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VIENEN DÍAS MALOS, PELIGROSOS, PERO VIENE TAMBIÉN EL SALVADOR

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Lc 21, 25-28 y 34-36

No sabemos muy bien el sentido exacto ni si las palabras que aquí pone Lucas son exactamente las de Jesús, aunque tengan tantos parecidos con las de Marcos que leímos hace poco, pero sí nos sentimos aludidos por ellas:

"...en la tierra, angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y de las olas, muriéndose los hombres de terror y de ansiedad por las cosas que vendrán sobre el mundo".

Discúlpeme si peco de catastrofista, pero eso está ya pasando. El mar, la naturaleza entera, están en peligro, y no precisamente por causas naturales, sino por nuestro modo concreto de tratarlos. Es clásica la interpretación del Génesis, en la que Dios hace todas las cosas, "su jardín", y pone allí al ser humano "para que cuide el jardín". Pues bien, nosotros estamos destrozando el jardín, y a tal velocidad que no sabemos cuánto puede tardar en quedar irrecuperable.

"Muriéndose los hombres de terror y de ansiedad por las cosas que vendrán sobre el mundo". Las cosas que vienen ya sobre el mundo son el consumo desenfrenado, el ansia obsesiva de poseer y disfrutar, la falta honestidad y respeto, el escandaloso abuso de los poderosos sobre los indigentes.

Y no caen del cielo como una maldición; surgen del corazón de los hombres. El terror y la ansiedad están aquí, en la inmensa multitud de los que pasan hambre, injusticia, opresión, desprecio, deshumanización. Esto ha existido siempre en la historia de la humanidad, pero hoy se ha desbocado hasta amenazar la misma existencia del ser humano y de nuestro plantea, "el jardín de Dios".

Las fuerzas de los cielos han sido sacudidas. Esas fuerzas son nuestras fuerzas, la capacidad humana de elegir el bien, lo correcto, lo humano, lo que en definitiva hace posible la existencia de la humanidad, amenazada por las fuerzas del mal, el mal que nosotros producimos y padecemos. Estamos jugando con fuego, con la muerte.

Al paso que vamos, ni la naturaleza ni la humanidad podrán subsistir muchos años, ni aun quizá pocos.

Y tras este planteamiento, volvemos a Lucas: "Cuando empiecen a suceder estas cosas, cobrad ánimo y levantad la cabeza porque se acerca vuestra liberación". Pues bien, estas cosas ya han empezado, ¿de dónde podemos esperar esa prometida "liberación"?

Lucas lo tiene clatro: "Y entonces verán venir al Hijo del hombre en una nube con gran poder y gloria". Nuestra manía de entender los símbolos como sucesos reales nos impide entender. Nos imaginamos un espectáculo celeste, de nubes y rayos y trompetas, y un Cristo glorioso terrible como el espantoso Juez de Miguel Angel en la Sixtina, arreglándolo todo a mangazos inmisericordes.

Pues no, no es su estilo. Su estilo es la semilla y la levadura y la sal. Y esto no está en sus manos, sino en las nuestras, alentadas por su Viento, por su espíritu. Es decir, que es ahora precisamente cuando llega nuestro tiempo, el tiempo en que la misión que Jesús nos encargó (construir el Reino) se hace más acuciante, más urgente.

"Cobrad ánimo y levantad la cabeza", porque no estamos solos para recomponer este mundo desquiciado. Les añadió una parábola: "Mirad la higuera y todos los árboles. Cuando ya echan brotes, al verlos, sabéis que el verano está ya cerca. Así también vosotros, cuando veáis que sucede esto, sabed que el Reino de Dios está cerca". "Los famosos brotes verdes"... ¿dónde están? ¿Es que alguien puede ver nuestra higuera mundial floreciendo? Pues sí, y no me tachen de ingenuo.

Es claro que nunca se han mostrado tan potentes los hielos y fuegos de los deshumanizadores. Es claro que estamos aterrados por el poder de las grandes fuerzas económicas, mantenidas por los poderes políticos, indiferentes a la destrucción, asesinas de las personas normales y de las naciones. Pero es más claro, para quien tenga ojos, que la inmensa mayoría de las personas hemos pasado de la sumisión resignada a la protesta y a la acción.

Hay dos acciones evidentes, verdes brotes de esperanza: la solidaridad que ha nacido desde hace no muchos años (antes sólo hablábamos de caridad); y la protesta, la subversión, la capacidad de plantar cara a los poderosos del mal.

Hasta en la Iglesia se ven brotes verdes, prometedores, frutos poderosos del Concilio Vaticano II. Son ahora como la hierba, que parece destinada a que todos la pisen, pero nunca muere por eso, sólo muere por la sequía, la falta de agua. Y es claro que infinito número de comunidades cristianas, pequeñas y desprotegidas y aun pisoteadas, están cada vez más verdes, más sanas, más comprometidas, más unidas a Jesús.

