinó a avisarnos…? ¿Cómo no frenó lo imparable? ¿Cómo el Dios del amor pudo permitir esos torrentes que arrasaron con todo…? “¿Dónde estaba Dios cuando el barro desbordado…?”, se preguntan en algunos de los foros cristianos en los que estoy suscrito.
El camino espiritual comienza cuando dejamos de eludir responsabilidades y asumimos, tanto personal como colectivamente, nuestro destino, las consecuencias de nuestras acciones. ¿Y si Dios cuando el barro hasta arriba estaba invitándonos a repensar la civilización que hemos creado? ¿Y si nos estaba sugiriendo que por ahí no, que debíamos esbozar un mundo más en comunión con la Tierra nuestra Madre, más fraterno con cuanto palpita…?
La violenta riada desemboque en el lago calmo de la reflexión profunda, ineludible. Nos sobra quizás tanta rebeldía como estruendo de motosierras que arrasan con los hermanos erguidos, como cemento encajonando los ríos, como asfalto inundándolo todo... Hacemos y deshacemos a nuestro antojo, violando a menudo las Leyes superiores y después queremos a Dios en primera línea comandando los ejércitos de salvación. No se trataba de que el Eterno calzara katiuskas y agarrara la más grande de las escobas. Quizás era más cuestión de detenernos a meditar en medio del océano de destrucción y barro. Quizás era la oportunidad que necesitábamos parar reorientar nuestra brújula compartida.
Las pandemias, las danas, las crisis climáticas… nos van acercando interrogantes cada vez más mayúsculos e inquietantes. Quizás haya llegado el momento de atenderlos, de considerar que podría ser de otra forma, con supremo y sagrado respeto por todos los Reinos, por la entera Madre Naturaleza, por el bendito templo físico que a cada uno nos ha otorgado.
Koldo Aldai Agirretxe