¿EXISTE HAITÍ?
Frei BettoEl terremoto que arruinó Haití nos induce a preguntar: ¿Existe Haití? Hoy sí. Pero ¿y antes de ser asolado por el terremoto? ¿A quién le importaba la miseria de ese país? ¿Quién se preguntaba por qué Brasil había enviado allá tropas a petición de la ONU?
Y ahora ¿será que la catástrofe -la más terrible que he presenciado a lo largo de mi vida- es mera culpa de los desajustes de la naturaleza? ¿o de Dios, que se mantiene silencioso ante el drama de miles de muertos, heridos y desamparados?
Colonizado por españoles y franceses, Haití conquistó su independencia en 1804, lo que le costó un duro castigo: los esclavistas europeos y estadounidenses lo mantuvieron sometido a un bloqueo comercial durante 60 años.
Haití fue invadido por Francia en 1869, por España en 1871, por Inglaterra en 1877, por los Estados Unidos en 1914 y en 1915, permaneciendo hasta 1934, por los Estados Unidos de nuevo en 1969.
En la segunda mitad del siglo XIX e inicios del XX, Haití tuvo 20 gobernantes, 16 de los cuales fueron depuestos o asesinados.
En 1957 el médico François Duvalier, conocido como Papá Doc, se eligió presidente, instaló una cruel dictadura apoyada por los tonton macoutes (una guardia personal) y por los Estados Unidos. A partir de 1964 se convirtió en presidente vitalicio... Al morir en 1971 le sucedió su hijo Jean-Claude Duvalier, o Baby Doc, que gobernó hasta 1986, cuando se refugió en Francia.
Las primeras elecciones democráticas tuvieron lugar en 1990; fue elegido el sacerdote Jean-Bertrand Aristide, cuyo gobierno fue decepcionante. Depuesto en 1991 por los militares, se refugió en los Estados Unidos. Regresó al poder en 1994, y en el 2004, acusado de corrupción y connivencia con Washington, se exilió en Sudáfrica.
Aunque presidido hoy por René Preval, Haití está mantenido bajo tutela de la ONU y ahora, de hecho, ocupado por tropas norteamericanas.
Para el Occidente 'civilizado y cristiano' Haití siempre ha sido un negro inerte en el escaparate, abandonado en su propia miseria. Por eso, los medios de comunicación de los blancos exhiben por primera vez los cuerpos destrozados por el terremoto. Nadie vio, ni por televisión ni en fotos, algo semejante en Nueva Orleans cuando fue destruida por el huracán o en el Iraq asolado por las bombas. Ni siquiera después del paso del tsunami en Indonesia.
Ahora Haití pesa sobre nuestra conciencia, hiere nuestra sensibilidad, nos arranca lágrimas de compasión, desafía nuestra impotencia. Porque sabemos que se arruinó, no sólo por causa del terremoto, sino sobre todo por la indiferencia de nuestra insolidaridad.
Otros países sufren movimientos sísmicos y no por eso son tantos los destrozos y las víctimas. A Haití hemos enviado 'misiones de paz', tropas de intervención, ayudas humanitarias; pero nunca proyectos de desarrollo sustentable.
Terminadas las ayudas de emergencia, ¿quién habrá de reconocer a Haití como nación soberana, independiente, con derecho a su autodeterminación? ¿Quién seguirá el ejemplo de la Dra. Zilda Arns, de enseñar al pueblo a ser sujeto multiplicador y emancipador de su propia historia?
Frei Betto
Adital
(extracto)