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HISTORIA Y SÍMBOLO EN EL EVANGELIO DE JUAN

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Jn 2, 1-11

Con este relato Juan empieza lo que se ha llamado "el Libro de los Signos". Juan recoge solamente siete "signos", siete milagros de Jesús, y este es el primero.

Son los siguientes:

• Las bodas de Caná
• El funcionario real
• El paralítico de Betseda
• La multiplicación de los panes
• Camina sobre el mar
• El ciego de nacimiento
• La resurrección de Lázaro.

 

De ellos, las bodas de Caná, el paralítico de Betseda, el ciego de nacimiento y la resurrección de Lázaro no están en los sinópticos. Encontramos aquí, una vez más, una muestra de cómo cada evangelista ha recogido diversas fuentes, y las ha seleccionado y organizado según su intención.

Juan elige siempre sus relatos porque cuenta con que ya son conocidos los hechos y las palabras de Jesús, y está ofreciendo una gran elaboración teológica. No se trata ya de informar: eso ya está hecho. Se trata de una reflexión, para la cual Juan selecciona lo que más le interesa.

En la narración de sucesos, Juan siempre hace lo mismo: cuenta lo que sucedió como medio de comunicar su mensaje. Lo que sucedió tiene valor por lo que significa. Así, en su narración es inseparable el hecho de su contenido, de su significado y su simbolismo. Y no es que el suceso le da una oportunidad para expresar una idea. Lo que pasa es que Juan "ve" lo que significa lo que sucedió.

Es una antiquísima manera de expresarse de toda la Biblia. Cuando Israel escapa del faraón en el Mar de las Cañas, el suceso que ven los ojos es una fuga con suerte. El suceso verdadero es la acción de Dios liberando a Israel. Ese "suceso" es el que nos cuenta el Libro del Éxodo. Del mismo modo, en Caná nos cuenta Juan lo que sucedió, lo que verdaderamente sucedió aunque no lo vieron los ojos.

En Caná, sobre el hecho de la presencia de Jesús en una boda y la "multiplicación" del vino, se construye toda una elaboración teológica sobre quién es Jesús, los Nuevos tiempos, la Plenitud que Jesús significa.

Por otra parte, de los pequeños detalles, de los diálogos, no deben sacarse excesivas conclusiones. Se han dicho miles de cosas sobre esto: Jesús cayó de repente a la boda con sus discípulos y no había vino para todos... María hizo que se precipitara "la hora" de Jesús... No va por ahí. El estilo de Juan nos lleva a sacar conclusiones más profundas, no aplicaciones piadosas inmediatas. En el Evangelio de Juan es imposible separar historia y símbolo. Este es precisamente su género literario, de tal manera que intentar distinguirlos equivale a destruir su manera de transmitir el mensaje. De hecho, en este relato hay tanta teología que resulta completamente imposible reconstruir lo que realmente sucedió.

Para nuestra mentalidad, esto es a veces una dificultad. Nos han convencido de que los evangelios narran solamente historias sucedidas y que todos y cada uno de los detalles que se cuentan sucedieron realmente. No es así. Sobre la base de un suceso se crea un relato teológico, en el cual el significado es mucho más importante que el suceso. Nos guste o no, así tenemos que leer el evangelio de Juan, porque así lo escribió su autor. Por lo tanto, en vez de interesarnos tanto en reconstruir el suceso, nuestra atención se debe centrar en el mensaje que Juan nos dirige. Y el mensaje, como veremos, es riquísimo.


LAS BODAS

Demasiadas veces hemos hablado de Dios como "El Señor", "El Juez". Y sin embargo, la Biblia está llena de esta otra imagen: El Esposo, el Novio enamorado. Lo hemos visto en el precioso texto de Isaías. Un libro entero, el Cantar de los Cantares, presenta a Dios así (tal es al menos la lectura que hace la iglesia). Y esta será la esencia de la última revelación de Jesús, y el eje fundamental del Evangelio de Juan: Dios es Amor. ¿Por qué nos interesan más las imágenes de poder o de juicio que las imágenes de abundancia, de felicidad y de amor?

Nada hay en las relaciones humanas tan estupendo como una boda, la celebración del amor, esa cualidad específicamente humana que significa estar una persona loca por otra, incluso contra toda razón, prudencia o justicia. Una boda es la fiesta que todos armamos para celebrar esa locura. Es el triunfo del amor sobre la vida cotidiana, sobre lo razonable, sobre lo justo. Es como el descanso de fin de semana, en que celebramos nuestra liberación del trabajo y de la utilidad. Y La Biblia ha elegido esta locura para hablar de Dios, de cómo es Dios con nosotros.

La boda, y la abundancia. Seiscientos litros de estupendo vino. El tema conecta con la multiplicación de los panes, con la harina y el aceite que nunca se acababan en los milagros de Elías y Eliseo, con el Banquete que la Sabiduría preparaba a los hombres... Y empieza a avanzar una catequesis de la Eucaristía, en que no es el maná ni la ley lo que nos alimenta, sino la Palabra y el Amor de Dios hechos presentes en Jesucristo.

