EL MATRIMONIO ES EL ÁMBITO IDEAL PARA EL DESARROLLO HUMANO
Fray MarcosMc 10, 2-16
Sigue el evangelio en el contesto de la subida a Jerusalén y la instrucción a los discípulos. La pregunta de los fariseos, no es verosímil, ya que el divorcio estaba admitido por todos. Lo que se discutía acaloradamente eran los motivos que podían justificar un divorcio.
En el texto paralelo de Mateo dice: ¿Es lícito repudiar... por cualquier motivo? Esto sí tiene sentido, porque lo que buscaban los fariseos es meter a Jesús en las discusiones de escuela. Al simplificar la pregunta, Marcos está preparando la respuesta, que no entra en las discusiones de los rabinos sino que da pautas para la comunidad en la que se escribió.
EXPLICACIÓN
Los fariseos saben que la enseñanza de Jesús está en contra de toda arbitrariedad que suponga opresión a la persona. La permisividad de Moisés en esta materia, favorecía un machismo que denigraba a la mujer, y conculcaba sus más elementales derechos; por eso, podían sospechar que su respuesta no iba a estar de acuerdo con él.
Marcos habla para un mundo romano, por eso se desmarca del ambiente judío y al final, habla de la posibilidad de que la mujer se divorcie de su marido, cosa impensable en el ámbito judío.
Al remitir al "principio", Jesús está manifestando que la Ley no tiene valor absoluto. Lo único absoluto es la persona y su desarrollo como tal. Toda norma, todo precepto, todo mandamiento, aunque se promulgue en nombre de Dios, solo es un intento de hacer visible esa voluntad de Dios.
Jesús va directamente a la esencia del problema, tratando de descubrir las exigencias más profundas del ser humano (voluntad de Dios). Dios manifiesta su "voluntad", al crear cada cosa, no imponiendo después obligaciones o restricciones.
En casa, La respuesta es para los cristianos, y manifiesta la doctrina de la comunidad: Repudio, divorcio y adulterio son la misma cosa. Esta doctrina está a años luz del pensamiento judío y nos advierte a nosotros del verdadero problema de las relaciones matrimoniales.
Jesús va más allá de toda ley y trata de descubrir la raíz antropológica del matrimonio (el proyecto de Dios) para potenciar lo verdaderamente humano. El ser humano solo puede desplegar su humanidad en compañía, y una estable relación de pareja alcanza el grado más profundo posible de relación humana.
APLICACIÓN
No se puede hablar de matrimonio sin hablar de sexualidad; y no se puede hablar de sexualidad sin hablar del amor y de la familia. Tenemos así los fundamentos, los cuatro pilares sobre los que se construye la verdadera humanidad.
Es decepcionante que en las materias que más pueden afectar a la plenitud humana, la doctrina oficial no haya avanzado ni un milímetro en los últimos siglos. Seguimos proponiendo como "evangelio" lo que no es más que pura ideología farisaica. La inmensa mayoría no hace ya caso a las enseñanzas oficiales, pero los que hacen caso, caen en una esquizofrenia deshumanizadora.
Los evangelios no nos dan la oportunidad de hablar de la sexualidad porque no hablan nunca de ella. Hoy sería un tema de primera magnitud, porque debería ser uno de los pilares del equilibrio psicológico de todo ser humano. No tenemos más que recordar las torturas que hemos padecido todos por causa de enseñanzas exclusivamente represivas que se nos han inculcado.
Bien encauzada se convierte en instrumento de humanidad. Pero como el agua, si nos limitamos a retenerla con un dique, terminará sobrepasándolo y haciendo estragos.
El matrimonio es el estado natural de un ser humano adulto. En el matrimonio se despliega el instinto más potente y envolvente de todo ser humano.
Todo ser humano es por su misma naturaleza sexuado. Bien entendido que la sexualidad es algo mucho más profundo que unos atributos biológicos. Cuánto sufrimiento se hubiera evitado y se puede evitar todavía hoy si se tiene esto en cuenta. La sexualidad es una actitud vital instintiva que lleva al individuo a sentirse hombre o mujer, a veces en contradicción con los mismos órganos.
