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Libro de la biblia

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Fecha de Creación (Inicio - Fin)

-

QUÍMICA VINCULAR

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"El que no recoge conmigo, desparrama".

Insiste la invitación a provocar encuentros que integren, a re-unir, re-ligar, volver a articular el tejido comunitario. Hay tanta vida desparramada, tanta búsqueda, tanta lucha esperando por sinergia. Creemos en el Dios de los lazos, de las conexiones y las síntesis creativas –eso que L. Boff llama 'espíritu'-

Necesitamos seguir atravesando membranas que dividen y generar vínculos proteicos, que hacen crecer. Y necesitamos quebrar lo gastado, para liberar la energía que volverá a enlazarse en configuraciones revitalizadas.

La "química" vincular. Como después de todo, estamos hechos de los elementos básicos de la naturaleza (carbono, hidrógeno, oxígeno, nitrógeno y otros), y nuestro funcionamiento y nuestros procesos son una complejización de los suyos, nos puede ayudar mirarlos con mayor atención.

Aprendiendo de lo simple, como esos componentes ínfimos podemos entrar en la dinámica de entregarlo todo en cada encuentro, sin mezquindades. Ese amor que toma y transforma, que amalgama para potenciar; y en otro momento suelta, separa para liberar toda la energía aprisionada y vuelve, con sus propiedades intactas, a reclamar otros enlaces que crearán elementos nuevos.

La unión crea materia, pero la energía se libera con los quiebres... Nos suena bella la estabilidad de la sustancia, más creíble que lo efímero; y sin embargo sin esa fuerza inasible la corporeidad se desgasta y muere.

Los enlaces entre elementos químicos se producen por un proceso de atracción, semejante al de los imanes. Así lo describe Wikipedia: "Los electrones negativamente cargados son atraídos a las cargas positivas de ambos núcleos (...). Esto vence a la repulsión (...) y esta atracción tan grande mantiene a los dos núcleos en una configuración de equilibrio relativamente fija, aunque aún vibrarán en la posición de equilibrio".

Primera intución: es en el núcleo de cada uno de nosotros donde reside esa potencia que entusiasma, que despierta la necesidad de cercanía, que enamora y arrebata. Los aspectos más externos se dejan invitar por esa interioridad cargada de misterio. Los vínculos genuinos son 'de núcleo a núcleo', desde y hacia el espacio sagrado original que se hace compartido.

Segunda cuestión: necesitamos vencer a la fuerza opuesta que rechaza el encuentro. Para lanzarnos al amor, se requiere el coraje de luchar contra esa faceta destructiva o temerosa que nos encierra en nuestra burbuja de soledad.

Una más: el abrazo nos relaja, nos pone en equilibrio, en una situación de mayor estabilidad. Pero nos mantiene vibrantes. La posibilidad de descansar en otros nos regala ese entretiempo para recargar, para poder afrontar la lejanía cuando llegue. Cuando se produce distancia, si no es excesiva, la energía no se pierde, sino que dibuja un campo magnético poderoso donde la atracción puede seguir su fiesta de tensiones creadoras. En la danza de cercanías y separaciones, la energía fluye, recorre otras conexiones, propone sistemas más ricos; y vuelve a pedir encuentro. La potencia magnética se despierta, al alejarse...

Nuestro planeta, nuestras convicciones, son imanes gigantescos. Podemos dejarnos convocar por la belleza, el bien, la verdad, la justicia. Decir que sí a su magnetismo que nos pone a andar, que tironea de nosotros, que exige respuestas. Aceptar la formidable atracción de las entrañas de la tierra, que nos hace uno al sostenernos en el suelo con la garra de la gravedad, en lugar de soltarnos a la deriva en el cosmos. Que nos pide presencia en el aquí y el ahora.

Para que la impresionante fuerza de la vida no se desperdicie, necesitamos reconocerla y conectarla, desprenderla de lo estático y permitirle fluir una vez más. Recoger y que no se desparrame.

 

Sandra Hojman

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