En una entrevista con el diario La Nación, y en la previa del comienzo del Sínodo sobre la Familia, el papa Francisco se refirió a diversos temas, destacó que "el mundo me recibió bien, pero es un mundo difícil y complejo", y se mostró algo nostálgico: "extraño caminar, pero no tengo tiempo para eso".
Respecto del Sínodo que comenzará este domingo, el Sumo Pontífice adelantó que "será largo, durará un año probablemente. Yo sólo le doy el empujón inicial".
Francisco, quien fue criticado por algunas facciones más tradicionales de la Iglesia, además afirmó que "todos tienen algo que aportar. A mí me da hasta placer discutir con los obispos muy conservadores, pero bien formados intelectualmente".
"Yo fui relator del sínodo de 2001 y había un cardenal que nos decía qué debía tratarse y qué no. Eso no pasará ahora. Hasta les entregué a los obispos la facultad que tengo de elegir a los presidentes de las comisiones. Los elegirán ellos, como elegirán los secretarios y los relatores", destacó el Papa.
En la misma línea, Francisco admitió que "esa es la práctica sinodal que a mí me gusta, que todos puedan decir sus cosas con total libertad", aunque aclaró que "otra cosa es el gobierno de la Iglesia. Eso está en mis manos, después de las correspondientes consultas".
Respecto de los temas a tratar en el Sínodo, el Sumo Pontífice reiteró que "la familia es un tema valioso para la sociedad y para la Iglesia", y explicó que si bien "se ha puesto mucho énfasis sobre el tema de los divorciados, para mí un problema muy importante son las nuevas costumbres de la juventud".
"La juventud no se casa. Es una cultura de la época. Muchísimos jóvenes prefieren convivir sin casarse. ¿Qué debe hacer la Iglesia? ¿Expulsarlos de su seno? ¿O, en cambio, acercarse a ellos, contenerlos y tratar de llevarles la palabra de Dios? Yo estoy con esta última posición", destacó Francisco.
El Papa también llamó a la Iglesia a "no encerrarse en supuestas interpretaciones del dogma", ya que "el mundo ha cambiado". "Tenemos que acercarnos a los conflictos sociales, a los nuevos y a los viejos, y tratar de dar una mano de consuelo, no de estigmatización y no sólo de impugnación", dijo.
Por último, el Sumo Pontífice reiteró su idea de que "hay una tercera guerra (Mundial) en partes. Europa está en guerra. (En) África hay más conflictos que los que se conocen, además de las graves tragedias sociales. Y Medio Oriente. ¿Hay algo que agregar sobre las varias guerras que suceden en esa región del mundo? Yo trato de llevar a cada lugar un mensaje de diálogo, de contención, de espíritu de negociación. Conozco los límites de todos, incluidos los míos. Pero jamás me perdonaría no haber hecho nada sólo porque no tengo el éxito asegurado. En cada uno de esos lugares se juega la vida y la muerte".
Jesús Bastante
La homilía en la apertura del Sínodo
"Para satisfacer su codicia, los malos pastores cargan sobre las personas fardos insoportables que ellos ni siquiera tocan con los dedos". Palabras breves, y duras, las que el Papa Francisco ofreció a los obispos que participarán en el Sínodo de la Familia. Aldabonazos a la conciencia de quienes, en los próximos días, habrán de debatir el futuro de la pastoral, y a los que Bergoglio pidió "no frustrar el sueño de Dios".
Con toda la solemnidad propia de las grandes ocasiones, pero también con la esperanza de los que están viviendo un momento indispensable para el futuro. Así se presentaron los casi doscientos obispos y los miles de fieles que, dentro y fuera de la basílica de San Pedro, participaron esta mañana en la Eucaristía de apertura del Sínodo Extraordinario sobre la Familia, que a buen seguro marcará un antes y un después en la pastoral católica sobre las relaciones padres-hijos, el matrimonio, la defensa de la vida y la lucha contra las pobrezas del mundo.
El Evangelio de hoy, el de los viñadores, fue uno de los ejes de la homilía del Papa Francisco. Una homilía programática para un debate que Bergoglio quiere que sea abierto, sincero y constructivo. Y en el que se ofrezcan respuestas y no puertas cerradas. Pese a todo, la oposición será -ya lo está siendo- poderosa. Como en todo gran cambio. Y más en una institución como la Iglesia católica.
Comenzó Francisco señalando que la viña del Señor "es un sueño". "El sueño de Dios es su pueblo. Él lo ha plantado y lo cultiva con amor paciente y fiel, para que se convierta en un pueblo santo, que dé frutos de justicia". Un sueño que, en las lecturas, "queda frustrado". "En el Evangelio son los labradores los que impiden el sueño del Señor, no hacen su trabajo, piensan en sus propios intereses", señaló el Papa, quien recordó que Jesús se dirigía a los sacerdotes de su tiempo, "a la clase dirigente". También lo hizo él, hoy, a los padres sinodales.
