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Libro de la biblia

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La puerta es una realidad y es un símbolo. Nuestra vida tiene cuatro capítulos; el de las puertas que hemos abierto y el de las que hemos cerrado; el de las que hemos mantenido abiertas y las que hemos mantenido cerradas. Así podemos resumir, también, el pasado del Cardenal Bergoglio y el futuro del Papa Francisco. Soñemos un poco.

En el peregrinar del Pueblo de Dios, hay puertas que ya se abrieron y que nos permiten transitar por caminos de vida. Hay otras que deben cerrarse, para dejar atrás modelos y realidades eclesiales que nos alejan hoy de Jesús. Por fin, hay otras puertas que deben abrirse, para que nos llenemos de fe, esperanza y amor y otras mantenerse cerradas para evitar errores y desaciertos de los que se pagan caros.


Puertas que deben abrirse

Abrir es novedad, posibilidad, esperanza, futuro, encuentro, vida. En la Iglesia hoy se deben abrir puertas. Sabemos la alegría que nos acompaña cuando nos abren una puerta, se cruza el umbral y nos llega el abrazo y la acogida y se nos ofrece amistad y nuevos rumbos. Menciono algunas de estas puertas en la Iglesia que deben abrirse.

Abrir la puerta de la caridad. La que hace creíble el rostro de la Iglesia a los hombres y mujeres de hoy; que sea la columna blanca de la bondad de Dios y de la paz en la construcción de un mundo mejor que supone una comunicación cordial y amable y que lleve a amar lo que se cree. "El amor es la luz, al final la única luz, que siempre ilumina al mundo envuelto en tinieblas y nos da la fuerza para vivir y trabajar" (Benedicto XVI).

Abrir la puerta de la misericordia, ser agentes transmisores de la ternura de Dios. Que la Iglesia sin dejar de ser petrina sea cada vez más mariana y no le falte una buena dosis de ternura maternal. Abrir esta puerta y sostenerla abierta, aunque entren vientos fuertes, algunas "suciedades" o hermanos que no tengan carnet o no vistan "traje de boda", de etiqueta.

Abrir la puerta hacia lo nuevo. Para ello pedimos que en la Iglesia se junte identidad y pluralidad, innovación y tradición, liderazgo y comunidad, complejidad y hondura. Al Papa Francisco le queremos hacedor de puentes hacia lo nuevo. Eso necesitamos y para ello reavivar la gracia pascual.

Abrir la puerta a los pobres, reforzando la sencillez como forma de vida y la solidaridad como propuesta fuerte. Para ello es importante llevar adelante un cambio radical en el manejo de las finanzas las de la Iglesia, los países, las familias y las personas.

Abrir la puerta del encuentro que es la clave de nuestra cultura; que no olvide que encontrarse es todo. Que pase y ayude a pasar de la clave de la separación y la distancia a la de la cercanía y el encuentro. Encuentro son los sacramentos, la eucaristía, la animación comunitaria, la colegialidad en todas las instancias de actividad pastoral, desde la parroquia hasta la Santa Sede , incluyendo movimientos, órdenes religiosas, institutos.

Abrir la puerta de par en par a la unidad de los cristianos y para ello conseguir que volvamos todos la mirada a Jesús; en él se hará la unidad. De ahí pasaremos a rezar juntos y compartir la fe más allá de las diversas y valiosas tradiciones de las diferentes expresiones cristianas, a dar el testimonio de unidad que nos pidió Jesús y a la que él nos lleva y a poner la atención no tanto en lo que nos separa sino en lo que nos une.

Abrir las puertas de los nuevos modos de organización y vida eclesial, referentes para este mundo, que sanen y purifiquen lo rancio y lo insano de la institución. Se dice que es la hora de los laicos pero esa hora debe llegar a los vértices de la estructura eclesial. Importante que el Papa elija bien sus colaboradores y les haga partícipes de su misma misión.

Abrir las puertas del lenguaje eclesial renovado tanto teológico y catequético como litúrgico. El actual es repetitivo, anacrónico y poco comprensible. Se precisa un lenguaje directo, sencillo, inclusivo, propositivo, cercano y fraterno.

 

Puertas que deben mantenerse abiertas

La Iglesia de Francisco no está inventando la rueda. Es de sabios reconocer el buen camino ya transitado cuando se trata de emprender etapa nueva. En la Iglesia hay puertas abiertas que siempre deben quedar abiertas; hay que evitar que se cierren.

La puerta que nos lleva a la sana laicidad, a la complementación amistosa entre el ámbito religioso y las otras dimensiones de la vida. Sana laicidad que permite, por un lado, la independencia de la Iglesia de cualquier factor de poder y, por otro, le asegura ejercer un profundo servicio a toda la humanidad.

La puerta bien abierta para denunciar la desigualdad social y económica que produce tanto dolor y tantas víctimas; reparar y desterrar la pederastia, con la consigna tolerancia cero para los pederastas. Que sea consciente de lo difícil que es hablar de Dios en un escenario de injusticia.