Para desenmascarar la ideología y mitología que sigue condicionando todo discurso sobre el tema, el mejor camino sería compararlo con otro de los instintos más fuertes, el comer. Los instintos consiguieron asegurar sus objetivos por medio de mecanismos biológicos que producen placer o dolor. Tanto el placer como el dolor no son los objetivos últimos del instinto sino los medios más poderosos para garantizar el objetivo del instinto.
El ser humano tiene dos opciones: o pone toda su capacidad cerebral al servicio de placer, deshumanizando el instinto; o pone su capacidad intelectiva al servicio del objetivo del instinto, humanizándolo y sublimándolo.
A quién se le ocurriría decir que cocinar un alimento para que sea más agradable es pecado. Pues exactamente eso es lo que hemos hecho con la sexualidad. Mientras más agradable sea una comida, más a gusto se encontrarán los comensales y más capacidad tendrá de potenciar la relación humana.
Un verdadero matrimonio debe sacar todo el jugo posible de la sexualidad humanizándola al máximo. Esa humanización solo es posible cuando en la relación los seres humanos potencian la capacidad de darse al otro y ayudarle a ser más humano.
En esta posibilidad de humanización no hay límites. Pero tampoco lo hay en la capacidad de utilizar la sexualidad para deshumanizar y deshumanizarse. La línea divisoria es tan sutil que la inmensa mayoría de los seres humanos no llegan a percibirla con claridad.
La diferencia está en la actitud de cada persona. Siempre que se busca por encima de todo el bien del otro, la relación es positiva. Siempre que se busca en primer lugar el placer personal, incluso a costa del otro, la relación es deshumanizadora.
El matrimonio no es una patente de corso, dentro del cual todo está permitido. Yo he tenido que dejar de decir en las bodas que había más abusos sexuales dentro del matrimonio que fuera de él. Y sin embargo estoy convencido de que es verdad.
Si no viviéramos en sociedad, bastaría con que dos personas se amasen para desplegar su sexualidad. Pero como vivimos en sociedad, es preciso acomodarse a las normas que hacen posible una convivencia verdaderamente humana.
Cuando dos jóvenes deciden ir a vivir juntos sin más explicaciones y sin tener en cuenta su entorno, están haciendo un verdadero disparate antropológico. Antes o después la sociedad les negará la acogida indispensable para poder desarrollar una vida social. Es contradictorio que se salten a la torera las normas más elementales y después exijan derechos que renunciaron de antemano.
El mayor enemigo del matrimonio es el hedonismo que invade todas las parcelas de las relaciones humanas. Este afán de buscar en todo lo agradable, lo que me apetece, lo que me da más placer, lo que menos me cuesta, etc., es lo que nos incapacita para unas relaciones verdaderamente humanas. Esta búsqueda de placer a cualquier precio, arruina toda posibilidad de una relación de pareja.
Desde la perspectiva hedonista, la pareja estará fundamentada en lo que el otro me aporta, nunca en lo que yo puedo darle. La consecuencia es nefasta: las parejas se mantienen mientras se consiga del otro lo que me beneficia a mí.
Esta es la razón por la que más de la mitad de los matrimonios se rompen, sin contar los que ni siquiera se plantean la unión estable sino que se conforman con sacar en cada instante el mayor provecho de cualquier relación personal.
Si una relación de pareja no está fundamentada en el verdadero amor, no tiene nada de humana. Las primeras comunidades cristianas supieron descubrir el riquísimo contenido de una relación de pareja, por eso se le dio a esa unión el rango de sacramento.
El sacramento añade al verdadero amor los signos externos de la presencia de Dios que lo hace posible. Para que haya sacramento, no basta con ser creyente, es imprescindible el mutuo y auténtico amor. Con esas tres palabras, que he subrayado, estamos acotando hasta extremos increíbles la posibilidad real del sacramento.
Un verdadero amor es algo que no debemos dar por supuesto. El amor solo surge en la persona desarrollada como humana. No es puro instinto, no es pasión, no es interés, no es simple amistad, no es el deseo de que otro me quiera.
Todas esas realidades son positivas, pero no son suficientes para el logro de más humanidad. Amar es la capacidad de ir al otro y encontrarme con él como persona para ayudarle a ser más humana, experimentando en el don mi crecimiento en humanidad.
