Da muchas pistas interrogarse por qué los evangelistas, que conocían el evangelio de Marcos, omiten o corrigen algunos detalles que cambian sustancialmente la intención de los relatos.
Comencemos aclarando el vocabulario. "Cristo" significaba inicialmente "ungido", y en Israel se aplicaba principalmente al rey, ungido religiosamente como representante visible de Dios hasta la llegada del Mesías. Israel reconocía a Dios como único Señor y Soberano -teocracia- que lo había creado, elegido y salvado de sus enemigos, y lo conducía hacia un gobierno político-religioso universal centrado en Jerusalén. Los cristianos identificaron a Jesús con el Mesías y unieron su nombre con el de Cristo -Jesús el Cristo, como dicen los primeros escritos- y de este modo fueron aplicando al término cristo cada vez más cualidades divinas. Nosotros, al decir Cristo, pensamos en el Jesús histórico a la luz de estas cualidades.
La calificación de alguien o algo como "humano" se mueve con ambigüedad en una escala que va desde una mezcla de cualidades y errores: equivocarse o tener miedo es algo muy humano; pasa por un intermedio que significa comprensión con los errores ajenos: un líder muy humano; y llega hasta considerar que lo más profundamente humano es lo que tenemos de divino: "divina humanidad".
Creo que podemos decir que Jesús el Cristo es muy humano en los tres sentidos, pero al decir "demasiado humano" quiero expresar que algunos -concretamente los evangelistas Mateo y Lucas, y sobre todo Juan- consideraron al Cristo de Marcos como "demasiado humano" en el primer sentido, es decir, con defectos que no serían apropiados a las cualidades divinas atribuidas a Cristo.
Quiero poner de manifiesto estas distintas apreciaciones de la imagen de Jesús porque creo importante comprender que su imagen -su ejemplo y su mensaje- no está petrificada e insensible a los tiempos y a las circunstancias de cada persona; por el contrario, está abierta -ya desde los primeros intérpretes, que fueron los cuatro evangelistas- a las manifestaciones de Dios por medio de "los signos de los tiempos" (que incluyen los estudios de los expertos y los testimonios de religiosos y laicos). Dios se manifestó en Jesús -al que proclamamos como "el rostro humano de Dios"-, pero también se manifiesta en los signos de los tiempos y en la conciencia de cada uno. Estas tres imágenes -Jesús, los signos de los tiempos, y la conciencia propia- tienen que interactuar para interpretar "la imagen y semejanza de Dios" que constituye el fundamento de nuestra conciencia.
Por eso quiero destacar que no basta la homilía de los domingos para conocer el mensaje de Jesús, sino que es necesaria la lectura personal de los evangelios. Los protestantes leen continuamente la biblia en sus casas; nosotros hemos perdido el interés porque creemos solamente el magisterio de la Iglesia puede interpretarla y explicarla. Cada uno debe releer el evangelio con el mismo interés con el que sigue la actualización de sus conocimientos profesionales.
Para mostrar las diferencias que he mencionado entre Marcos y los otros tres evangelistas, presentaré -más bien mencionaré para no alargarme- la versión que cada uno ha dado de un mismo hecho o dicho de Jesús. Y aconsejaría consultar algunas veces estas tres o cuatro versiones, tal como las presentan las llamadas "Sinopsis de los cuatro evangelios". Esto ayudaría a desacralizar la letra y buscar el mensaje de fondo.
¿Un Cristo demasiado humano?
Pablo no quiere valorar a Jesús según la carne (2Cor 5,16) ni como hijo de David, porque "por línea de Espíritu santificador, fue constituido Hijo de Dios en plena fuerza a partir de su resurrección de la muerte: Jesús, Cristo, Señor nuestro"(Rom 1,3-4), de modo que ante este título "toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra..." (Filipense 2,9-11).
Marcos sitúa en el bautismo de Jesús en el Jordán el reconocimiento de Jesús como Hijo de Dios (Mc 1,9-11), Mateo y Lucas lo anticipan a la concepción de Jesús en el seno de María (Mt 1,18-25; Lc 1,26-36). Sin embargo esta anticipación no significa mayor humanización de Jesús, sino una mayor divinización más semejante a la de Pablo, porque la mayor parte de la vida de Jesús no tendría esa prerrogativa. Juan acentúa todavía más la divinidad al anticiparla con la preexistencia del Verbo "en el principio junto a Dios" (Jn 1,1).
Una excesiva humanización de Jesús, también después del Jordán, parece incomodar a Mateo y a Lucas. En una ocasión Marcos dice que Jesús miró con ira a los fariseos (Mc 3,5); Mateo y Lucas conocen el texto de Marcos y suelen seguirlo fielmente al escribir su evangelio; sin embargo al copiar este pasaje Lucas omite la expresión "con ira" (Lc 6,10) y Mateo evita incluso esa mirada a los fariseos (Mt 12,9-14). En otra ocasión, según Marcos, Jesús se muestra indignado con sus discípulos (Mc 10,4); Mateo y Lucas vuelven a eludir la referencia a esta indignación (Mt 19,13-14; Lc 18,15-16).
