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LAS TRADICIONES PUEDEN AHOGAR LA TRADICIÓN

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Es un hecho que nuestra fe en Jesús -el resucitado por Dios- la hemos recibido a través de otros creyentes: nuestros abuelos, nuestros padres, nuestras familias, la convivencia con otros creyentes, la sociedad en la que hemos crecido, libros que escribieron otros creyentes. La fe llegó a través de generaciones. Lo que ellos recibieron nos lo transmitieron a nosotros. Eso es tradición.

A lo largo de la historia, nadie tuvo más seguidores. Ningún hombre partió la historia en dos: ante o después de él. O con él, o contra él. Es difícil ser pasota ante él. Nadie ha defendido al hombre como aquel Hombre. Nadie se ha metido en tantas vidas como aquel Hombre. No fueron las ideologías, ni los concilios, ni las teologías los que nos trajeron su permanente presencia. Fueron sus testigos, de generación en generación, los que nos hablaron de él.

Al morir, quedó una comunidad de testigos. Testigos de su vida, de sus palabras, de su muerte y su resurrección. Esa comunidad fue el primer eslabón. Incluso los evangelios son productos de las primeras tradiciones.

Desde entonces, nunca faltaron las familias y comunidades de testigos creyentes. La historia ha soportado grandes convulsiones. Pasadas las tormentas, sus testigos vuelven a entregar a Jesús a las nuevas generaciones. Ese devenir de comunidades de testigos de Jesús son la base de nuestra fe: ¡tan débil y tan fuerte es nuestro argumento! "Somos de ayer, y llenamos el mundo" dijo en el siglo II un tal Tertuliano. "Nacimos hace dos mil años y aún vivimos", podemos decir nosotros.

¿También se transmite la fe?

No sólo los conocimientos. La misma fe recorre las venas de la historia.

Dice la doctrina que la fe es virtud teologal. Es decir, una virtud que procede de Dios. En último término, es gracia de Dios. Esto, a veces, nos crea problemas porque si es Dios quien la da gratuitamente, si no tuviera fe es que Dios no me ha escogido. Viejo y escolástico asunto.

La fe será una luz procedente de Dios, pero se va transmitiendo como la luz de una vela, de mano en mano. La intervención de Dios en la historia es siempre una dinámica de encarnación. Dios no actúa desde fuera, como un apósito. Sino a través de la acción del hombre. La fe tendrá el ADN de Dios, pero son los testigos (los creyentes) quienes trasportan la mecha, de generación en generación. Por eso un creyente siempre tiende a ser misionero.

Ninguna religión o iglesia concreta tiene derecho de propiedad sobre esa mecha. Las diferentes iglesias cristianas son comunidades de creyentes en Jesús. Ellas se organizaron y se organizan con libertad. Crearon y crean ritos, costumbres y catecismos para recordar y propagar la buena nueva de Jesús. Las tradiciones cuajan en culturas y filosofías diferentes.

Condición imprescindible es que esas diferentes tradiciones de ritos, costumbres y catecismos no pretendan suplantar la gran Tradición: Jesús y su mensaje. Las tradiciones serán lógicas y necesarias, pero pueden falsear la Tradición, pueden desfigurar la fe inicial. ¡Gran conflicto entre Tradición y tradiciones!

1.- Tradiciones folklóricas. Es lugar común la crítica negativa de las tradiciones populares. Esa crítica será razonable si esas tradiciones populares pretenden sustituir el seguimiento de Jesús, por folklores de feria. Y, no cabe duda de que resulta muy grave identificar folklore con Fe (procesiones, imaginería, etc.)

2.- Tradiciones teológicas. Pero resultaría mucho más grave que tradiciones paganas o herencias de la Torah bíblica, hubiesen echado raíces en la misma doctrina y práctica oficial de nuestra fe oficial. Nuestra fe, podría llegar hasta nosotros infectada de tradiciones paganas; o por la teología residual del poder salvífico de la Ley; o por exotismos paganos. Sería como arrastrar una fe con anemia. La iglesia de Jesús ha podido adulterarse –se ha adulterado- por acumulación de falsas e interesadas tradiciones.

Ejemplos.

· Examínese la teología y el rito del bautismo a los recién nacidos. ¿De dónde viene ese rito sacramental? ¿No es consecuencia de errores gravísimos en la forma de entender qué es salvación o de haber leído literalmente los doce capítulos del Génesis o no entender la carta a los romanos de Pablo? El emperador Teodosio, muy cristiano él, decretó (año 381) que no se podía ser ciudadano del imperio si no se era cristiano.
· Jesús acabó con el sacerdocio. El sacerdocio es una figura netamente pagana, incorporada al primitivo pueblo israelita, como intermediario ante Dios. Todo eso se acabó. Ni la misma Iglesia católica se atreve a utilizar la palabra sacerdote al conferir el sacramento presbiteral. Parece imprescindible que las comunidades creyentes tengan un "encargado", una persona venerable que las represente, dirija y sea el vínculo de unidad. Un presbítero. Todo lo demás es tradición paganizante.
· ¿Qué ha pasado con la mesa del Señor? Se ha convertido por mimetismo pagano en santo sacrificio propiciatorio, con un altar desde el que sube al Trono de Dios el humo de nuestro incienso, como humo del cordero sacrificado. ¿Dónde la mesa de comedor que reúne a los hermanos?
· ¿Y el vis a vis del confesionario? ¿Y el sacramento del matrimonio?
· ¿Y el poder temporal en el Reino de Dios, a modo de Estado? ¿Viene eso de Jesús el palestino y su mensaje o del Imperio Romano más la codicia de los episcopoi?
· Etc.

La masa del pueblo llamado católico se identifica hoy masivamente por el bautismo al nacer, la primera comunión, la boda y el funeral. Si se es muy practicante, por el precepto dominical. Y como teología común, la devoción al Papa, a la Inmaculada y al Corpus. ¿Tradición o tradiciones manipuladas?

Sinceramente no confío en otro Concilio, al que invocan tantos cristianos. Algún pasito se daría. Pero no veo a la Curia Romana y a la mayoría de los obispos con intención y fe de autoinmolarse. El problema de las tradiciones que han infectado masivamente nuestra fe, ritos y costumbres fue tratado en todos los concilios. El Vaticano II entreabrió una ventana. Pero incluso lo del latín empieza ya a ponerse en duda.

Acabo de leer en la prensa que la Comisión para la defensa de la Fe de la Asamblea Episcopal de España, presidida por el eminentísimo doctor D. Javier Martínez, Arzobispo de Granada va a sacar una nota condenatoria del teólogo Torres Queiruga.

Este buen señor Martínez, sacó a sus seminaristas de la facultad de teología de Granada para adoctrinarlos él con sus teologías de Comunión y Liberación. ¡Que Dios, el Sagrado Corazón y la Santísima Virgen de las Angustias le amparen! ¡A él y a los granadinos!

 

Luis Alemán

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