Cuando decimos que el matrimonio es indisoluble, nos estamos refiriendo a una unión fundamentada en un amor auténtico, que puede darse entre creyentes o entre no creyentes. Creer que la indisolubilidad es exclusiva de la Iglesia, es demostrar una supina ignorancia antropológica o pensar en la magia de un rito. Puede haber verdadero amor humano-divino aunque no se crea explícitamente en Dios, o no se pertenezca a una religión.
Es absolutamente impensable un auténtico amor condicionado a un limitado espacio de tiempo. Fíjate bien que hablamos de un amor auténtico, no de un amor perfecto. Una de las cualidades más bonitas del amor, es que puede estar creciendo toda la vida.
El divorcio, entendido como ruptura del sacramento, es una palabra vacía de contenido para el creyente. La Iglesia hace muy bien en no darle cabida en su vocabulario. Solo si hay verdadero amor hay sacramento. Pero el verdadero amor hemos dicho que es indestructi¬ble. La mejor prueba de que no existió auténtico amor, es que en un momento determinado se termina.
Después del rito del sacramento, la liturgia repite las palabras que recuerda hoy el evangelio: "lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre". Pero yo digo: la mejor prueba de que Dios no ha tenido arte ni parte, es que se separa. Es frecuente oír hablar de un amor que termina. Ese amor, que ha terminado, ha sido siempre un falso amor.
Dicho esto, hay que tener en cuenta que los seres humanos nos podemos equivocar, incluso en materia tan importante como esta. ¿Qué pasa, cuando dos personas creyeron que había verdadero amor y en el fondo no había más que egoísmo? Hay que reconocer, sin ambages, que no hubo sacramento. Por eso la Iglesia solo reconoce la nulidad, es decir, una declaración de que no hubo verdadero sacramento. Y no hace falta un proceso judicial para demostrarlo.
Si en un momento determinado no hay amor, nunca hubo verdadero amor y no hubo sacramento. Si se trata solo de un contrato entre dos seres humanos, debemos aplicar la ley que regula los contratos; y todo contrato admite la posibilidad de rescisión.
Es muy corriente que se confunda el sacramento con el rito. Un sacramento es el resultado de la unión de un signo con una realidad significada. En este sacramento, el signo son las palabras que se dicen mutuamente los contrayentes (a veces olvidamos que son ellos los ministros del sacramente, no el sacerdote). Lo significado es el verdadero amor. Un signo que no significa nada no es más que un garabato sin sentido.
Puede haber verdadero amor sin sacramento. No puede haber sacramento sin auténtico amor.
No tiene importancia decisiva el lugar donde el rito se realice. Que una boda se realice en la Iglesia, o en el ayuntamien¬to, no afecta a lo esencial. Durante siglos no hubo ninguna ceremonia religiosa específica para el matrimonio entre cristianos. Los trámites que había que realizar ante las instancias civiles, eran la única forma externa (signo) del sacramento para dos personas creyentes.
También aquí existe una ignorancia supina cuando se dice: "me caso por lo civil porque por la Iglesia tendría que ser para toda la vida".
Esto no quiere decir que el rito del sacramento no tenga importancia. Los sacramentos son una necesidad humana, no una exigencia de Dios. La realidad material nos entra por los sentidos, sea directamente sea a través de signos. Las realidades trascendentes solo pueden llegar a la mente a través de los signos.
Los sacramentos ni son magia ni son milagros. En el signo del sacramento se hace presente la realidad significada, que no es otra que el AMOR que es Dios. Al hacer presente esa realidad, facilitamos el poder vivir esa realidad trascendente que de otro modo se nos podría escapar.
Meditación-contemplación
El matrimonio es la verdadera escuela del amor.
Pero es también la prueba de fuego para aquilatarlo.
Ninguna otra relación humana llega a tal grado de profundidad.
En ningún otro ámbito se puede expresar mejor el don total.
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Las ensoñaciones místicas pueden ser engañosas,
pero no hay nada más auténtico
que una relación verdaderamente humana de pareja,
donde se despliegue la capacidad de darse.
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La clave de un verdadero amor no es el equilibrio de intereses,
Sino el descubrimiento del verdadero ser del hombre,
que consiste en darse sin límites al otro
y encontrar en ese don plenitud y felicidad total.
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Fray Marcos