Mateo y Lucas recogen el pasaje de Marcos en el que la madre y los hermanos de Jesús "vienen buscándole para hablarle" (Mc 3,31-35; Mt 12,46-50; Lc 8,19-21) y la dura respuesta de Jesús "¿Quién es mi madre y mis hermanos?...". No recogen en cambio que Marcos ha iniciado este episodio diciendo que "al enterarse los suyos se pusieron en camino para sujetarlo, pues decían que había perdido el juicio" (Mc 3,20-21); pero esa omisión hace menos comprensible la respuesta de Jesús.
También una expresión de afecto positivo pudo parecerle demasiado a Mateo y a Lucas. Marcos percibió una mirada una mirada de afecto de Jesús al el joven rico (Mc 10,20-21); Mateo y Lucas omiten esta mirada (Mt 19,20-21, Lc 18,21).
¿Un evangelio demasiado radical?
Algunas expresiones de Marcos sobre las enseñanzas de Jesús también pudieron parecerle a Mateo y a Lucas demasiado radicales. Ambos reproducen el dicho de Jesús "El Hijo del hombre es señor también del sábado" (Mc 2,28; Mt 12,5-8; Lc 6,5); pero no reproducen el dicho inmediatamente anterior, que atribuye superioridad sobre el precepto no sólo a Jesús, sino a todo hombre: "el sábado es para el hombre, no el hombre para el sábado".
En el capítulo 4, Marcos presenta las parábolas del Reino: El sembrador, que atribuye la productividad a la calidad de la tierra que recibe la semilla; la semilla que crece sola, y la del grano de mostaza, que ponderan la eficacia por sí misma de la palabra de Dios. Mateo y Lucas reproducen la del sembrador y la de la mostaza, pero omiten conscientemente la de la semilla que crece sola, porque les parecería desalentador para el esfuerzo de sus comunidades que aunque el labrador "duerma o esté despierto, de noche o de día, la semilla germina y va creciendo sin que él sepa cómo".
El radicalismo más significativo del Cristo de Marcos se encuentra en la parábola en acción de la maldición de la higuera (Mc 11,12-22), situada forzadamente el lunes santo por la mañana, entre la entrada en el templo el domingo de ramos y la expulsión de los mercaderes el lunes por la tarde. Esta técnica sándwich, frecuente en Marcos, simboliza la maldición del templo mediante la maldición de la higuera: Nunca jamás coma ya nadie fruto de ti.
Mateo no comprendió, o no quiso transmitir, el significado de esta parábola en acción, por eso deshizo el sándwich y situó la expulsión de los mercaderes el domingo de ramos y mantuvo la maldición de la higuera el lunes (Mt 21,18-22). Molesto por transmitir algo que no compartía, abrevió la maldición de la higuera, pero dejó sin sentido la acción de Jesús y resulta caprichoso que maldiga una higuera porque no le da higos cuando él siente hambre. Para disimular semejante capricho suprimió la intencionada observación de Marcos "porque no era tiempo de higos".
Lucas es más consecuente al suprimir la maldición de la higuera en este contexto, y al transformarla en una parábola contada en la que el labrador le pide al dueño del terreno "déjala todavía este año" que él la cuidará y, si no diera frutos, entonces la cortaría (Lc 13,6-9).
Galilea frente a Jerusalén
Podríamos plasmar la diferencia entre Marcos y Lucas respecto a su interpretación de Jesús el Cristo en el simbolismo que atribuyen a Galilea o a Jerusalén en el seguimiento de Jesús.
Marcos pone en boca del ángel de la resurrección el mensaje de Jesús: "Y ahora, marchaos, decid a sus discípulos y, en particular, a Pedro: Va delante de vosotros a Galilea; allí lo veréis, como os había dicho" (Mc 16,7). Lucas pone en boca del mismo Jesús el mensaje contrario: "No os alejéis de la ciudad de Jerusalén; al contrario, aguardad a que se cumpla la Promesa del Padre, de la que yo os he hablado... y así seréis testigos míos en Jerusalén y también en toda Judea y Samaría, y hasta los confines de la tierra (Hechos 1,4-8).
Marcos desconfía de la comunidad de Jerusalén y de Santiago (el hermano del Señor), y rompe con el templo (la maldición de la higuera). Lucas es más conciliador y destaca la continuidad entre el naciente cristianismo y la religión judía, desde Jerusalén a Roma.
¿Galilea o Jerusalén? ¿El Cristo de Marcos o el de Lucas, o el de Juan? Veremos esto más ampliamente al comentar "Las ocho palabras que Jesús pronunció en la cruz".
Marcos y Lucas representan dos constantes que se repiten en la historia: ¿revolución o evolución? En nuestros días estamos planteándonos ¿Pablo Iglesias o Errejón? ¿Pedro Sánchez o Susana Díaz? Quizás en cada momento será necesaria una u otra postura. Quizás en el mismo momento será necesario que se defiendan las dos posturas.
No podemos llegar al Jesús histórico (ni a la riqueza de valores de cada persona), cada uno interpreta a Jesús (el mensaje de Dios) según el testimonio de las primeras comunidades, los signos de los tiempos y su propia conciencia.