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Les pide, durante la oración por la paz celebrada en el Vaticano,

que «tomen el camino del diálogo»

«Señor, ayúdanos tú. Danos la valentía para decir: ¡Nunca más la guerra!».

 

En 66 años que dura el conflicto entre palestinos e israelíes ha habido numerosos intentos de pacificación. Pero todas las negociaciones siempre han dejado de lado la religión, uno de los factores fundamentales del problema. Francisco ahora ha decidido explorar ese camino. La prueba es la «invocación por la paz» que ayer celebró en los jardines vaticanos, una iniciativa en la que también participó el patriarca ecuménico Bartolomeo I y que arrancó con esta declaración de intenciones: «Estamos en este lugar, israelíes y palestinos, judíos, cristianos y musulmanes, para ofrecer nuestra oración por la paz, por Tierra Santa y por todos sus habitantes».

Ya antes, y en un buen ejemplo del clima que se pretendía crear con este experimento impulsado por Francisco durante su reciente viaje a Tierra Santa, Simon Peres y Abu Mazen se saludaron con abrazos y besos al encontrarse en Santa Marta, la residencia donde vive el Papa y donde tuvieron un encuentro privado con él.

Pero el Pontífice no es ningún ingenuo. Con la iniciativa de ayer, a lo que aspira es a crear una atmósfera distinta entre las partes en conflicto que pueda allanar el camino hacia la paz. Al fin y al cabo, Peres concluye en breve su mandato como presidente israelí y es evidente que el primer ministro, Benjamin Netanyahu, tiene una visión bastante distinta de la suya, por lo que las razones para el escepticismo son muchas.

El calor ayer en Roma era sofocante. Pero cuando comenzó la oración conjunta, a las 19.00 horas, la temperatura era agradable. Y más en los jardines vaticanos, entre el frescor de los árboles y el olor a hierba. Un rabino comenzó las oraciones judías por la paz, que fueron seguidas de los rezos católicos y que concluyeron con las plegarias musulmanas, entre el silencio más absoluto y el recogimiento de los presentes. Cada invocación duró aproximadamente unos 20 minutos. El Papa, Peres y Abu Mazen siguieron las oraciones con gesto circunspecto.

Concluidos los rezos, Francisco tomó la palabra. «Gracias desde el fondo de mi corazón por haber aceptado mi invitación a venir aquí para implorar a Dios, juntos, el don de la paz. Espero que este encuentro sea el comienzo de un camino nuevo en busca de lo que une para superar lo que divide», empezó diciendo el Pontífice en italiano, para a continuación recordar que el encuentro de ayer respondía al «deseo ardiente» de cuantos anhelan la paz y sueñan con un mundo donde hombres y mujeres «puedan vivir como hermanos y no como adversarios o enemigos».

El de Francisco fue un discurso potente, claro y repleto de fuerza, en el que destacó que tan importante es cuidar del legado que se recibe de los antepasados como pensar en el mundo que dejamos a nuestros hijos. «Hijos que están cansados y agotados por los conflictos y con ganas de llegar a los albores de la paz; hijos que nos piden derribar los muros de la enemistad y tomar el camino del diálogo y de la paz para que triunfen el amor y la amistad», subrayó.

El Pontífice señaló que son muchas, demasiadas, las víctimas inocentes de la guerra y de la violencia. «Es deber nuestro lograr que su sacrificio no sea en vano. Que su memoria nos infunda el valor de la paz y la fuerza de perseverar en el diálogo». Y sentenció: «Para conseguir la paz, se necesita valor, mucho más que para hacer la guerra».

Francisco también explicó el motivo de su invocación a la paz: «La Historia nos enseña que nuestras fuerzas por sí solas no son suficientes. Más de una vez hemos estado cerca de la paz, pero el maligno, por diversos medios, ha conseguido impedirla. Por eso, estamos aquí, porque sabemos y creemos que necesitamos la ayuda de Dios».

Y a Dios dirigió a partir de ese momento sus súplicas... «Señor, Dios de paz. Hemos intentado muchas veces y durante muchos años resolver nuestros conflictos con nuestras fuerzas, y también con nuestras armas; tantos momentos de hostilidad y de oscuridad; tanta sangre derramada; tantas vidas destrozadas; tantas esperanzas abatidas... Pero nuestros esfuerzos han sido en vano. Ahora, Señor, ayúdanos tú. Danos tú la paz, enséñanos tú la paz, guíanos tú hacia la paz. Abre nuestros ojos y nuestros corazones, y danos la valentía para decir: '¡Nunca más la guerra!'».

Fue la suya una oración muy emotiva, en la que pidió a Dios que destierre del corazón de todo hombre las palabras división, odio, guerra y las sustituya para siempre por la palabra hermano. «Shalom, paz, salam. Amén».

A continuación fue Peres el que hablo, en lengua hebrea. «Debemos poner fin a estas lágrimas, a la violencia, al conflicto. Todos necesitamos la paz. Paz entre iguales», dijo, revelando su receta particular para lograrla: estar dispuesto a concesiones. «La paz no se consigue fácilmente. Debemos trabajar con todas nuestras fuerzas para conseguirla. Para conseguirla pronto. Incluso si requiere sacrificios o compromisos».

También Abu Mazen habló de paz, en árabe, e incidió, sobre todo, en la situación palestina. «Oh, señor, en nombre de mi pueblo, del pueblo palestino que está ansioso de paz, de una vida digna y de libertad, te pido, oh señor, que hagas próspero y prometedor nuestro futuro en un Estado libre, soberano e independiente».

Irene Hdez. Velasco

El Mundo