Juan empieza sus SIGNOS por aquí. Una boda, en que Jesús colabora a la estupenda abundancia de vino. Sin Jesús, la boda hubiera sido triste. Con Jesús, fue lo nunca visto. Increíble Juan. Es estupenda le expresión de este evangelio: "manifestó su gloria". Nos sentimos tan sorprendidos como en aquella "señal" que se ofreció a los pastores en Belén (un niño recién nacido, envuelto en pañales y acostado en un pesebre). Entonces decíamos: ¡extraña señal, un niño pobre nacido en una cuadra! Ahora pensamos: ¡escasa gloria, una boda pueblerina en que se soluciona el problema del vino! Pero la lección es en ambos casos la misma: la gloria de Dios, su señal, es la alegría del reino, que es cosa de sencillos, de pobres; la gloria de Dios fuera del Templo y del poder y de la ley: la gloria de Dios que es siempre la felicidad de sus hijos.


EL VINO NUEVO

Todo el Evangelio de Juan está basado en que Jesús es "La Palabra hecha carne", "la luz que resplandece en las tinieblas", "El Pan de la Vida". Estos son los grandes temas-síntesis que provienen de su propia experiencia personal con Jesús y de una honda reflexión sobre lo que vio, una especie de síntesis y profundización final en la fe.

El vino nuevo y los odres viejos es un tema presente en los Sinópticos. Cambiar el agua vieja por el vino nuevo, entrar en el Banquete del Reino, apreciar la riqueza y la novedad del "Dios con nosotros Salvador que nos invita a la vida de Hijos, a la plenitud humana que produce la presencia de Dios..." En la narración de Caná se hace presente todo esto a partir del suceso histórico. El banquete de bodas, el agua de los antiguos ritos superada por la abundancia y la calidad del vino nuevo, la manifestación de Dios-amor en Jesús, los discípulos que creen en Él...

Está claro que la contemplación del suceso de manera meramente histórica no es suficiente. Juan está presentando quién es Jesús. A veces reducimos el sentido de estos "signos" de una manera casi mágica, como si los milagros de Jesús fueran prodigios que demuestran su poder; como una demostración de fuerza para que quede claro que es más que humano. No es así: los signos son revelación de Dios: este signo muestra, a través de Jesús, que Dios es la abundancia, la novedad, la plenitud muy por encima de lo que la razón puede saber de Él. Esto lo hemos visto en Jesús


EL REINO ES UN BANQUETE, ES UNA FIESTA.

"El Reino se parece a un mercader de perlas, que encuentra una extraordinaria y vende todo lo que tiene y la compra... se parece a un tesoro que un hombre encuentra en un campo, y lleno de alegría, vende todo lo que tiene para comprar el campo".

"Os anuncio una gran Alegría: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido el Salvador".

Y el anuncio del Reino es, desde el principio, el Evangelio, La Buena Noticia.

Es imprescindible que vivamos así nuestra fe en Jesús, como una fiesta. El centro del mensaje es una Noticia increíble: Dios me quiere; todo lo demás se debe entender en ese marco. Es el fondo de la fe: aceptar en lo más íntimo que Dios me quiere. Esta es la fe a que llegó el autor de la profecía de Isaías, que se permite la osadía de presentar a Dios como un novio enamorado. Es la fe que nos ha hecho leer el Cantar de los Cantares como un poema de amor entre Dios y el hombre. Esta es la fe que nos hace ver en el matrimonio un signo de la presencia de Dios. Esta es la primera Buena Noticia, la que lo cambia todo.

Lo primero que se cambia es el sentido del pecado: Dios me quiere como soy, como se ama al hijo enfermo. Porque el amor no surge del aprecio, sino al revés. No se ama a alguien porque es maravilloso. Primero se ama, y luego todo es aceptable, excusable... Esto se entiende a veces mejor en la mera amistad. "Somos amigos"... Y mi amigo puede ser lo que sea, pero le quiero y puede contar conmigo siempre. No le quiero porque es bueno: le quiero. Mis pecados no estorban el amor de Dios. Cuento con Él para que mis pecados no me abrumen. Él es el que quita el pecado, el Salvador, el Libertador. Él quita el pecado porque es la fuerza para librarme del pecado, y porque es el amigo al que no le ofenden mis enfermedades. Es la primera Fiesta: en mi vida no manda el Juez; en mi vida manda mi Madre.

Lo segundo que se cambia es el sentido de "los otros". El amor es contagioso. Descubrimos con alegría que se puede vivir amando y sirviendo. Descubrimos que así el mundo es mejor, más fácil, más "como debe ser". La Gran Noticia hay que anunciarla, hay que compartirla. Hay que hacer un mundo de Hijos que pelean contra el mal, con la fuerza del perdón, con la intransigencia plena contra todo lo que hace sufrir a los Hijos. Esto da sentido a la vida: Dios no está, pero yo sí estoy. Dios no está, pero sus hijos sí están. Toda mi vida está pensada para anunciar la Buena Noticia, tiene valor, tiene sentido. ¿Cuáles son "mis carismas", como les llama Pablo? Es decir, ¿qué instrumentos se me han dado para poder servir, para poder anunciar la Noticia, para hacer creíble el amor de Dios?

 

José Enrique Galarreta

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