El Vaticano II fue semilla y levadura y sal, y mal que les pese a algunos, florece y transforma a la Iglesia con la fuerza de Dios: por eso le tienen muchos tanto miedo, porque no quieren el Reino.

Así que "guardaos de que no se hagan pesados vuestros corazones por el libertinaje, por la embriaguez y por las preocupaciones de la vida...". Es tiempo de opciones, de elegir a qué bando queremos pertenecer: a los de la hierba que brota, de la semilla, la levadura y la sal, o los que pisan la vida, borrachos de libertinaje, de ansias de poder, inflados por su condición, profana o sagrada, pero caracterizada por la abundancia y el poder.

"Estad en vela, pues, orando en todo tiempo para que tengáis fuerza..." Esa es el agua que necesita la humilde hierba del Reino. Verdaderamente necesitamos fuerza, fuerza de Dios, Viento del Padre, Espíritu de Jesús, porque las fuerzas contrarias no las tenemos sólo fuera, sino que se nos cuelan en nuestro propio espíritu y nos corrompen desde dentro. Pero no tenemos miedo.

El Reino, el Proyecto de Dios, no va a fallar: el futuro no es el desastre de la humanidad, el fracaso de Dios, el caos irreversible. El futuro es el Reino, y nosotros, los que nos decimos "Iglesia" somos las manos de Dios, la levadura de Jesús, los que podemos poner sal en las cosas para que no se pudran y tengan sabor. ¡Todo un destino, todo un desafío!

Y no podemos dejar de tener en cuenta que la sal, la levadura, la semilla, actúan de abajo a arriba, desde dentro, con paciencia. Todos los esfuerzos se den en la Iglesia por actuar desde arriba, con espectáculo, desde el poder, nos más que fuegos artificiales que parecen iluminar, que hacen ruido, para ni duran ni producen nada.

Nuestro futuro de constructores del Reino se nasa en la conversión personal, en la oración intensa, en la Cena del Señor, y también la coherencia de nuestra vida con el es tilo de Jesús, en la capacidad de denuncia profética.

Lo que más me gusta de las frases de Lucas es: "cobrad ánimo y levantad la cabeza porque se acerca vuestra liberación".


PROPONGO DOS SALMOS PARA NUESTRA ORACIÓN VOCAL, MEJOR EN COMÚN


SALMO 16

Guárdame, Señor, que me refugio en Ti

Decid al Señor: "Tú eres mi Dios,

Tu eres mi Bien y no deseo otro"

Aunque todo el mundo corra tras sus ídolos

mi herencia eres Tú, Señor.

Eres Tu quien garantiza mi suerte

Eres Tú mi herencia y mi riqueza.

Bendigo al Señor, mi consejero

y lo tengo presente sin descanso.

El Señor a mi diestra. El es mi guía.

Así encuentra mi espíritu la paz

mi corazón reposa seguro

porque Tú no abandonas mi vida.

Tú me enseñas el camino de la vida

y encuentro ante tu rostro

la plenitud de vida y de alegría.

 

SALMO 80

Este salmo presenta la angustia de Israel ante sus enemigos, su miedo a que sus pecados le hayan separado de Dios, y su plegaria a Dios para que le salve. Todos estos elementos los trasladamos al plano espiritual y pedimos a Dios, con estas antiguas fórmulas, la liberación del pecado, el conocimiento, la liberación.

Pastor de Israel, escucha,

Tú que llevas a tu pueblo como un pastor,

Tú que reinas sobre los ángeles, muéstrate,

revela tu poder, y ven en nuestra ayuda.

¡Haznos regresar, Señor, tú que eres poderoso

que aparezca tu rostro y seremos libres!

¿Hasta cuándo, Señor poderoso,

rechazarás la oración de tu pueblo?

Nos alimentas con pan de llanto,

las lágrimas son nuestra bebida.

La gente se ríe de nosotros, nos vence el enemigo.

¡Haznos regresar, Señor, tú que eres poderoso

que aparezca tu rostro y seremos libres!

Tú sacaste esta cepa de Egipto

y la plantaste entre los pueblos.

La cepa prendió y los montes se cubrieron con su sombra.

¿Por qué has roto su cerca y la roban todos los que pasan,

por qué la dejas a merced de los depredadores?

Vuelve al fin, Señor, míranos por fin desde los cielos,

visita tu viña, protégela, pues la plantó tu mano.

Extiende tu mano sobre los hombres

no nos dejes andar lejos de Ti,

devuélvenos la vida, que se alabe tu Nombre.

¡Haznos regresar, Señor, tú que eres poderoso

que aparezca tu rostro y seremos libres!

 

José Enrique Galarreta

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