Cuando María Magdalena llega al sepulcro, la piedra está movida. Me pregunto muchas veces cuál es la piedra que tengo que mover para que mi vida sea Vida de verdad. Contemplo la piedra del sepulcro que ya no bloquea la entrada y siento que ni siquiera soy yo la que tengo que retirarla, pero sí tengo que desear Vivir, para dejar que Dios actúe, para que llegue mi “tercer día” y pueda resucitar, para que pueda escuchar con mi corazón cómo pronuncia mi nombre con Amor, como una luz que me saca para siempre de la oscuridad.
Hoy lleno mi corazón de serena y profunda alegría, porque el gallo me dio la señal para leer la mirada de Jesús, porque sólo necesito ser un cántaro vacío, con sus grietas y sus roces incluso, para llenarme de la Fuente de todo Amor que brota de la cruz y porque esa Fuente inagotable, me lleva a la VIDA con mayúsculas, me llama por mi nombre, me ama, a pesar de mí misma, y me acompañará siempre por mi camino, dejando atrás las tumbas vacías.
ALELUYA, ALELUYA
ALELUYA, ALELUYA (bis)
Se rompieron nuestras cadenas
no más odio, no más condenas
exulte y goce la tierra
la luz disipó las tinieblas (bis)
ALELUYA, ALELUYA
ALELUYA, ALELUYA (bis)
La noche brilla de gozo
el Amor lo ilumina todo
las lágrimas son de alegría
la piedra se abrió y sólo hay vida (bis)
ALELUYA, ALELUYA
ALELUYA, ALELUYA (bis)
El sepulcro está vacío
Cristo a la muerte ha vencido
es Jesús quien pronuncia mi nombre
salvándome en esta noche (bis)
ALELUYA, ALELUYA
ALELUYA, ALELUYA (bis)
Salomé Arricibita
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