VIVIR LA PASCUA DESDE EL CORAZÓN DE MARIA
María no es una espectadora de la pasión de Jesús. Cada paso, cada decisión, cada dolor, cada miedo de su hijo son propios.
La grandeza de María está en que su corazón está lleno de Amor, sobre todo, de Amor. Por eso, el miedo al dolor, aunque es real, no puede con ese Amor. El instinto de retener a su hijo para protegerlo, aunque sea real, no puede con ese Amor. La tristeza de poder perder a su hijo aunque es muy real, no puede con ese Amor.
María ama a Dios con todo su corazón, sin reservarse nada, ni siquiera a sí misma o a su propio hijo.
María comprende la decisión de Jesús de dar a conocer al Padre, porque su corazón está lleno del mismo Amor que el de María. María comprende el modo de vivir de Jesús, y conoce el riesgo de ese modo de vivir, pero confía en ese Amor y quiere que ese Amor llegue a todos, para que el Reino se haga realidad. Eso la hace Madre que Alumbra a los seguidores de Jesús, la hace poco menos que “comadrona” junto con el Espíritu, de la naciente Iglesia.
DOMINGO DE RAMOS
EL ANHELO DE MARÍA
María “dió a luz” a Jesús en Belén aceptando su papel de madre, de mediadora del amor de Dios. Pero María tuvo otro parto, más doloroso si cabe, el de desprenderse de su hijo, el de confirmar lo que desde siempre supo, que su hijo era para el mundo, para Dios, que no era suyo, (¿algún hijo es propiedad de sus padres?)
Sólo cabía respetar su camino y acompañarlo en silencio y ahora, desde lejos... ese fue su segundo parto, dejarlo ir, dejarlo iniciar una vida pública que culmina en la entrada a Jerusalén.
Como madre, no podría evitar el miedo, la añoranza, y por qué no, el orgullo de ver a su hijo convertido en un hombre bueno.
Como mujer, sentiría la alegría de escuchar en palabras, de boca de su propio hijo además, el amor incondicional de Dios a todos, también a las mujeres, socialmente inferiores entonces y también ahora aunque lo intentemos compensar con “campañas”.
Como creyente, María experimenta un nuevo renacer. Pasó de “educadora” a discípula, “alumbrándose” también a sí misma a una nueva vida como seguidora de Jesús, ahora, el Maestro. Anhelando que el mundo escuchase las palabras de su hijo sobre el Amor y el Reino de Dios, sobre el deseo de felicidad de Dios para todos, tuvo que orientar su vida en ese nuevo renacer hacia su nueva tarea de discípula, sin dejar de ser madre.
María, no pudo, ni supo, ni quiso apropiarse de Jesús, porque sabía que Jesús, era cauce de Dios para todos.
HOSANNA!
ALZAD VUESTRAS MANOS AL CIELO
DAD GRACIAS A DIOS, QUE NOS AMA
ACOGED AL QUE LLEGA A VOSOTROS
TRAE LA PAZ, EL AMOR, LA ESPERANZA
HOSANNA! HOSANNA! HOSANNA!
TRAE LA PAZ, EL AMOR, LA ESPERANZA
ALZAD VUESTRAS MANOS AL CIELO
DAD GRACIAS A DIOS, QUE NOS AMA
EN MARÍA EL AMOR NOS ABRAZA
EN JESÚS LA PALABRA SE ENCARNA
HOSANNA! HOSANNA! HOSANNA!
EN JESÚS LA PALABRA SE ENCARNA
ALZAD VUESTRAS MANOS AL CIELO
DAD GRACIAS A DIOS, QUE NOS AMA
EN MARÍA LA TIERRA DESCANSA
SU REGAZO MATERNO NOS GUARDA
HOSANNA! HOSANNA! HOSANNA!
SU REGAZO MATERNO NOS GUARDA
ALZAD VUESTRAS MANOS AL CIELO
DAD GRACIAS A DIOS, QUE NOS AMA
CON JESÚS, CADA VIDA ES SAGRADA
HA VENIDO A HABITARNOS EL ALMA
HOSANNA! HOSANNA! HOSANNA!
HA VENIDO A HABITARNOS EL ALMA
HOSANNA! HOSANNA! HOSANNA!
TRAE LA PAZ, EL AMOR, LA ESPERANZA
Salomé Arricibita
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