EL COLTÁN DEL CONGO
Hermana JuventanyLa Hermana Juventany, una misionera denuncia los abusos.
"Para que nosotros usemos nuestro móvil hay gente que tiene que morir. No podemos dejar que esto continúe, debemos buscar soluciones", lamenta Nuria Juvanteny, hermana carmelita con 25 años de experiencias en África, siete de ellos en El Congo.
El 80% de los recursos mundiales de coltán, mineral clave en las nuevas tecnologías, se encuentra en el este del país. "Para extraerlo los rebeldes utilizan a jóvenes y niños. He visto imágenes donde los soldados azotan a menores cuando éstos caen rendidos tras horas de trabajo para obligarles a continuar en su búsqueda del mineral. ¿Cuánto van a vivir? Muchos acaban muriendo en las minas".
El conflicto del este del Congo ha acabado con cinco millones de personas desde 1998, según Intermon Oxfam. Sus orígenes se remontan a la lucha étnica entre las tribus hutus y tutsis. La lucha continúa pero, desde los años 90, las milicias concentraron sus esfuerzos en el control de las minas. El este del país es la zona más rica en dos minerales imprescindibles para la fabricación de tecnología compacta: coltán y casiterita.
La misionera aunque diferencia entre el conflicto étnico y la explotación de los minerales del este, considera que todo está relacionado y cree en la existencia de un objetivo común: "Las dos milicias formadas por tutsis y hutus luchan por lograr el control de los valiosos recursos del este del país, donde también intervienen los intereses de las grandes potencias", considera la hermana carmelita. Incluido el coltán.
"Sus armas son las mujeres, pueden ser violadas y maltratadas durante días", explica con rabia en sus ojos. Los rebeldes tutsis emplean la expansión del terror para controlar los diferentes poblados. "Los guerrilleros llegan a las casas y se llevan a las mujeres y niñas a la selva. Quieren abusar de ellas, son verdaderamente sus esclavas". Muchos niños también son víctimas de secuestros con el fin de utilizarlos como soldados, obligados incluso a asesinar a sus propios familiares.
A pesar de situarse en el otro extremo del país, las secuelas del conflicto del este llegan hasta Kinshasa, la capital de la República Democrática del Congo, donde Nuria Juventeny dedica su vida a diferentes proyectos humanitarios.
La huida del este
Medio millón de personas se encuentran desplazadas por el conflicto. Muchos salen de los poblados del este hacia campos de refugiados, otros continúan caminando hasta alcanzar la capital. "Les vemos viviendo en la calle, llegan destrozados. Tratamos de cuidarles y hacer lo que podamos... No puedo tener una actitud fría con respecto a este conflicto cuando he visto a hombres que parecen esqueletos. ¿Qué vamos a hacer? Te sientes muy impotente delante de esa humanidad que anda por las calles sin saber qué hacer, ni dónde ir".
¿Quién tiene el control de las minas? ¿Quién permite o fomenta las explotaciones denunciadas? "El ejército congoleño debería controlarlas pero la realidad no es ésta: continúan al frente los rebeldes". Éstos dicen que el Gobierno del Congo no ha respetado el pacto de paz de 2009. El Ejecutivo lo niega, acusa a Ruanda de financiar a las milicias para continuar enriqueciéndose a su costa.
La hermana cuenta cómo los camiones traspasan las aduanas casi sin control, repletos de kilos del valioso mineral. Considera que la incapacidad para lograr el acuerdo es intencionada ante los intereses intrínsecos del conflicto, ante la riqueza escondida en su continuación. "Toda la mercancía pueda salir del Congo sin problema alguno, Uganda y Ruanda lo permiten. Si las minas se están explotando de esta forma tan injusta es porque está consentido bajo el escaso control", sostiene la religiosa.
Ante la supuesta escasez de medidas para evitar continuas vulneraciones de derechos humanos sufridas por la población del este, Juvanteny se pregunta: "¿Qué hace la ONU?" No posee la respuesta. "Ellos son los primeros que tendrían que proteger a la población, que deberían evitar que los rebeldes llegasen a los poblados y los abusos soportados por los trabajadores de las minas... pero todo sigue igual". dice sin tapujos la hermana Nuria.
En la otra cara de la moneda se encuentran las multinacionales: empresas de telefonía móvil, de nuevas tecnologías, de ordenadores. Todos ellos dependientes de su dosis de coltán. A partir de los años 90 el precio de este mineral se disparó, lo que despertó la búsqueda de materia prima barata: el este del Congo se la ofrece a cambio de cinco millones de muertos desde finales de esa década.
"¿Cómo puede haber evolucionado la tecnología tan rápido sin que sus precios sean desorbitados? Les dan coltán a precios ridículos y ellos pueden crear toda la tecnología que quieren mientras esta gran injusticia continúa silenciada", clama una vez más la hermana Juvanteny.
Gabriela Sánchez
EL Mundo