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CUARESMA ES SILENCIO

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Cuarenta, cuarentena, cantar las cuarenta, cuaresma. Dentro del año litúrgico, tiempo de ayuno, abstinencia, mortificación, arrepentimiento, penitencia. En el nacional catolicismo de posguerra, tenebroso recuerdo para los que somos mayores, un tiempo dominado por el clero, ejercicios espirituales, misiones populares. Tiempo de tristeza de color morado.


Historia

Siglo II. Se fijó un domingo para celebrar la pascua de resurrección del Señor. A su alrededor brotó una minicuaresma de dos días de ayuno: viernes y sábado santos. Unidos al domingo de resurrección formaron el triduo santo. El ayuno del viernes y sábado santos no era ayuno de comida. Era ayuno de eucaristía. Era como participar en la muerte, para participar en la resurrección.

Siglo III. El triduo se extiende a una semana. Avanzado el siglo se prolonga a seis semanas. El fin es preparar a los catecúmenos al bautismo. Se escogen como textos básicos del curso catecumenal los capítulos evangélicos de la samaritana, el ciego de nacimiento y la resurrección de Lázaro.

Siglos IV al VII. El Imperio se ha hecho cristiano. El cristianismo se transforma en Imperio. El evangelio no estaba preparado para digerir tanto poder como le cayó "en suerte". En muchos sentidos, en el siglo IV, la Iglesia perdió la brújula.

En aquel tiempo a la iglesia se le plantea el problema de qué hacer con los pecadores públicos y los apóstatas que querían volver a la comunión cristiana. Habían apostatado, o renunciado a Jesús con su vida pública. ¿Cómo podrían volver al seno de la comunidad?

Se encontró una solución comunitaria, pública y "sacramental". Mientras los catecúmenos se preparaban para el bautismo, ellos mostraban su arrepentimiento durante la cuaresma y eran reincorporados mediante el perdón comunitario. Y volvían a participar en la eucaristía de la comunidad junto a los nuevos cristianos. Se tardó tiempo en quitar a la comunidad el ejercicio de perdonar al extraviado y entregárselo al poder clerical.

La cuaresma fue así tomando cuerpo:

1. iniciación catecumenal;
2. tiempo de reconciliación para los apóstatas y pecadores públicos arrepentidos;
3. preparación de toda la comunidad para la gran fiesta de la pascua.

En la Edad Media la cuaresma era una tregua de Dios. No se hacían guerras, se cerraban los juzgados y los teatros.


Actualidad

La cuaresma, hoy, es tiempo sin influencia social. Fin de los carnavales. La realidad es que, por mucho que se esfuercen el papa, los obispos, los párrocos y conventos, en la calle, en la masa cristiana es tiempo sin mensaje cuyo sentido se ha evaporizado. Ni el ayuno, ni la penitencia, ni la mortificación tienen sentido. Algunos devotos añoran el ramadán de los musulmanes.

Yo propondría al clero más liberado, a las comunidades de base y a los que van por libre que se olviden de los ayunos, de las mortificaciones y promuevan a los suyos, la medicina y la práctica del silencio.

Me explico. La vorágine propia de nuestra era, actúa como una batidora que rompe nervios, y desencuaderna nuestra intimidad. Se nos complican las relaciones con los demás, y con la misma tierra que pisamos. El estrés, y a veces el miedo de vivir, corroen la belleza de existir. Huimos hasta de nosotros mismos.

¿Y vienen los clérigos a hablarnos de remordimientos, mortificaciones, ayunos y arrepentimientos? ¡Si yo lo que necesito es paz, seguridad! Puede que me falten diez minutos al día para mirar las estrellas. Puede que necesite una brújula: verme parte de la inmensa humanidad que sufre. He perdido los mapas y sufro nostalgia de mi débil fe en un Dios Padre.

Quizá nos hace falta una cuaresma de silencios. Ratos de silencio. Un hombre no puede vivir sin espacios de silencio.

¿Dónde el silencio, cuándo? No lo sé. En el campo, en una iglesia solitaria, sin ceremonias ni rezos. Cualquier sitio en el que poder miramos hacia dentro, sin prisas y con honestidad, para recomponer nuestra verdad ante nosotros. El silencio es buena medicina para los nervios rotos, para las angustias, para tomar la medida a nuestros problemas.

Hazte una cuaresma sin cenizas, sin ayunos. Sólo con ratos de silencio. Lo necesita el hombre, sea cristiano o ateo.

Quizá todos, creyentes y agnósticos, necesitemos, incluso más que "ponernos a bien con Dios", ponernos a bien con nosotros.

Quizá esté fallando más el hombre que el cristiano. Quizá nos haga más falta el silencio que los ayunos.

 

Luis Alemán

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