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Libro de la biblia

* Cita biblica

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Fecha de Creación (Inicio - Fin)

-

EL DESAFÍO DE SOLTAR

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Parir es dar consumación al fruto de las entrañas. Que aquello trabajado entre los sueños y las manos, amasado con esperanzas y temores, eso en lo que se juega nuestra sangre, al fin, sea. Es un punto cumbre, momento crucial. Ver por primera vez la obra del vientre, entre los brazos la creación terminada. Poder nombrarlo, acariciarlo. Confirmar la capacidad creadora: hemos generado vida, con todo el desborde de vértigo que implica sabernos portadores de ese talento imposible. Nuestro barro puede soplar sobre otro barro, y despertarlo. El amor 'lo convierte en milagro', y de esas células o esos pequeños espacios compartidos, la vida brota, estalla su despliegue. Hubo períodos oscuros de incubación, algún sacudón, dolores y cosquillas.

Hasta este día, el parto. Se hace la luz; las tinieblas se retiran para hacerse testigos del fuego nuevo. Es la fascinación ante el don generativo de las manos, el agradecimiento por haber sido vientre cálido y nutricio, el asombro ante la grandeza de la vida que pudo abrirse paso a través nuestro. Es el llanto incontenible por sabernos multiplicadores, por este regalo que se nos confió de amplificar el mundo, por la tarea de transformar y enriquecer, de combinar 'lo que es' para que lo nuevo se haga.

Las manos vacías se llenan con el milagro. La espera se acabó, y podemos acunar la vida entera, su misterio completo y complejo condensado en ese niño que nos ha sido dado.

El parto es también, el primer soltar. Es partirnos para dejar salir, es la partida del fruto. El gesto supremo de dar a luz, es entrega. Lanzar al viento lo recién llegado, como 'canción urgente' que necesita pronunciarse a sí misma. Devolverle a la vida su regalo, que en el momento exacto del alumbramiento deja de ser nuestro y se hace propiedad, nuevamente, del misterio mismo. Es confiarle a la eternidad, ese trozo de sí misma que nos prestó por un rato, para ponerle nuestro sello y retornarlo al flujo de lo que es.

No nos debe nada, el fruto; fuimos tan sólo –y no menos- un campo nutritivo, cueva oscurita donde pudo expandir su levadura. Lleva nuestra impronta, y lo soltamos a la inmensidad del vivir, para que sus propios vientos lo sacudan y lo acunen, lo refresquen y le susurren al oído sus secretos únicos.

Cada parto, puede ser tiempo de miedo.
No podemos cuidar del todo, lo que soltamos.

Es necesariamente, tiempo de la confianza. En lo que pudimos engendrar. En sus dones tan singulares, que nos recogen y nos exceden. En la dinámica vital, que los sostiene y les reclama más, que invita intensamente a la expansión.

Bendita seas, María, que supiste soltar tantas veces...

En Belén, en el templo de Jersualén, en la partida al desierto, en la cruz. Tantos partos. Tantas veces volviste a empujar a la vida a tu Jesús, a confirmarle su originalidad, como en Caná. Tantas veces lo llamaste con ese nombre nuevo, hasta que logró apropiarse de su profeta, de su sanador, de su vino de fiesta.

Alentanos a seguir nombrando a nuestros hijos, a nuestros proyectos, para que se desplieguen más allá de nosotros, para que descubran y lleguen un día a consumar su identidad, a ser abundamente ellos mismos, como lo fue tu hijo.

Celebremos juntos la vida que nos excede, que siempre va más allá de nosotros.

Brindemos por estos nuevos partos de la historia, entre contracciones y lucecitas que asoman.

 

Muy feliz Navidad!

Sandra

2012

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