No.
No hemos venido a decirte adiós, Rafael
Estamos aquí para sentir tu presencia viva,
para celebrar tu caminar a nuestro lado,
para festejar que te nos has adelantado
a ese lugar donde florecen la ternura y la misericordia,
para recibir lo mejor de ti mismo como herencia y regalo,
para susurrar, a quienes quieran escuchar,
que somos hermanos,
hijos e hijas del mismo Dios, Padre-Madre.
No es tu recuerdo,
ni tus palabras,
ni tus obras
ni tus gestos
ni tus proyectos...
¡Eres tú mismo quien está a nuestro lado!
Tu gran corazón,
tu rostro alegre,
tu viva mirada,
tu contagiosa actividad,
tu gozo desbordante,
tu espíritu solidario,
tu amistad firme,
tu fe sostenida,
tu esperanza renovada cada día,
tu amor tan humano,
tan tierno y vital,
tus olvidos y despistes...
¡Todo lo sentimos dentro!
La vida continuará,
entre curvas y monótonas rectas,
desiertos interminables y gozosos oasis,
encrucijadas y decisiones arriesgadas,
en busca de una fe adulta compartida,
ofreciéndonos siempre caminos
inesperados y sorprendentes
y buenos compañeros de viaje.
Y tú, Rafael, estarás siempre a nuestro lado,
con nuevos proyectos bajo el brazo,
el Evangelio en el regazo
y el toque de Conchita para no despistarnos.
¡Lo creemos firmemente!
Y se lo agradecemos a Dios,
que te quiere,
y nos quiere, siempre,
con esa tan suya y loca pasión
de enamorado.