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Libro de la biblia

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SIN LIBERTAD NO HAY PUEBLO

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Ni pueblo, ni hombres. Hay inmensas masas de pobres y hay ricos. Sabios y analfabetos. Hay chinos, rusos, norteamericanos, mongoles, africanos, europeos, tibetanos, indios, gitanos y payos. Hay quienes traspasaron la atmósfera y recorren el espacio, mientras otros no saben escribir. Unos viajan en limusinas, otros caminan descalzos. Unos llevan hábitos marrones, negros, blancos o naranjas. Otros conservan el taparrabos de Atapuerca.

Todos vivimos en el mismo planeta, en el mismo tiempo. Lo más hiriente, quizá, no sean las enormes distancias económicas, culturales. Quizá lo más sangrante esté en el hecho de vivir en un planeta plagado de hombres sin terminar, o rotos por dentro, que corretean en todos los campos y en todos los sentidos.

Lo he comentado más de una vez. Eugen Drewermann, sacerdote católico, psicoterapeuta, especialista de primera línea en entender la Biblia. Su primer trabajo fue administrar los sacramentos y acompañar, como capellán en un hospital alemán, a los moribundos y heridos de guerra. Allí comprobó que, además de piernas y cuerpos rotos, los enfermos eran hombres atormentados por dentro, con miedos ante la vida y ante la muerte. Retorcidos en su intimidad. Estudió psicoanálisis para saber entrar en la oscuridad retorcida del hombre sufriente. Y poder llevar la sanación y la liberación de Jesús hasta la intimidad oculta.

Esa es la obra del Padre:
"Yo soy Yahvé, tu Dios, que te he sacado del país de Egipto, del lugar de esclavitud".

Y la misión de Jesús:

-"y la luz brilla en las tinieblas"
-"No hagáis de la casa de mi Padre una casa de mercado. Él hablaba del santuario de su cuerpo".

El hombre, al ser libre y no ser dios, es la más frágil de las creaturas. Nada tan frágil, en el Universo conocido, como el hombre. Eso de hacerse a sí mismo, día a día, puede que sea bello, pero es agotador y hace caminar siempre al borde del abismo.

Poder escoger, es poder llevar varias vidas a la vez. Poder representar papeles diferentes y contradictorios. En nuestro escenario secreto y social nos movemos con careta de santos y generosos, y entre bambalinas o en el camerino actuamos como rastreros o canallas. Sabemos anunciar las verdades más sublimes, mientras en la intimidad dudamos hasta de nuestro nombre. Reímos, a la vez que lloramos por dentro. Temblamos, aunque nuestro papel en el escenario, toque representar seguridades de cemento.

Somos dueños y esclavos a la vez. Al final de la función, ya sin ropajes, viene el llanto.

Somos tan esclavos que ni siquiera conocemos a qué Faraón servimos.

Cuenta E. Drewermann que una Eminencia Cardenalicia se atrevió a someterse a un tratamiento de psicoanálisis. A lo largo de muchas sesiones, de incógnito, ayudado por la mano experta del psicoanalista, el cardenal fue sacando a la luz su vida real, como quien saca cubos de agua y barro desde un pozo profundo. Poco a poco llegó a reconocerse a sí mismo. A qué intereses había servido, y de qué Faraones había sido esclavo. Lloró. Llegó a aceptarse, a perdonarse. Hizo la paz consigo. A partir de ahí, comenzaba para su señoría la verdad. Y con ella la sanación. La "salvación".

Desde el viernes 6 de marzo, la sonda Kepler busca planetas similares al nuestro, fuera de nuestro sistema solar. Nos obsesiona el firmamento. En cambio huimos de nuestro universo interior. La "verdad" no está sólo allí fuera. También la llevamos por dentro.

Salvar al hombre no es pasaportarlo a la vida eterna. La "vida eterna" no comienza después de la muerte. Jesús dijo que había venido "para que tuviéramos vida, y vida abundante". Y Yahvé es el Dios que saca del "lugar de la esclavitud". Tiniebla y esclavitud son el interior de un hombre inacabado o roto.

Cuaresma si es, es llamada a salir de toda oscuridad, a escapar de toda esclavitud, de todos los Egiptos. Romper cadenas invisibles y respirar libertad sin patrocinio de nadie. Sin libertad no comienza el camino.

Egipto son hoy las sectas; faraones son los miedos y prejuicios que nos enredan. Egipto, los nacionalismos con sus banderas y fronteras, los templos con sus clientelas, que amordazan. Faraones son los iluminados con mitras que imponen visados de ortodoxia. Egipto y Faraón son los que tienen miedo a la libertad porque se quedan sin esclavos.

"No hay camino hacia la libertad. La libertad es el camino" (Indira Gandhi)

Un esclavo es un hombre roto, sin camino. Da igual que los grilletes sean la droga, las ideologías, una mentira enquistada, una Torah, o un derecho canónico. Porque toda ley está hecha para el hombre. No el hombre para la ley. (Jesús de Nazaret, dixit). La ley sirve, si sirve al hombre.

Todo seguidor de Jesús debería saber que no hay Pascua cristiana si antes no hay liberación (éxodo)

Hombres sin terminar. Hombres rotos. El paralítico tiene que levantarse; el inactivo con su mano seca tiene que extender su brazo; el mudo o tartamudo tiene que romper a hablar; el leproso tiene que poner a prueba a la comunidad; el sordo tiene que oír la voz de su conciencia; el ciego tiene que quitarse las telarañas que arrastra desde la esclavitud.

Fiarse del hombre es peligroso. Pero lo contrario es la esclavitud.
¡La libertad nace dentro y transforma vidas!
Sin libertad no caminas.
La libertad es un riesgo, pero es la vida.
¡A caminar! porque la libertad es el camino.
La libertad no es la verdad. Pero no hay verdad sin libertad.
Ejercitar la libertad no te garantiza la plenitud humana, pero es el único camino para llegar a ella.
Si eres libre empiezas a ser hombre.
Y sólo el hombre será hijo cuando escoja ser hermano.

Si algún piadoso cree que escribo la canción del libertinaje, creo que no ha entendido una palabra. Sólo le puedo ofrecer que vuelva a leer el evangelio de Jesús en clave de éxodo.

 

Luis Alemán

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