El autor enumera tres puntos de partida. Sea lo que sea lo que queramos decir con la palabra "infierno", nunca puede considerarse como un castigo de Dios. Lo que es seguro es que tiene que ver con nuestra libertad. Y por último, no utilizar el infierno para hacer pastoral del miedo porque eso es incompatible con el Dios que crea por amor. No somos jueces de nadie. A partir de aquí, entramos en el campo de las hipótesis y la que propone Torres Queiruga es muy razonable, compatible con la bondad de Dios y con el espíritu del evangelio.