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SACRAMENTO

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Si no acabas de comprender lo que es un sacramento y para salir de ese lío, coges el ritual de los sacramentos, o sigues la administración de cualquiera de esos siete sacramentos del catecismo, sólo te queda cerrar los ojos y creer: no sabrás en qué crees.

Esa fe se nos exigió a todos. Esa fe gusta a los que mandan, pero la mayoría de los que mandan no saben en lo que creen. Ellos también creen.

Cuando le imparten la absolución, en un secreto y tenebroso confesionario, a un pecador, para limpiar su alma, con el fin de que Dios perdone a ese "pecador".

Cuando a un niño lo bautizan con un chorrito de agua, para hacerlo cristiano.

Cuando el sacerdote pronuncia unas palabras sobre el pan, y lo convierte en el cuerpo de Jesús.

Así hasta siete.

Si has cerrado los ojos y has creído. ¡Que Dios te bendiga, Él sabe sacar agua de una piedra!

Respeto la fe del "carbonero", es decir: la fe de la gente sencilla. Pero si creces, tendrán que crecer también tus conocimientos.

Yo te puedo decir que me pegué al rito jurídico-administrativo sacramental durante mucho tiempo. Con honestidad, creo que no llegué a perder la fe. Ya, una vez crecido, por mucho que cierre los ojos, ni veo a un pecador limpio salir del confesionario, ni ese niño, bautizado con el chorrito o metido en la piscina, lo veo como un cristiano, ni el trozo de pan "transustanciado" en el cuerpo del Señor.

Los sacramentos no pueden ser el resultado de enjuagues místicos religiosos. No tienen nada que ver con las brujerías, ni con la alquimia, ni con la física. El "misterio", la "brujería" y la "alquimia" son en las religiones, el refugio de la ignorancia, de tribus primitivas, y de negocios inconfesables.

Es hora de crecer. Y para crecer hace falta saltar del nido. Nadie nos ha engañado. Es que vivimos una época de crecimiento y florecer de la fe. Esa fe, tan pisoteada como los granos que el sembrador dejó caer en los caminos de la historia.

Pienso que se acerca la hora de segar, trillar, aventar. Separar, con la brisa del Espíritu: la paja a un lado y al otro la verdad sencilla del evangelio que cambia, por dentro, la vida de los hombres.

Llega el tiempo de amasar, con sencillez pan de humanidad. Yo, al menos, creo que huelo ya, por muchas partes, ese pan del Señor.

Muchos obispos funcionarios y muchos clérigos de raza, piensan que estamos perdiendo la fe. Y es que, a veces, crecer en la fe conlleva algunos síntomas similares a lo que, antes, se consideraba "perder la fe".

Sacramento. Una palabra y una realidad que da arquitectura no sólo a la comunidad de creyentes y seguidores de Jesús. Es el universo el que está montado con estructura sacramental. El Universo todo, desde los quarks hasta el hombre humano es sacramento: Lo creado es como un eco, un susurro que expresa y presencializa a Dios.

Dios ha querido que, incluso en lo personal, sea posible un encuentro entre Divinidad y humanidad. Cuando los tiempos llegaron a una plenitud, en la cumbre de la evolución, se encontraron Dios y el hombre: Jesús de Nazaret. Quien veía a Jesús veía al Padre. Por eso es difícil entender la encarnación. A través de una criatura conocimos y se hizo presente el Tú de la Divinidad.

Los que elegimos a Jesús, somos un grupo de hombres y mujeres que damos todos los días un paso, para ser como Él. Entre nosotros, unos dejaron el paganismo, otros se liberaron de las brujerías, otros huimos de las prisiones institucionales del Templo. A todos nos costó un bautizo: un sumergirse para emerger nuevos.

Queremos vivir como los de una misma familia: nos parecemos unos a otros. Luchamos por queremos, y ayudamos y ayudar. Se nos ve comer juntos. Repartimos lo que haya en la mesa. Como dijo Jesús que lo hiciéramos. Rezamos una misma oración a Dios, al que llamamos, ya para siempre, nuestro Padre.

A veces, nos invade una paz grande. Nos sentimos amados, aunque no todos nos comprendan. Cuando alguno actúa mal lo reconoce, le perdonamos, y nuestro perdón es perdón de Dios. Ninguno tiene más poder que otro. Si alguno se cree más listo se pone a los pies de los demás. Entre nosotros escogemos a quien debe sentarse en la presidencia, por su edad, por su prudencia, o por su especial bondad.

Resulta que, entre nosotros, no hay ángeles. Tenemos cuerpo. Somos parte del universo. Lo que pensamos y sentimos por dentro se manifiesta hacia fuera de forma tangible, visible: así se comprueba que lo que de dentro es verdad. Y así transformamos la realidad. Muy lentamente. Dios lo hace todo muy lentamente. A veces nos exaspera la lentitud de Dios.

Los "espiritualistas" -los que huyen de la realidad para encontrarse con Dios- fueron, a lo largo de los siglos una pesadilla, una herejía, un tostonazo, unos huidos del mundo. Vivian, y viven para el alma, como si el cuerpo no fuera de Dios. Como si la sociedad no les importara. No entendían lo sacramental.

Al actuar como hermanos de una familia, nos convertimos en imagen de Dios, y traemos a Dios para presentarlo en sociedad. A eso le llamamos, entre creyentes, Sacramento. La iglesia es un sacramento que trasparenta a Dios y "produce" la presencia de Dios. La iglesia, la de Jesús, es la que sorprende a todos con los rasgos de Dios en la sociedad de los hombres.

Jesús es el sacramento. Nosotros caminamos hacia lo sacramental: dejar que Dios actúe a través nuestro.

Podríamos dedicar unos párrafos para deprimirnos y criticar. Por supuesto que Roma, el Vaticano, la Iglesia oficial con su boato, nuncios, cardenales, prebendas y corrupciones... no es símbolo eficiente del Reino de Dios. Es demasiado evidente. Es como insultante hablar del "Reino de Dios" desde el Vaticano. Empieza porque nuestro hermano mayor se sigue llamando Sumo Pontífice y se presenta como uno de los más grandes señores de este mundo.

Por supuesto que los llamados "sacramentos" se administran, al por menor, como en un "super" de lo sagrado con ritos más paganos que cristianos, meras acciones administrativas. Ese es nuestro dolor. Pero la acción de Yahvé fue lenta en el pueblo, y la del Espíritu es lenta. Pero también es verdad que no tenemos un sistema de medidas, ni estamos capacitados para separar el trigo de la paja.

Por favor, no preguntéis cuántos sacramentos, ni si lo que coméis los domingos es materialmente el cuerpo de Jesús, ni si se lavan los pecados en el confesionario, ni si el bebé se hace cristiano en el bautizo. Esas cosas preguntadlas a Ratzinger. Yo no se tanto.

 

Luís Alemán


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