En esta ocasión, Gonzalo Haya desarrolla diversos aspectos de la espiritualidad y la religión para dejar aun más claras sus diferencias, y que no siempre son conceptos que van de la mano. A veces la religiosidad mal entendida es obstáculo para vivir la espiritualidad e incluso nos pone un ejemplo de una espiritualidad atea.
Inteligencia Espiritual
2. Espiritualidad y Religión. Síntesis
Gonzalo Haya
Hay muchas definiciones tanto de la espiritualidad como de la religión; eso demuestra que existen muchas maneras de interpretarlas. Buda y Jesús prefirieron mostrarlas con su ejemplo y con parábolas.
Ejercitando nuestra inteligencia espiritual, podríamos compararlas con la tradicional relación entre el alma y el cuerpo, aunque toda comparación tiene sus límites. La religión es como el cuerpo de la espiritualidad, es su encarnación, su manifestación externa. Un cuerpo sin alma es un cadáver. Un alma sin cuerpo puede existir, pero no es algo de este mundo. En algunas personas podemos apreciar más cuerpo que espíritu, y en otras más espíritu que cuerpo.
Podríamos comparar también la espiritualidad y la religión con la relación entre lo justo y lo legal. Lo justo debe impregnar la legalidad, pero es más que la legalidad y, a veces, lo legal no es justo.
Podríamos compararlas también con una catedral gótica en medio de la ciudad. En la planta de la catedral estaría la religión. Allí los fieles escuchan la doctrina predicada desde el púlpito, oran en común, celebran los ritos litúrgicos, y reciben los sacramentos. En la torre estarían los místicos, con una espiritualidad que necesita menos manifestaciones externas; están en la catedral, quizás bajan a celebrar la eucaristía, pero en su intimidad contemplan un panorama más amplio, experimentan un contacto más cercano y directo con el cielo de una espiritualidad pura. En la sacristía podríamos colocar a quienes ejercen una religión sin espiritualidad –al menos con muy escasa espiritualidad- como el chiste del judío ateo pero fiel a los ritos de la tradición religiosa.
La catedral no encierra la espiritualidad. Delante de la catedral está la plaza. En la catedral no se permanece, en ella se refuerza la espiritualidad. Quedarse en la catedral sería una espiritualidad "de ojos cerrados". La espiritualidad "de ojos abiertos" se vive en la calle, en el atrio, en la plaza de la catedral. La comunicación, la compasión, es la prueba del amor, de la auténtica espiritualidad.
La esfera de la espiritualidad
La espiritualidad no es fácilmente definible con conceptos racionales. En este curso hemos entendido la espiritualidad como ese algo que no sólo impregna a toda religión sino que va más allá de ellas, lo que Rudolf Otto consideraba el elemento irracional de la religión. Elemento que sólo se percibe con la inteligencia espiritual.
La espiritualidad es el encuentro con lo trascendente, con lo sagrado, con el misterio; y se presenta en tres grados que trascienden lo material: la estética, la ética, y la mística.
Consciente de que cualquier imagen o símbolo sólo ofrece una idea parcial y aproximativa, yo me represento la espiritualidad como una onda expansiva que va desde su forma más comprimida hasta la más efusiva, desde lo más material hasta el amor que se autoentrega. La inteligencia racional encontrará sin duda muchos fallos en esta imagen, pero nuestra inteligencia espiritual sabrá orientarse.
El Espíritu (dýnamis tou Theou) es energía inteligente, fuerza centrífuga que se difunde. En el incomprensible salto de la creación, el espíritu se estructura en la materia; y la materia tiende a retenerlo (a "ser como Dios") desarrollando una fuerza centrípeta de condensación que, en sentido traslaticio, en lo humano es el ego. Esto es lo que he representado en el círculo central como materia (energía concentrada) y ego.
En el segundo círculo represento el mundo de la estética y de la psicología. En él se va diluyendo la oscuridad compacta del egoísmo y se percibe ya un primer estadio centrífugo de la espiritualidad. La energía se va estructurando en espiritualidad.
En el tercer círculo estaría la ética y la religión. La fuerza centrífuga es cada vez mayor. El egoísmo se va diluyendo y nos permite entrar en un espacio más abierto de espiritualidad.
En el cuarto círculo casi desaparece la oscuridad del egoísmo y gozamos de una auténtica espiritualidad, que generalmente se realiza en una vida sencilla, en el amor de entrega, pero que también puede manifestarse en fenómenos místicos extraordinarios.
En nuestra vida interior pasamos continuamente de un círculo a otro, como en el "Castillo Interior" de santa Teresa. A medida que se desarrolla la vida espiritual nos vamos asentando más establemente en los círculos superiores.
Acudiendo ahora a la inteligencia racional podríamos presentar la relación entre espiritualidad y religión resumiendo en un cuadro sinóptico la idea central de Rudolf Otto en su libro "Lo santo. Lo racional y lo irracional en la idea de Dios".
La religión es una socialización de la espiritualidad y un intento de explicarla, de racionalizarla. Jesús anunció en sus parábolas el Reinado de Dios, pero no quiso transmitirnos un conocimiento "claro y preciso" de ese Reinado –los teólogos tratan de precisarlo y no lo dejan muy claro- sino alentar una actitud de fraternidad, que es, desde la creación, el proyecto de Dios para la humanidad. Pagola, con gran prudencia, nos advierte: "No es lo mismo llamar a los cristianos a colaborar con Dios en su gran proyecto de hacer un mundo más humano, que vivir distraídos en prácticas y costumbres que nos hacen olvidar el verdadero núcleo del Evangelio".
Goethe decía que hemos trivializado la idea de Dios. Dios es el misterio incomprensible para nuestra razón, es "concordia oppositorum", como dijo Nicolás de Cusa. Los musulmanes se precian de llamarse Islam, sumisión. El humanismo actual se resiste ante el "misterium tremendum", las teofanías del Antiguo Testamento, o a experimentar la admiración (el desconcierto) y el temor de los discípulos ante las manifestaciones extraordinarias de Jesús. La tentación del cristiano es convertir a Dios en un ídolo hecho a su medida, un becerro de oro (Éxodo 32), que no nos va a sorprender y al que podemos manejar según nuestra conveniencia.
La espiritualidad no se limita al ámbito de las religiones. Un ateo como Comte-Sponville nos describe su propia experiencia mística. La ética y el amor brillan aún más cuando se practican sin ninguna esperanza eterna.
El que vive su religión, que no se contente con cumplir; que vuelva a sus raíces, al evangelio o a su inspiración original. El que no conoce la religión, o la rechaza, que viva la espiritualidad.
Dios es Espíritu. Dios es energía. Dios es energía lúcida. Dios es Amor.