ÉXODO 32, 7-11 y 13-14 / TIMOTEO 1, 12-17
José Enrique GalarretaDomingo 24 del Tiempo Ordinario
ÉXODO 32, 7-11 y 13-14
Dijo el Señor a Moisés:
- Anda, baja del monte, que se ha pervertido tu pueblo, el que sacaste de Egipto. Pronto se han desviado del camino que yo les había señalado. Se han hecho un toro de metal, se postran ante él, le ofrecen sacrificios y proclaman: "éste es tu dios, Israel, el que te sacó de la tierra de Egipto".
Y el Señor añadió a Moisés:
- Veo que este pueblo es un pueblo de dura cerviz. Por eso, déjame: mi ira se va a encender contra ellos hasta consumirlos. Y de ti haré un gran pueblo.
Entonces Moisés suplicó al Señor su dios:
- ¿Por qué, Señor, se va a encender tu ira contra tu pueblo, que tú sacaste de Egipto con gran poder y mano robusta?
Acuérdate de tus siervos, Abrahán, Isaac y Jacob a quienes juraste por ti mismo diciendo: 'Multiplicaré vuestra descendencia como las estrellas del cielo, y toda esta tierra de que he hablado se la daré a vuestra descendencia por siempre'.
Y el Señor se arrepintió de la amenaza que había pronunciado contra su pueblo.
Después de la proclamación de La Ley, Moisés ha vuelto a la cima del Monte, y ha pasado allí cuarenta días con su dios. Entretanto, el pueblo ha pedido a Aarón una imagen de dios. Es duro adorar a un dios sin imagen. Aarón ha cedido. Con el oro que llevaban ha forjado una imagen de dios, dándole forma de animal, como lo hacían los egipcios. Ése es su pecado: han hecho una imagen de dios.
Dios les va a castigar por esa desobediencia, con el peor castigo: repudiarlos como su pueblo, hasta exterminarlos. Moisés intercede, recordando a los patriarcas y la Promesa de dios, y dios, por esta vez, se arrepiente.
El texto muestra una religiosidad desagradablemente primitiva, emparentada con el dios del diluvio, con el dios del anatema. Pero muestra también un pequeño paso en el conocimiento de dios: a pesar del delito, dios se deja convencer por Moisés y perdona.
Es alarmante también que Moisés sea más compasivo que dios. Algo así sucede en la falsa teología de la redención, en que Jesús es el bueno que con su sangre aplaca a dios, el justo. De todas formas, es ese perdón el que ha atraído aquí el texto para acompañar al mensaje del evangelio.
Puestos a buscar un texto del AT. sobre la disposición de Dios respecto al pecador, habría muchos más adecuados. Si éste nos sirve es precisamente por contraste, para saber CÓMO NO ES DIOS. Los que escribieron el libro del Éxodo estaban muy lejos de conocer a Dios tal como Jesús nos lo muestra. Y es una importante lección para leer bien la Escritura y no decir "PALABRA DE DIOS" a la ligera.
TIMOTEO 1, 12-17
Doy gracias a Cristo Jesús nuestro Señor, que me hizo capaz, se fió de mí y me confió este ministerio. Eso que yo antes era un blasfemo, un perseguidor y un violento. Pero Dios tuvo compasión de mí, porque yo no era creyente y no sabía lo que hacía. Dios derrochó su gracia en mí, dándome la fe y el amor cristiano.
Podéis fiaros y aceptar sin reserva lo que digo: que Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, y yo soy el primero. Y por eso se compadeció de mí, para que en mí, el primero, mostrara Cristo toda su paciencia y pudiera ser modelo de todos los que creerán en él y tendrán la vida eterna.
Al rey de los siglos
inmortal e invisible,
único Dios,
honor y gloria
por los siglos de los siglos.
Amén.
Las dos cartas a Timoteo y la carta a Tito se suelen llamar "cartas pastorales" y se presentan como instrucciones de Pablo a sus más íntimos colaboradores. Por su vocabulario y mentalidad difieren fuertemente de lo habitual en las auténticas cartas de Pablo, por lo que se tiene por más probable que hayan sido redactadas por discípulos de Pablo, manteniendo sus ideas e incluso recogiendo fragmentos del propio Pablo. Suelen fecharse a finales del s.I.
En este fragmento de la carta a Timoteo nos interesa sobre todo la confesión de Pablo sobre su propia historia. Él, perseguidor violento y soberbio, se ve elegido por Dios, como un alarde de perdón y de elección gratuita. Este sentimiento es el que mueve todo su trabajo apostólico, que es un agradecimiento, un corresponder a la bondad de Dios con él. Es lo que se expresa en el himno final, muy posiblemente un himno litúrgico de alabanza. Es un hermoso resumen de la vida: vivir para dar gracias y alabar a Dios que nos ha amado primero.
José Enrique Galarreta