EL PERRO PASTOR
Eloy Roy
Nubes de tierra vuelan detrás de una cosa terrible que baja como cohete de la montaña. De su boca salen chorros de baba y colmillos filosos como cuchillas. Es una bola de pelos con ojos ardientes, un demonio que brinca y ladra desesperado por engullirme a mí y a mi caballo.
Es un perro pastor, un perro ovejero, que cuida las ovejas y las defiende. No deja que se acerque al rebaño ni lobo, ni comadreja, ni hombre que no sea el pastor de las ovejas. Yo en mi vida nunca había visto un animal tan furioso y tampoco tan protector de otros animales.
Para que este perro se transformara en tal celoso defensor de las ovejas, apenas nacido fue retirado de la madre y confiado a una oveja que lo amamantó como a uno de sus corderitos. Así, sin dejar de ser perro, el cachorro se convirtió en hermanito de la tribu de las ovejas. Una vez crecido, le salió natural correr a todos los extraños que no eran de la familia.
El Papa ha dicho a los sacerdotes: Háganse cercanos del pueblo, cercanos de los pobres, como un pastor de sus ovejas. Arréglense para oler a ovejas... Yo añadiría: inspirémonos del perro pastor.
Desechemos ese modelo de pequeños profesores y funcionarios de cosas santas sobre el que la mayoría de los sacerdotes hemos sido tallados. Ese look tiene que cambiar, aunque nos cueste una barbaridad a los Nicodemos como yo. Nuestro(a)s futuro(a)s pastores han de formarse definitivamente fuera de los moldes de las academias y sacristías.
Que el amplio submundo de las capas inferiores de la sociedad sea el mundo de ellos y se les pegue al alma como el mundo de las ovejas al mundo del perro pastor. Que se rocen con la gente de distintos pensares, con los menos dóciles y los diferentes, y sobre todo con los pobres, los pequeños, los golpeados y excluidos de la vida. Que se contaminen con el dolor, las broncas, los sueños y las alegrías de estos últimos y encuentren en ellos la inspiración de su espiritualidad. En ese magma tienen que construir su teología antes de esperar que se les caiga cocinada en la boca desde los claustros de nuestros institutos de iglesia.
Pues, ¿cómo serán testigos de la Buena Noticia de Jesús a los pobres si no se acostumbran a ver el mundo con los ojos de los pobres y a sentirlo con el corazón de ellos? ¿O si no aprenden a sacar los colmillos para defender a los pequeños que cada día pierden más terreno? ¿O si no aprenden desde los que sufren a identificar la verdadera cara del gran sistema que se presenta a ellos como salvador de la humanidad cuando en realidad él mismo es la raíz de todas sus desdichas?...
Este cuento de perro pastor, por cierto, es una metáfora. Los humanos no son ovejas y los pastores no son perros. A Jesús que ha dicho: "Felices los mansos" no le gustaría ver a sus discípulos convertidos en perros rabiosos como el que describí más arriba.
Pero al menos acordémonos de esto: Jesús y los profetas, que no despreciaban las metáforas y cuyo corazón rebosaba de compasión y amor a la paz, nunca se privaron de ladrar.
Nosotros también sabemos ladrar, pero ¿a quiénes asustamos exactamente: a los lobos devoradores de ovejas... o solamente a las ovejas que no balan como las demás?
Eloy Roy