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LA VIDA NO ES UNA CREENCIA

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Mt 28, 1-10

Las innegables "incoherencias" que aparecen en los llamados "relatos de apariciones" se explican por el hecho de que tales relatos no son "crónicas históricas" de lo ocurrido, sino textos que intentan balbucir lo que fue una experiencia que trascendió los límites espaciotemporales.

En el texto que nos ocupa, no deja de resultar extraña la duplicidad que supone la presencia de un "ángel" primero, y del propio Jesús a continuación. Sin duda, tanto el carácter simbólico del relato inicial, como el hecho de que luego siguiera circulando durante algunas décadas, explicarían ese tipo de "duplicados", contrastes o incoherencias que se manifiestan entre ellos, cuando los leemos cuidadosamente o comparamos las distintas versiones que ofrecen los diferentes evangelistas.

Sin embargo, hay un dato que se repite en todos y que presenta indicios de historicidad: el protagonismo de las mujeres, como las "primeras" testigos de la resurrección.

Si tenemos en cuenta que la palabra de la mujer, en aquella cultura, carecía de valor testifical, es fácil concluir que ese protagonismo no pudo ser "inventado" por los escritores; tuvo que haber ocurrido algo entre aquel grupo de discípulas para que fuera de ellas de donde naciera el "primer anuncio" del Resucitado. Sin embargo, históricamente, carecemos de datos que nos permitan decir algo más. Nos queda el carácter simbólico del relato, y los "ecos" que el mismo despierte en nosotros.

El encuentro con el resucitado ocurre "al alborear el primer día de la semana". Es aún de noche, las mujeres han madrugado. La prontitud de ellas no es la que provoca el acontecimiento; sin embargo, sí les permite ser testigos.

Nuestra búsqueda nunca podrá alcanzar resultados que trascienden el nivel de lo mental –la mente no puede conducir más allá de sí misma-, pero nos ayuda a "quitar velos", a "descorrer losas" que nos impiden ver.

El mensaje que resuena invita a quitar algunas de esas losas pesadas: la oscuridad, la tristeza y el temor. Todos los relatos de apariciones –también este- transmiten una palabra clara y contundente de luminosidad, de alegría y de confianza.

Ahora bien, esa palabra no la podemos "captar" desde la mente. Porque nuestra mente –en cuanto órgano de conocimiento- únicamente entiende de objetos (físicos o mentales) y se le escapa todo aquello que no es objetivable, aquello que trasciende el nivel de lo que puede ser medido.

La verdad del anuncio, por tanto, no puede ser pensada. Y si creemos en ella, simplemente porque alguien nos la ha transmitido, nos encontraremos apenas con una creencia; nada más.

La verdad del mismo únicamente nos llegará en la medida en que tengamos experiencia de ser la propia verdad que se anuncia. Lo cual requiere que estemos "situados" allí donde somos Vida.

Mientras permanecemos identificados con nuestra mente –creyendo que nuestra identidad es el "yo psicológico" o mental-, no podremos pasar de creencias. Solo en la medida en que acallamos la mente, y entramos en contacto con nuestra verdadera identidad, nos descubrimos ser Vida, Luz, Gozo, Confianza... Estamos situados en el mismo "lugar" en el que ocurre la experiencia que llamamos de "resurrección".

Lo que descubrimos no es que nuestro "yo" tenga la vida asegurada, sino que nuestra verdadera identidad es Vida, que se halla a salvo de cualquier contingencia.

Por eso, "alegraos..., no tengáis miedo".

 

Enrique Martínez Lozano

www.enriquemartinezlozano.com

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