"El cometido de los pastores es cultivar la vida con creatividad y laboriosidad", pero aquellos labradores se aprovecharon de la viña, "y quieren disponer de ella como quieran, quitando a Dios la posibilidad de realizar su sueño sobre el pueblo". "La tentación de la codicia es siempre presente", dijo el Papa mirando a los obispos. "Para satisfacer su codicia, los malos pastores cargan sobre las personas fardos insoportables que ellos ni siquiera tocan con los dedos".
También nosotros, en el Sínodo de los Obispos, "estamos llamados a trabajar por la viña del Señor". La asamblea "no sirve para discutir ideas brillantes o ver quién es más inteligente, sirve para cultivar y guardar mejor la viña del Señor, para cooperar en su sueño, su proyecto de amor por su pueblo".
"El Señor nos pide que cuidemos de la familia", añadió Francisco. "Somos todos pecadores. Tenemos la tentación de apoderarnos de la viña, a causa de la codicia, que nunca falta en nosotros. El sueño de Dios siempre se enfrenta con la hipocresía de algunos servidores suyos. Podemos frustrar el sueño de Dios si no nos dejamos guiar por el Espíritu Santo", proclamó el papa, en una dura andanada contra los malos pastores, más preocupados por el poder que por el servicio.
"Hermanos, para guardar bien la viña es preciso que nuestro corazón y nuestra mente estén custodiados en Jesucristo, por la paz de Dios, que supera todo juicio", añadió. De este modo, dijo, "nuestros pensamientos y proyectos estarán conformes con el sueño de Dios: formar un pueblo santo que le pertenezca y produzca los frutos del Reino de Dios".
Jesús Bastante
Ésta fue la homilía del Papa:
El profeta Isaías y el Evangelio de hoy usan la imagen de la viña del Señor. La viña del Señor es su «sueño», el proyecto que él cultiva con todo su amor, como un campesino cuida su viña. La vid es una planta que requiere muchos cuidados.
El «sueño» de Dios es su pueblo: Él lo ha plantado y lo cultiva con amor paciente y fiel, para que se convierta en un pueblo santo, un pueblo que dé muchos frutos buenos de justicia.
Sin embargo, tanto en la antigua profecía como en la parábola de Jesús, este sueño de Dios queda frustrado. Isaías dice que la viña, tan amada y cuidada, en vez de uva «dio agrazones» (5,2.4); Dios «esperaba derecho, y ahí tenéis: asesinatos; esperaba justicia, y ahí tenéis: lamentos» (v. 7). En el Evangelio, en cambio, son los labradores quienes desbaratan el plan del Señor: no hacen su trabajo, sino que piensan en sus propios intereses.
Con su parábola, Jesús se dirige a los jefes de los sacerdotes y a los ancianos del pueblo, es decir, a los «sabios», a la clase dirigente. A ellos ha encomendado Dios de manera especial su «sueño», es decir, a su pueblo, para que lo cultiven, se cuiden de él, lo protejan de los animales salvajes. El cometido de los jefes del pueblo es éste: cultivar la viña con libertad, creatividad y laboriosidad.
Pero Jesús dice que aquellos labradores se apoderaron de la viña; por su codicia y soberbia, quieren disponer de ella como quieran, quitando así a Dios la posibilidad de realizar su sueño sobre el pueblo que se ha elegido.
La tentación de la codicia siempre está presente. También la encontramos en la gran profecía de Ezequiel sobre los pastores (cf. cap. 34), comentada por san Agustín en su célebre discurso que acabamos de leer en la Liturgia de las Horas. La codicia del dinero y del poder. Y para satisfacer esta codicia, los malos pastores cargan sobre los hombros de las personas fardos insoportables, que ellos mismos ni siquiera tocan con un dedo (cf. Mt 23,4).
También nosotros estamos llamados en el Sínodo de los Obispos a trabajar por la viña del Señor. Las Asambleas sinodales no sirven para discutir ideas brillantes y originales, o para ver quién es más inteligente... Sirven para cultivar y guardar mejor la viña del Señor, para cooperar en su sueño, su proyecto de amor por su pueblo. En este caso, el Señor nos pide que cuidemos de la familia, que desde los orígenes es parte integral de su designio de amor por la humanidad.
También nosotros podemos tener la tentación de «apoderarnos» de la viña, a causa de la codicia que nunca falta en nosotros, seres humanos. El sueño de Dios siempre se enfrenta con la hipocresía de algunos servidores suyos. Podemos «frustrar» el sueño de Dios si no nos dejamos guiar por el Espíritu Santo. El Espíritu nos da esa sabiduría que va más allá de la ciencia, para trabajar generosamente con verdadera libertad y humilde creatividad.
Hermanos, para cultivar y guardar bien la viña, es preciso que nuestro corazón y nuestra mente estén custodiados en Jesucristo por la «paz de Dios, que supera todo juicio», como dice san Pablo (Flp 4,7). De este modo, nuestros pensamientos y nuestros proyectos serán conformes al sueño de Dios: formar un pueblo santo que le pertenezca y que produzca los frutos del Reino de Dios (cf. Mt 21,43).