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¿QUEREMOS VER... O NOS CONFORMAMOS CON CREER?

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Jn 9, 1-41

En el capítulo 9 del cuarto evangelio, se ofrece una catequesis cristológica, que trata de señalar todo el proceso de adhesión a la persona de Jesús, según los parámetros de las primeras comunidades joánicas.

Los elementos básicos de dicha catequesis parecen ser los siguientes:

• "ungido" = bautizado;
• Jesús, luz para las personas, "luz del mundo" (Jn 8,12);
• el hombre reconoce a Jesús como "profeta";
• persecución por parte de la autoridad judía y riesgo de excomunión (es lo que vivieron los miembros de la comunidad joánica, a partir de los años 80);
• discusión –catequética o apologética- con la autoridad judía;
• Jesús se vuelve a hacer presente en esa circunstancia de persecución;
• proclamación de fe: "Creo, Señor".... "Y se postró ante él";
Conclusión: el problema consiste en que, estando ciegos, pensamos que vemos.

El tema de la luz –y todos los relacionados con él: iluminación, visión, despertar...- ocupa un lugar absolutamente central en la literatura espiritual.

El motivo es simple: todo el proceso de crecimiento y transformación de la persona arranca con la comprensión de quienes somos. Solo a partir de esta claridad, es posible vivir coherentemente.

Así entendida, la comprensión –o la visión- es lo opuesto a la creencia. Esta última es apenas un "objeto mental" que, en el mejor de los casos, sirve únicamente para apuntar o señalar hacia la verdad mayor, que siempre escapará a cualquier razonamiento.

Con frecuencia, sin embargo, todavía es peor: la creencia –cualquier idea que podamos tener- se absolutiza y, de ese modo, se interpone e impide abrirse a la verdad.

La "visión" permanece oculta a la mente. Esta no es herramienta adecuada para tal fin. Su enorme capacidad funciona adecuadamente en el mundo de los objetos, pero se ciega ante todo lo que es inobjetivable, es decir, las realidades más importantes de la vida.

La mente puede acometer aún con éxito otra tarea: la de poner a prueba e incluso desenmascarar planteamientos o posturas irracionales y/o nocivos. Hablamos entonces de la "razón crítica", como un logro irrenunciable que necesitaremos cultivar.

Sin embargo, cuando se habla de "visión", no se está propugnando la irracionalidad, sino –es algo muy distinto- la transracionalidad. Se valora toda la función de la mente, pero se ha descubierto que existe otro modo de conocer que es previo y más "fundamental" que la razón. Es el conocimiento inmediato, experiencial, intuitivo... Lo que se ha llamado el "conocimiento místico".

Característica de esa forma de conocer es la no-dualidad. La mente es separadora; el conocimiento místico "ve" la no-separación de todo, advirtiendo la naturaleza última, común y compartida, de todo lo que es.

En esa visión, la persona capta el núcleo de lo real y, simultáneamente, comprende su verdadera identidad. A partir de ahí, podrá decir como decía Jesús en el cuarto evangelio –y como dice el propio ciego-: "Yo Soy". Nos hemos reencontrado en la Verdad de lo que somos, más allá de las ideas, creencias o juicios de cada cual. Por decirlo en lenguaje cristiano, hemos sido "ungidos", somos "otros Cristos", compartimos la misma visión de Jesús. Hemos pasado de "tener creencias" a "ver".

Sin embargo, a la autoridad religiosa únicamente le importa una cosa: que se actúe conforme a la ley. El relato de la investigación que llevan a cabo con el ciego y con sus padres pone de manifiesto un comportamiento patético: han perdido todo el interés por la persona del ciego, no les interesa si ve o no ve; se aferran solo a la posible alteración de la legalidad.

No es difícil advertir, detrás de ese comportamiento, la necesidad de mantener el poder, gracias a un control férreo sobre la norma. Suele ser el modo de funcionar autoritario: desinterés hacia las personas, exigencia legalista a ultranza.

Jesús se había situado justo en el extremo opuesto: "No es el hombre para el sábado, sino el sábado para el hombre" (Mc 2,27). Este es, sin duda, el "juicio para el que he venido yo a este mundo: para que los que no ven, vean, y los que ven, se queden ciegos".

No se trata de una amenaza, sino de una constatación: quienes creen ver, porque han identificado las cosas con sus pensamientos, en realidad permanecen ciegos; se pierden la verdad de lo que es. Por el contrario, quienes quieren ver, porque son conscientes y sufren a causa de su "ceguera", encuentran el camino de la visión.

 

Enrique Martínez Lozano

www.enriquemartinezlozano.com

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