JESÚS, IMPURO
José Enrique GalarretaMc 1, 40-45
Imaginar la escena es sencillo, pero debemos enfatizar lo dramático de la misma. A la entrada de un poblado, un leproso incumple la ley y se acerca a Jesús. La reacción de todos sería el escándalo, la alarma, el miedo. El leproso hace un precioso acto de fe: "Si quieres, puedes limpiarme".
La reacción de Jesús no tiene nada que ver con la ley, sino con la profunda humanidad: El mismo texto nos da la clave: "Compadecido". Inmediatamente, el horror de todos sube al máximo cuando Jesús no sólo no se aparta, sino que se acerca más y le toca. Los tres sinópticos usan la misma frase: Extendió la mano y le tocó. Absolutamente inconcebible, escandaloso, contra la ley, contra la prudencia...
La segunda parte del relato tiene otro contenido. El leproso curado debe presentarse a los sacerdotes para que certifiquen la curación, pero Jesús, además, le prohibe que lo cuente. Se trata del famoso "secreto mesiánico", del evangelio de Marcos. Aparece frecuentemente esta idea del secreto. Jesús prohibe que se cuenten sus milagros.
Hay muchas interpretaciones sobre el tema, pero la más común es que Jesús no quiere que las multitudes le sigan como curandero eficaz, que le identifiquen con un Mesías portador de soluciones materiales.
En la tercera parte, se muestra a Jesús acosado por las multitudes, que ya ni entra en las ciudades sino que se queda fuera, en lugares solitarios, acosado por las multitudes que le traen sus enfermos (que es precisamente lo que, al parecer, Él no quería).
REFLEXIÓN
Impuro, y por tanto rechazado.
"Impuro" es un término ampliamente utilizado en el AT., y con significados, aunque similares, bastante diversos. Hay impurezas que son de aspecto más bien higiénico, e incluso que parecen "tabúes" populares. Otras veces se refiere a prescripciones de tipo legal - no tocar cadáveres - o ritual.
El libro de Levítico señala infinidad de causas de impureza. Aparecen también "impurezas" más profundas. Se llega en algún momento a identificar "impuro" con "profanado", oponiendo "impuro y santo". Más aún: Israel considera lo extranjero, la tierra y los hombres como "impuros", ajenos al Pueblo Elegido.
En todos los casos, sin embargo, hay dos características claras: el impuro no puede acercarse a las cosas sagradas, ni al culto; y la purificación consiste siempre en algo puramente ritual. Nunca, en ningún texto, se acompaña la purificación de la impureza con el arrepentimiento o la conversión.
Este concepto planteará graves problemas en el principio de la comunidad cristiana. Son buena muestra de ello los problemas de Pedro, que ha tratado con gentiles y comido alimentos prohibidos, en su visita al centurión en Cesarea, donde se expresa muy claramente que Pedro ha entendido ya la superación que Jesús supone sobre el concepto de "impuro", desde luego respecto a los alimentos, pero mucho respecto a los gentiles. El punto final del tema nos lo da el mismo Pablo en el cap. 14 de la carta a los romanos, indicando el comportamiento que recomienda a los cristianos sobre estos temas.
Jesús ha mostrado respecto a esto dos posturas definitivas.
La primera, respecto a las "impurezas" de tipo legal. Mateo 15 y Marcos 7 recogen la enseñanza del Maestro: " No es lo que entra en el hombre lo que le hace impuro, sino lo que sale del corazón del hombre". Es decir, no se trata de "impurezas legales", de tabúes o mandamientos extraños: se trata de salir del pecado. El pecado no es algo ritual, es la postura del hombre ante Dios.
La segunda, la más importante, la que aparece en este evangelio de hoy: el comportamiento hacia el "impuro", hacia el rechazado. Israel aparta al impuro y al pecador, porque contaminan. Parece que la mayor preocupación del justo es conservarse limpio, se "irreprochable ante Dios". Mezclarse con pecadores, mezclarse con leprosos, mezclarse con extranjeros... es lo mismo: un peligro para la pureza personal.
Pero Jesús, que ha superado la noción de impureza exterior, reacciona ante el pecador sencillamente como médico. Es perfecto el texto de Mateo 8, Marcos 2, y Lucas 5. Le reprochan "comer con los publicanos y los pecadores" y Jesús contesta: "No tienen necesidad de médico los sanos sino los enfermos".
"Pero él, así que se fue, se puso a pregonar con entusiasmo y a divulgar la noticia, de modo que ya no podía Jesús presentarse en público en ninguna ciudad, sino que se quedaba a las afueras, en lugares solitarios. Y acudían a él de todas partes."
¿Estará insinuando Marcos que Jesús fue considerado "impuro" y que no podía entrar en las ciudades, a pesar de lo cual la gente acudía a Él? No está totalmente claro, pero desde luego estaría plenamente justificado en la mentalidad del momento, y sería la máxima expresión de "se hizo todo a todos, para salvarlos".
Es decir, que la actitud de "ante todo salvar", produce escándalo y rechazo de aquellos cuya actitud es "ante todo mantenerse limpio". Y aquí se inscribe el tema del escándalo. Escandalizar por querer ante todo salvar es la consecuencia de seguir a Jesús: seremos rechazados como Él lo fue.
Y es tan rara la postura del hombre que, ante todo, busca el bien del otro, que la existencia de este escándalo puede ser la piedra de toque de que somos o no de Jesús. Pablo habla de otro tema: si alguna acción mía intrascendente (comer o no comer tal o cual cosa) va a producir escándalo, se evita, para no dañar. (Pablo hizo que su discípulo Timoteo -no judío- se circuncidase, para no herir la susceptibilidad de los grupos judeo-cristianos)
Nosotros, la iglesia estamos llamados a escandalizar, como Jesús. No podemos pretender ser más que el Maestro; si a él le rechazaron, sería lógico que a nosotros se nos rechazara. Pero por lo mismo que rechazaron a Jesús, y sólo por eso. Por nuestra vida semejante a la de él, austera, solidaria, comprometida.
Pero nuestro escándalo suele ser otro. El mundo se escandaliza de que no somos pobres, de que somos poderosos, de que decimos más de lo que hacemos... Ese escándalo es la voz de Dios, que nos exige seguir a Jesús mejor. El mundo no se escandaliza de que ante todo salvamos, de que somos diferentes... El mundo no nos rechaza por eso.
Esta falta de escándalo es preocupante. Cada uno debe mirar su propia vida. Si se escandalizan de mí diciendo: Éste dice que sigue a Jesús pero... Éste va a Misa todos los domingos pero.... O si, por el contrario, se escandalizan de mí diciendo "Éste está loco, éste perdona, éste no pone su interés en el dinero o en el prestigio o en...." Debemos analizar seriamente: ¿Qué escándalo produce mi vida?
José Enrique Galarreta