La puerta de la Palabra de Dios, de la lectura orante de la Biblia ; de la Palabra y la vida. No podemos olvidar que el evangelio está hecho a la medida de lo más auténticamente humano y es lo que da la vida auténtica a la Iglesia.

La puerta para los no creyentes, que nos lleva al atrio de los gentiles donde los cristianos tenemos que encontrarnos, ofrecer y aprender, con todos los hombres de buena voluntad, cualquiera sea su creencia, para afrontar los problemas más acuciantes de la humanidad de hoy.

-Tomar muy en serio los temas de la justicia y de una fe que actúa por la caridad. La Iglesia debe ser ante todo la Iglesia de los pobres. Incrementar la conciencia de temas tan importante como el de la ecología, medio ambiente y cuidado de la naturaleza.

 

Puertas que deben cerrarse

En sus cuatro semanas de ministerio, Francisco nos ha regalado gestos de profundísimo valor humano y cristiano y que pueden clausurar una forma de eclesialidad agotada y de ejercer la animación de la Iglesia, a dejar en el pasado. Hay modos de proceder en la Iglesia que llevan a la increencia.

Cerrar la puerta a una visión de Iglesia jerarquizada y autorreferencial, centralizada y excluyente. Se tiene que recordar que la Iglesia no es del Papa, sino de Cristo. Donde el sucesor de Pedro es, ante todo, obispo de Roma, la iglesia que preside a las otras en la caridad. Conducida por un obispo que camina y dialoga con su pueblo, al cual sirve y que, como pontífice, tiende puentes. El Papa tiene que encontrar el modo para no tener que decidir solo y para compartir el ejercicio de la animación de la vida de la Iglesia.

Cerrar la puerta al boato, los oropeles, las vestimentas sofisticadas. Abrir la puerta de una simple sotana, cruz sencilla de obispo y de unos sencillos zapatos usados de caminante. Antes se habían dejado de lado la silla gestatoria, la tiara... ahora la muceta, la esclavina y los zapatos rojos, las altas mitras decoradas, los tronos, los signos de avasallamiento. Somos un pueblo nacido de un rey cuyo trono es la cruz, como nos recordara Francisco en el Domingo de Ramos.

Cerrar la puerta a la papolatría, a la solemnidad (disfrazada de "importancia"). A los discursos que no se entienden, a los apartamentos que alejan de lo cotidiano, a la limousine blindada, a los besamanos y a los tratamientos principescos. Se precisa un tratamiento y un lenguaje sencillo, directo, propositivo, claro y fraterno.

Los gestos de Francisco no solamente hacen referencia a su ministerio. Con ellos, nos invita a todos los cristianos a clausurar lo que él denomina "mundanidad de la Iglesia", dejar en el pasado la premisa pastoral de la Cristiandad , pero también el riesgo de ser "una ONG piadosa" para animarnos a ser fermento, semilla de mostaza, pequeña luz que sirva a todos los hombres y mujeres en la construcción del Reino de Dios.

 

Puertas que deben mantenerse cerradas

Mantener cerrada la puerta del monólogo; no puede faltar el diálogo y la interacción en la comunicación. Nos lo enseña hasta el internet. Cuando hablamos no pensemos fácilmente que hemos dicho la última palabra y una palabra ex cátedra. Importante que el Papa se dé cuenta que tiene que aprender y enseñar a recibir feedback de los demás.

Mantener cerrada la puerta del miedo al encuentro y al amor. Que como Jesús sepa amar y dejarse amar, enamorado de su tiempo, al que conoce y al que se acerca, al que comprende y al que sirve. Del amor nace la auténtica audacia.

Mantener cerrada la puerta de la exclusión. Revisar el papel de la mujer en la Iglesia superando toda forma de patriarcalismo machista. Esto ocasiona mucho mal al varón y a la mujer en la misma Iglesia que se está privando de una gran riqueza, la que puede venir de la mujer.

Mantener cerrada la puerta que impide renunciar. No dudamos que al Papa Francisco va a conjugar bien la debilidad humana con la fortaleza de Dios. Que al Papa que ha renunciado humildemente le siga el papa humilde de la Iglesia de las renuncias.

Mantener cerrada la puerta del secretismo; llegar a la transparencia. Informar con una claridad tal que lo que se dice en la Iglesia siempre sea creíble.

Ojalá que el Papa Francisco sepa discernir ante tantas puertas que tiene detrás, junto y delante de él cuál debe ser su proceder. Que el Espíritu Santo y nosotros le ayudemos. De todas formas, las puertas no se abren ni se cierran solas. Se necesita una llave y alguien la debe tener. En este caso está en las manos de Jorge Mario Bergoglio. Hasta ahora la ha usado bien y de ahora en más confío que bien la va a usar y va a contribuir a que la casa de la Iglesia sea la casa de la humanidad.

 

José María Arnaiz, SM

Conferre - Chile

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