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¿TIENE SENTIDO LA CLASE DE RELIGIÓN EN EL CURRÍCULO ESCOLAR?

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Ahora que empezamos un nuevo curso escolar vuelve a tener sentido el preguntarse por lo esencial en la formación de los alumnos, de nuestros jóvenes.

¿Tiene algún sentido que dentro del currículo fundamental la religión figure como una oferta opcional?

Yo soy de las que cree que sí, que la formación del ser humano ha de pasar por descubrir esa dimensión de apertura al Misterio que desde siempre muchos percibieron. El Misterio nos habita y nos descubre nuestro ser; habita el exterior, es decir el otro ser; habita la realidad, es la historia, la sociedad... Es la Fuerza que nos sostiene y nos abre al trabajo esperanzado de seguir en el camino de construir humanidad, de tejer estructuras personales y sociales más humanas, de regenerar nuevas energías.

Desde el inicio del proceso de humanización el ser humano experimentó ese "Algo más" y creó sistemas para relacionarse con Él, no siempre acertados, ni libres de tantas limitaciones que conlleva el ser humano. Sistematizó sus creencias, articuló ritos, escribió las experiencias de su aproximación y comprensión de lo infinito, lo transcendente, lo divino, en libros que llamó revelados.

El Misterio y la dimensión espiritual del ser humano y de la naturaleza son universales, no se puede limitar a un credo, a una iglesia, a un dogma, a unos libros sagrados; nada lo puede encerrar y cuando lo hacemos, ya estamos fuera del Misterio: erramos. ¿Quién puede detener o poseer el aire, encerrar el océano, o la música, o la belleza? En tal caso, cuando decimos que lo hacemos, estamos confundiendo esa música o esa belleza con La Música o La Belleza, con el Aire o el Océano.

¿A dónde voy con todo esto? A mi convencimiento de la necesidad de abrir a nuestros jóvenes a esa dimensión trascendente, a explicársela; a contarles que ha existido siempre, a enseñarles las manifestaciones históricas que han generado libros sagrados, ritos, valores, concepcio-nes de vida, compromiso, estructuras religiosas.

Esta forma de enseñanza de la religión es recoger el legado espiritual que hemos heredado y desentrañar en él sus valores; mirar el pasado sagrado de nuestros ancestros con reverencia. Pretende en primer lugar conocer. Que el conocimiento de lo espiritual tenga equilibrio con tantos otros conocimientos necesarios para la vida: tecnológico, histórico, lingüístico, matemático, etc. Y no formemos expertos e intelectuales analfabetos de lo religioso.

En segundo lugar conocer para tolerar. Si formamos personas que conocen les estamos educando para tolerar lo diferente. Ésta es una de las exigencias más importantes en una sociedad plural cultural, política y religiosa como la que vivimos. En un instituto público de secundaria como el Ramón Llull, instituto tradicionalmente mallorquín, esta semana de inicio de curso, presenté mi asignatura de religión en un grupo donde había alumnos colombianos, polacos, marroquíes, ecuatorianos, indios, chinos, gitanos y de otras provincias de la península.

¿Cómo podemos lograr entender al otro en su diferencia y en su riqueza propia haciendo que se sienta comprendido desde lo más hondo, desde lo más suyo? Yo creo que mucho tiene que ver con la educación en ese conocimiento y reverencia ante lo ajeno y lo propio, y eso pasa necesariamente por el conocer, aprender, estudiar esa pluralidad religiosa. En esa medida depuraremos prejuicios, descubriremos que tememos mucho más en común que aquello o que nos separa.

En tercer lugar y como objetivo final: valorar. Es necesario hacer un esfuerzo desde la educación para enseñar a valorar. No valoramos y somos el único tercio de la humanidad que lo tiene todo, lo gasta todo, lo derrocha todo y ni así somos felices con lo que tenemos.

No sé si valoramos el amanecer y los tonos fascinantes que dibuja en el cielo, los árboles en su belleza y en su silencioso trabajo para depurar nuestro aire, los gorriones en sus insistentes reclamos, los medios, la cultura a la que tenemos acceso, o las familias donde nos hacemos personas. Aprender a valorar, quizás es aprender a mirar.

Este mirar tiene mucho que ver con lo que leía en un bello libro sobre la vida de San Francisco: "Todos los ojos miran, pocos observan, muy pocos ven" (El difícil camí de la misericòrdia, de Martí Àvila i Serra)

Si la clase de religión se sumará al currículo de las materias que educan para que sean cada vez más los que vean, habremos aportado lo más importante del legado de todas las religiones en lo más hondo de su esencia. Entonces les habríamos educado a estar más allá de cualquier credo, como decía el místico Ibn Arabi ya en 1165 en uno de sus tantos bellos poemas:

"Hasta ahora ignoraba a mi compañero si no compartía la misma creencia. Pero ahora mi corazón acoge cualquier forma: pradera de gacelas, ermita para monjes, templo para ídolos, Ka'aba para peregrinos, tablas de la Torá y Libro Santo del Corán. Sólo sigo la religión del amor". (Fragmento de la Oda XI).

 

Matilde Gastalver

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